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El valor de la vida

El valor de la vida
Desde su silla de ruedas parece decirnos a todos que lo mejor que podemos hacer es esforzarnos por dar lo mejor de nosotros mismos.


Por: Sebastián Rodríguez, LC | Fuente: www.buenas-noticias.org




Ante la muerte repentina de un ser querido, tras un accidente, un terremoto o un infarto, tocamos la fugacidad de la vida y reflexionamos en el sentido de ésta.

El 6 de febrero de 2011 tuve la gracia de conocer a Aleixo, un niño de 10 años que acaba de cumplir un año de vida. No, no es un error; de verdad ha vuelto a vivir.

Todo ocurrió en un accidente, donde el camión de su padre se incendió y al momento de intentar rescatar al pequeño lo recuperaron con el 90 por ciento de su cuerpo quemado.

«¿Será conveniente vivir así?», eran los comentarios que se escuchaban a su alrededor cuando le veían entrar al pabellón. El accidente ocurrió en septiembre de 2009 y en el periodo de su recuperación, gracias al apoyo incondicional de sus padres, de los médicos y del capellán del hospital, ha sabido descubrir el valor de la vida.

Se mueve en una silla de ruedas, aunque a veces se cansa de estar sentado y sorprende a todo el mundo cuando se levanta y camina solo. Es un niño que ha aprendido a amar la vida, y especialmente, a amar al Creador de la vida.

¡Cuántas veces escuchamos frases superficiales como “disfruta la vida tal como es, porque después no habrá después”! Ellas intentan mostrar un estilo de vida que incluye únicamente los momentos de prosperidad. Pero sabemos bien que la vida se disfruta y se vive verdaderamente en todos sus periodos, incluyendo el sufrimiento.

Sí, la verdadera vida es vivir en el amor. En este sentido, vivir es apreciar las ventajas de la vida: poder sonreír, tener una vida virtuosa y divertida, un ambiente sano de amigos, tener muchas ganas de vivir, de hacer cosas por los demás.

Aleixo me enseñó todo esto. Me hizo ver que no vivimos para nosotros mismos, sino que para los demás, para que sean felices y para acercarles a Dios. Desde su silla de ruedas parece decirnos a todos que lo mejor que podemos hacer es esforzarnos por dar lo mejor de nosotros mismos y que debemos seguir ese consejo que circula por ahí: «tres cosas en la vida no se deben perder: vida de gracia, apetito y buen humor».


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