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Mientras esperas, sigue viviendo

Mientras esperas, sigue viviendo
No se puede dejar de caminar por los problemas que nos acechan


Por: Yrlánder Hernández, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org





Gertrudis es una anciana simpática de 78 años, risueña como ella sola. Le encanta lo dulce, ama a sus nietos y ellos la aman. Tiene muchísimos «nietos», a al menos eso parece, porque para todos es la «abuela Gertru».

Hace un año que está en cama y sus numerosos nietos la visitan de cuando en cuando; nietos de verdad y otros amigos de la familia. Ella los escucha, les pregunta tres o cuatro veces las cosas porque se le olvida. A la pregunta: ¿cómo se siente?, responde: «Malita, pero ahí vamos».

Está en cama por muchas cosas, entre ellas una parálisis de medio cuerpo, debilidad en los huesos, dolor fuerte en la columna a causa de una corneada de toro de joven que le ha dejado una pequeña joroba como recuerdo.

La «abuela Gertru» sufre mucho pero cuenta con muchos nietos que la quieren y que la cuidan: se turnan para que no esté sola. Van a sus trabajos, como todos; los domingos, después de misa, hay comida donde la abuela. Navidad, Año nuevo, Triduo Sacro, Día de las madres… todas estas fiestas tienen una misma sede: la casa de la «abuela Gertru».

No es que sea ella fiestera, sino que estar a su lado vale la pena. Se ríen por sus ocurrencias y sobretodo saben que ella es su abuela, su «Grandmother», que en español suena como a «gran mamá».

Y al saber de la buena de Gertru a uno le viene a la mente el consejo que C. S. Lewis, el autor de , le daba a Malcolm: «tienes que seguir viviendo».

Malcolm fue un gran amigo de C. S. Lewis. Y, aunque no vivía en la misma ciudad que Lewis, como grandes camaradas mantenían su amistad por medio de las cartas. De hecho, es una ventaja que en esa época no tuviesen correos electrónicos, pues de lo contrario no nos hubiesen llegado hoy esas cartas llenas de cariño, amistad y comprensión.

Bueno, en realidad, Malcolm es un nombre ficticio, una invención del genio del escritor inglés. En las líneas escritas, Lewis recrea toda una vida y, entre tanto, da diversos consejos sobre la oración cristiana. Si Dios no escuchase es el título del libro que recoge estas cartas y, lo que más impacta es que son palabras escritas por un seglar, no por curas o monjas. Estas líneas expresan la altura de la oración en el ambiente civil, de la santidad en casa.

Leemos en las cartas que Malcolm se casó con Betty, una mujer hermosa, culta, trabajadora y alegre. Entre líneas se nota la mano de ésta: cuando los critica, cuando se burla de ellos, cuando les escribe bromas. Betty y Malcolm tuvieron un hijo, George. Inteligente, deportista pero con un posible problema de salud que no se puede entresacar de la lectura. Probablemente un cáncer, porque tenía que ser examinado con rayos X.

En medio de la gravedad del ambiente en la casa del amigo, Lewis aconseja unas palabras que, sin duda, pueden ser dirigidas a todo cristiano en tiempos de tribulación o sufrimiento:

«Mientras tanto tienes que esperar hasta que se conozca el resultad de los rayos X y hasta que los especialistas hayan completado sus observaciones. Y, mientras esperas, tienes que seguir viviendo. Pues están las horribles secuelas de la ansiedad, el incesante y circular movimiento de los pensamientos, e incluso la tentación pagana de velar por los augurios irracionales».

Mientras esperas, tienes que seguir viviendo… Lewis no habla de desinteresarse del problema. No, eso sería inhumano. Lewis plantea lo de los latinos: «in medio virtus» (La virtud está en el medio). Seguir viviendo significa darle la importancia que se merece la enfermedad y continuar con la vida cotidiana. Amar y ser responsable. Cuidar y vivir. Dar confianza y confiar en Dios.

No se puede dejar de vivir por una enfermedad, sea de un familiar o propia; no se puede dejar de caminar por los problemas que nos acechan. Hay que seguir viviendo, dándose a los demás, amando a los demás. Todo lo contrario de enfrascarnos en un problema: hay que ir más allá, tener una visión de conjunto, como la «abuela Gertru», que sabe que está «malita», pero su sonrisa no se la quita nadie. Y pienso que un mártir con alegría es el argumento más fuerte para creer en Dios.


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