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El príncipe Alois de Liechtenstein dispuesto a vetar el aborto

El príncipe Alois de Liechtenstein dispuesto a vetar el aborto
Alois siente que es su deber preservar elementos fundamentales que considera innegociables y que deben permanecer inmunes al paso del tiempo.


Por: José María Ballester | Fuente: www.buenas-noticias.org




El próximo 18 de septiembre la población del principado de Liechtenstein -que apenas supera los 35.000 habitantes- se pronunciará mediante referéndum para decidir si permite el aborto libre en las doce primeras semanas de gestación y en cualquier momento si se descubre que el no nacido padece algún tipo de discapacidad. En junio, 18 de los 25 miembros del Parlamento mostraron su disconformidad con la iniciativa.

Sin embargo, la oposición más firme procede del príncipe heredero Alois que desde 2004 ejerce, por delegación de su padre, el príncipe soberano Hans-Adam II, las tareas de jefe de Estado.

El 15 de agosto, día de la fiesta nacional, Alois advirtió de que no sancionaría ni promulgaría -su firma es imprescindible para otorgar validez a la consulta- el resultado del referéndum en caso de que triunfara la opción abortista.

Está especialmente preocupado por los abortos de niños con discapacidad.

Una anterior consulta, celebrada en 2005, se saldó con un resultado favorable al aborto, cuya práctica seguía quedando prohibida salvo excepciones; una de ellas es el riesgo para la salud de la madre. A día de hoy en Liechtenstein, abortar al margen de esos límites está penado hasta con un año de cárcel, aunque el crimen haya tenido lugar en el extranjero.

Sacro Imperio

El órdago principesco se produjo en medio de un ambiente algo enrarecido: por primera vez, no hubo misa solemne en tan patriótico día. El arzobispo local, monseñor Wolfgang Haas, consideró que era la forma más adecuada de protestar contra la entrada en vigor, el 1 de septiembre, de las uniones civiles entre personas del mismo sexo.

La postura de Alois, licenciado en Derecho y curtido en una unidad de élite del Ejército británico, no es del todo equiparable a la de otros monarcas constitucionales europeos, incluidos el rey Balduino de los belgas -también sobre el aborto- y el gran duque Enrique de Luxemburgo, que en 2008 perdió parte de sus prerrogativas al negarse a sancionar la ley que autorizaba la eutanasia en su país.

Por una razón muy sencilla: teóricamente, Liechtenstein -última reliquia del Sacro Imperio Romano Germánico- es una monarquía constitucional.
Tan es así que, en 2003, con su Gobierno en contra, Hans-Adam II convocó un referéndum para aumentar sus ya amplias prerrogativas y lo ganó. De haberlo perdido, se habría marchado a Austria, tal y como anunció. Incluso se hubiera ahorrado un dinero: Hans-Adam II -cuya fortuna está cifrada en miles de millones de euros- es el único monarca europeo que no depende de una dotación pública para el sostenimiento de sus actividades oficiales.

Desde entonces, es también el único que puede cesar a un Gobierno y nombrar a los jueces. Además, él y su familia controlan más del 90% del capital del Liechtenstein Global Trust, un conglomerado financiero cuyas actividades fueron objeto de una grave crisis diplomática con Alemania a principios de 2008.

El Gobierno de Merkel le acusaba de fomentar masivamente la evasión fiscal en detrimento de las arcas alemanas; un informe de los servicios secretos alemanes llegó incluso a calificar a Liechtenstein de “Estado criminal en el corazón de Europa”. Una visita del entonces primer ministro a Berlín, una multitudinaria rueda de prensa del propio Alois, así como el compromiso de cooperar en la lucha contra el fraude fiscal amainaron la tempestad y salvaron la reputación del Principado.

Baluarte

Aunque el feudo esté férreamente controlado, la brecha no deja de ensancharse entre la familia reinante y una población cuyas tendencias morales -como en el resto de Europa- se deslizan cada vez más por la senda del relativismo.

“Es triste decirlo, pero no albergo esperanzas sobre el resultado del referéndum”, se lamenta Roger Kiska, de la Alliance Defense Fund, una organización cristiana con sede en Bratislava.

Sea como fuere, si alguien duda de la firmeza de las convicciones del príncipe, puede echar un vistazo a las actividades de su mujer (Alois es el único heredero europeo en haber contraído matrimonio con una mujer de rango similar), Sofía de Baviera, entregada en cuerpo y alma a la fundación que creó en 2006 centrada en impedir abortos y “dar a las madres una perspectiva más positiva sobre ellas mismas y sobre sus hijos”.

No es el único miembro de la dinastía que hace gala de sus convicciones. El príncipe Nicolás -tío carnal de Alois y cuñado de Enrique de Luxemburgo- preside el consejo de administración de la Academia Internacional de Filosofía de Liechtenstein, una entidad de alto nivel que reivindica las enseñanzas de Edith Stein, de Dietrich von Hildebrand y de Juan Pablo II, poco sospechosos de pensamiento débil. El político y pensador católico Rocco Buttiglione figura en su consejo asesor.

El anterior soberano reinante, Francisco José II, logró que un papa -Juan Pablo II, en 1985- visitara oficialmente Liechtenstein. Dos años más tarde, cuando su país presidía el Comité de Ministros del Consejo de Europa, demostró especial interés en el relanzamiento del Camino de Santiago como itinerario cultural europeo, asistiendo -ya muy avanzado en edad- a la ceremonia oficial que se celebró en la ciudad jacobea.

El compromiso de los Liechtenstein con los valores cristianos forma parte del ADN de la familia desde que apareció allá por el siglo XII. Hasta que su principado -adquirido a principios del XVIII- se convirtió en Estado independiente tras el desmoronamiento del Sacro Imperio, fueron fieles escuderos de los Habsburgo y de los valores que encarnaban, que hicieron de ellos un baluarte de la Cristiandad europea.

Por ejemplo, en 1620, cuando la rebelde Bohemia hizo tambalearse el Imperio, la participación de Karl y Maximilian de Liechtenstein fue decisiva. Un buen ejemplo del compromiso viene dado por el príncipe José Wenceslao, quien, a mediados del siglo XVII, pagó de su propio bolsillo la reorganización de la artillería austrohúngara tras haber aplastado a una coalición hispano-francesa en la Guerra de Sucesión austriaca.

Freno a Hitler

Tampoco se puede olvidar al príncipe Juan I, que a lo largo de su dilatada trayectoria, luchó y venció a los principales enemigos de la Cristiandad: a los turcos, a los revolucionarios franceses y a los ejércitos napoleónicos hasta que capituló ante el mismísimo emperador en Austerlitz.

Con el paso del tiempo, la familia fue abandonando las armas y centró su actividad en la gestión de su inmenso patrimonio y en el mecenazgo, mientras administraban su principado a cierta distancia. Un sistema que duró hasta bien entrado el siglo XX: a finales de los años 30, el anciano Francisco I, anticipandose a las ambiciones de Adolf Hitler, pidió a su sobrino, Francisco José II, que se fuera a vivir de forma permanente a Vaduz por si las moscas. Y Liechtenstein no fue invadido.

Alois siente que es su deber preservar elementos fundamentales que considera innegociables y que deben permanecer inmunes al paso del tiempo.

* Artículo cortesía del Semanario ALBA (España)

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