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Los 50 de Fukushima

Los 50 de Fukushima
Ya no podemos ver Fukushima de cualquier manera: su historia ha cambiado.


Por: Juan Alejandro Palacios, LC | Fuente: www.buenas-noticias.org




Ha impactado a todos la noticia: una ola enorme arrastró consigo la vida y las ilusiones de miles de japoneses. En un abrir y cerrar de ojos la fuerza del agua arrancó casas, arrastró barcos y coches, destruyó carreteras, rompió familias… Todo lo hizo sin pedir permiso, no tuvo compasión. Y así como llegó, se marchó.

Una de las ciudades más afectadas por el tsunami del pasado 11 de marzo fue Fukushima donde actualmente opera la planta nuclear Tokyo Electric Power (TEPCO). Uno de los reactores nucleares, que se encuentra en esta planta, también sufrió los efectos del desastre natural y ha comenzado a emitir altas radiaciones. Y lo que menos se puede esperar es que se repita la historia de la tristemente recordada ciudad de Hiroshima, donde en 1945 cayera la primer bomba nuclear, donde el hombre se daría cuenta de su capacidad destructiva y salvaje.

Solamente pocas personas pueden saber lo que significa estar expuesto a radiaciones. Los efectos son inmediatos: pérdida de pelo, náuseas, vómitos, quemaduras y desplome del sistema inmunitario. Gran parte del agua potable ha quedado totalmente contaminada, en los supermercados la comida se vende por raciones.

Ante esta perspectiva, la única solución es controlar y regular los reactores nucleares, manteniendo activos los sistemas de refrigeración, un error puede generar una explosión y aumentar el tamaño de la catástrofe. Pero, ¿quién lo hace?

Cincuenta voluntarios de la compañía TEPCO, personas que también tienen familia, ideales, futuro, a las que tal vez nunca les hemos visto el rostro y que se ganan la vida día a día. Pero son conscientes de la situación general del país y asumen el riesgo de exponerse a las radiaciones para salvar a millones de personas que podrían verse afectadas por una posible explosión nuclear.

Uno de ellos, el francés Marc Faugeas, ha tomado este riesgo: «forma parte de mi trabajo, de mi responsabilidad. Es un riesgo asumido y conocido».

Mykola, un ingeniero, que hace 25 años presenció el desastre nuclear de Chernobil y que pudo escapar con vida, también ha querido poner su mano para este trabajo: «El general vino y dijo: “prefiero que se contaminen 2 mil personas y salvar a 200 millones”. Nos mandaron a trabajar al reactor, a limpiar los escombros. Ahora sólo la mitad de los hombres de mi unidad están vivos».

Lección de responsabilidad, de generosidad y de una valentía sin medida. Entre estos héroes hay un hombre con 59 años de edad que está a un año y medio de su jubilación.

Desde este momento, al recordar a Fukushima, quedará en la memoria la valentía y el tesón de estos cincuenta ingenieros. Tal vez su heroísmo pueda borrar la huella de la explosión atómica que 55 años atrás devastó a Hiroshima y Nagasaki, también ciudades japonesas. Esta tarea les llevará semanas, tal vez meses; y probablemente las consecuencias de este riesgo les deje una honda huella en sus cuerpos, pero su corazón y su voluntad quedarán fortalecidas.

Detrás de cada uno de estos hombres se refleja el anhelo del corazón que busca, sin intenciones personales ni recompensas, el bien de personas que probablemente jamás en su vida han visto ni verán. Es ese anhelo de poner a los demás en primer lugar por encima de los propios intereses. No cabe duda que en todo hombre resuena esa voz: «no hay mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos». Ya no podemos ver Fukushima de cualquier manera: su historia ha cambiado.


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