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Lolo es un reloj

Lolo es un reloj
Lolo y el sufrimiento


Por: Juan Pablo Ledesma | Fuente: Buenas Noticias




Lolo es un reloj

Lolo, para los amigos y conocidos. Manuel Garrido para los demás. Su historia es muy luminosa. A los 22 años, recién terminados sus estudios de magisterio, una enfermedad comenzó a comerle y a paralizar su cuerpo.

Sus días transcurrían en una silla de ruedas. Le entró una fiebre literaria: leía libros y devoraba artículos. Escribió. Cuando se le paralizó la mano derecha, aprendió a escribir con la izquierda. Al perder incluso la sensibilidad en ésta, pidió que la amarraran una pluma a su mano insensible. Quería seguir escribiendo. Lolo no perdía el buen humor: «Señor, ahí tienes mi pila de revistas. Y si no te valen, que los ángeles las vendan como papel de envolver».

Luego la enfermedad le llegó a los ojos. Al quedar ciego, grababa sus libros. En los últimos 10 años de su vida publicó nueve libros. Su testimonio constituye un canto a la dignidad del dolor y del sufrimiento. Estoy seguro que estas palabras le acompañaron en la cabecera de su lecho de dolor e iluminaban más su alma que las miradas de los visitantes. Estas frases bien valen un marco o una estatua: «¡Señor, líbrame de esta tentación de apreciar el tiempo de la enfermedad como un período estéril y sin valor! Una vida de enfermo no es una vida fracasada. Aceptar mi enfermedad, ofreceros alegremente mi sufrimiento, esto no demanda más que un momento».

La silla de ruedas, la cama. El misterio de encontrarse con uno mismo. El dolor, la enfermedad valen no tanto por lo que quitan, sino por lo que dan. Cuando recuerdo a Lolo me doy cuenta de que el dolor es un misterio, como la misma vida de las personas. Nunca lograremos explicarnos totalmente a nosotros mismos, nunca nos comprenderemos. La explicación del dolor, el porqué de la enfermedad, la incógnita del sufrimiento no es una respuesta abstracta. Yo sólo encuentro una: el amor.

No cabe duda de que la enfermedad y el sufrimiento siguen siendo un límite y una prueba para la mente humana, algo así como un tapón para el corazón. Sin embargo, quienes lo han vivido en profundidad, han aumentado su estatura humana.

Por eso el dolor es un reloj. Es algo lleno de ingenio que sirve para partir el tiempo en una enormidad de trozos pequeños, muy pequeños. Es algo realmente útil, porque con sus dos agujas divide las horas de alegría y las de abatimiento. El dolor pude ser muy perjudicial, si no se vive bien. El dolor es mágico, porque una hora puede transformarse en sesenta minutos de aflicción o en segundos de dicha.

Todos sufrimos y de muy diversas maneras. La enfermedad y las dolencias se compran en cualquier rincón de nuestro mundo. Uno sufrirá un infarto, otro un cáncer. A alguno la nostalgia y el desaliento le enredarán entre sus telarañas. Los que sigamos, nos haremos viejos. Nos dolerá la espalda, perderemos la memoria... Pero la paz y la vida están seguros. Un Hombre ha roto la piedra del sepulcro y ha dado sentido a la vida. Desde ese momento se han sincronizado todos los “relojes”.


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buenasnoticias@arcol.org










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