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Entre indios (primera parte)

Entre indios (primera parte)
De misiones


Por: Antonio Aldrette | Fuente: Buenas Noticias




«Padre Maurice, los estábamos esperando, ¡sean bienvenidos!» exclamó con lágrimas en los ojos el jefe de una comunidad de indígenas pemones. «Sabíamos que vendrían, que no nos dejarían solos». Sus ropas aborígenes eran extremadamente pobres --roídas por el uso-- y el rostro curtido por el sol y el trabajo. Sin embargo, en sus ojos brillaba de nuevo la ilusión.

En el estado Bolívar, al sur de Venezuela, se encuentran numerosas comunidades de indígenas pemones. Viven de la caza y de la agricultura. Si no es tiempo de cosecha, o ésta ha sido mala, y si el jefe de la tribu no puede cazar por enfermedad, la comunidad puede pasar días sin probar bocado.

Balbino -este jefe pemón- recibió con desbordante entusiasmo, casi reverencia, al sacerdote y al grupo de misioneros seglares que los visitaban. Desde hacía ya casi un año que no se veían. Los recién llegados querían saber cómo estaban y darles la noticia de que esta Semana Santa también van a misionar en esa tribu.

En segundos, los jóvenes se encontraron rodeados por un sinnúmero de caritas llenas de cariño y alegría que los saludaban. Allí estaba Paki, el niño que fue operado de los pies por el equipo de médicos voluntarios de Helping Hands Medical Missions. Ya podía caminar sin muletas. Y también Karla que sufre de asma, y Martín que acompañaba a todos lados a los misioneros. Cuando él sea grande --apenas tiene 6-- quiere ser como ellos.

Estos muchachos pertenecen a Juventud y Familia Misionera, una organización católica internacional, que se dedica a promover misiones de evangelización. Hasta el día de hoy se encuentra presente en 20 países y ha misionado 12,000 comunidades, es decir, más de 7 millones de personas.

«Es verdad que hay más alegría en dar que en recibir» --exclama el P. Maurice, capellán del grupo-- pero además estos jóvenes han experimentado que «es mucho más lo que reciben de las comunidades que lo que ellos dan».

Jaime, uno de los misioneros, sabe por propia experiencia la alegría que implica hacer misiones: «Cuando regresamos a casa», después de 8 días de convivencia y donación, «estamos rendidos de cansancio, pero también satisfechos» porque están seguros que «ahora nuestros corazones son más grandes que nuestro equipaje».

Para Héctor, joven de 18 años, las misiones de Semana Santa del año pasado tuvieron algo muy especial: «ocho días bastaron para cambiar mi vida». Ahora exclama: «me muero de ganas porque inicie la Mega Misión de este año».

Esta Semana Santa brillará nuevamente la esperanza en comunidades indígenas, como la de Balbino, Paki y Karla, pues contarán con el apoyo espiritual y material de jóvenes y familias generosas. Para mayor información visite: http://www.demisiones.com



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