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Entre indios (segunda parte)

Entre indios (segunda parte)
Las misiones de Semana Santa en Venezuela.


Por: Antonio Aldrette | Fuente: Buenas Noticias




El paisaje asemeja a un lugar del África septentrional. La única diferencia es que este pequeño pedazo de tierra está rodeado por agua y situado en la sabana venezolana. Un río bastante caudaloso lo flanquea haciendo de él una pequeñísima isla. En ella habitan 10 familias de indígenas pemones: unas 100 personas.

Durante la Semana Santa la población de este terruño aumentó considerablemente por la afluencia de familiares de otros lugares y de 10 jóvenes misioneros y un sacerdote. El P. James y sus muchachos evangelizaron intensivamente esa comunidad durante el triduo Sacro.

Catequesis, cursos de primera comunión, preparación para la confesión... y por supuesto largos momentos de convivencia alegre con los indígenas. Cómo pasar por alto los animadísimos juegos de los niños y niñas, o las charlas prolongadas con los moradores mientras se veía el crepúsculo, a la orilla del río.

Esta Semana Santa estuvo llena de buenas noticias en este pueblo. Sólo nos limitaremos a encender pequeñas chispas que logren iluminar al lector sobre lo que allí sucedió:

Gerardo se consideraba ateo. Ni él mismo se explica porqué decidió venir de misiones. Cuando entró en contacto con la gente, vio sus necesidades y palpó el cariño con que los recibían, se dio cuenta de que le faltaba algo. Su testimonio al final de la misión fue: «Yo era ateo desde hace cuatro años. Y dejé de serlo hace apenas 8 días cuando -gracias a estas misiones- me di cuenta de que Dios existe y de cuánto nos quiere. ¡Gracias!».

«Mi vida ha cambado -exclama Juancho que apenas tiene 15 años- jamás pensé que dando un poquito de mi tiempo recibiría tanta felicidad en mi corazón». De verdad que se le veía radiante de contento. «Ahora voy a ser misionero en la ciudad, entre mis compañeros de clases. Voy a intentar transmitirles con mi ejemplo que Dios los ama muchísimo y que ha muerto por ellos -y por mí- en la cruz».

Estos chicos cambiaron sus habitaciones y mullidos lechos por una gran choza de palma sin paredes, y durmieron colgados en hamacas o en simples sacos de dormir sobre el suelo. La gran mayoría de ellos estudia en Caracas y son de clase acomodada, sin embargo pocas veces se les oyó quejarse por los inconvenientes e incomodidades propios de la misión.

Al final el P. James dirigió unas palabras. «Queridos muchachos, yo también he aprendido mucho de Uds. en estas misiones». El padre ya pinta canas pero no ha dejado de ser alegre y jovial. Los chicos lo quieren mucho. «Me alegró enormemente verlos trabajar y enseñar con tanto entusiasmo y convicción. Creo que todos podemos decir: ¡Misión cumplida!».

La ovación de los jóvenes al escuchar estas palabras hizo que a más de uno se le saltaran las lágrimas de alegría por la misión cumplida, pero también de cierta tristeza porque tendrían que irse de la isla y dejar a tanta gente buena. ¡Hasta la próxima Semana Santa!


Visita la primera parte aquí.


Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

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