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Piernas que vuelan

Piernas que vuelan
Óscar ya ha vencido su propia carrera. Es medalla de oro en la competición de la vida.


Por: Carlos Padilla, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org







Fue el primero en llegar a la pista, el atleta más entrevistado y el más aplaudido. Segundos antes de la carrera todas las cámaras enfocaban su carril, los espectadores comentaban la proeza que se proponía realizar este inédito corredor sudafricano.

Óscar Pistorius, sin ningún complejo, se colocaba en una curiosa posición de salida. Estaban por arrancar los 400mts planos de la “Golden Gala de Roma”. Competiría por primera vez con atletas normales. Suena el balazo inicial; su respiración se violenta, se tensan sus músculos, miles de flashes se disparan en las gradas... ¿Qué ideas estarían pasando por la mente de este atleta privado de ambas piernas?

A nosotros nos viene la idea de un Óscar Pistorios héroe, de un Óscar que más allá de ser discapacitado es un fuera de serie. Óscar, mientras corría, habrá pensado en el esfuerzo que le costó el record de 10,91 segundos en los 100 mts; le habrán saltado a la mente las burlas y risas escuchadas; pero también el consuelo de saberse ejemplo de aquellos que vuelan sin tener alas.

“Oz”, como le llaman los suyos, nació con una malformación que exigió realizar la dolorosa amputación de sus dos piernas a partir de las rodillas. Desde pequeño, su especialidad consistió en vencer su limitación. Óscar Pistorius es el experto de lo increíble. Practicó en la adolescencia el rugby y el waterpolo, demostrando que, en cierto modo, las dos piernas no eran del todo indispensables.

Gran estudiante, buen hijo y mejor deportista; todo iba viento en popa, pero cuando la vida parecía sonreírle, sepulta a su madre teniendo apenas 15 años. No acaba de superar la natural tristeza que le embarga cuando se rompe la rodilla. “Adiós deportes,” se dice.

Fue entonces cuando vino el empujón de Dios que hizo despertar al “guerrero de las pistas”. Óscar se sacudió la melancolía, aceptó su cruz y la partida de mamá. Se tatuó en el brazo derecho la fecha de nacimiento y muerte de su madre, lo cual le inspiraría y recordaría, para siempre, la deuda contraída con la mujer que le había enseñado a luchar con las piernas del corazón.

Comienza una exigente rehabilitación en Pretoria University y con ella viene el amor por el atletismo. A los 17 años, con su padre siempre en las gradas, realiza los más agotadores entrenamientos y se coloca entre los elegidos para representar a Sudáfrica en la “para-olimpiada” de Atenas 2004. Sube al pódium y aún con la medalla de bronce en el pecho y la bandera de su país ondeando en los aires, se lanza un reto: participar en las olimpiadas de Pekín 2008.

Su sufrimiento ahora es la crítica lanzada a sus modernas prótesis, que supuestamente, le ponen en ventaja frente a los atletas con piernas. Los inconvenientes para Óscar parecen ser su oxígeno de supervivencia. Ahora es tarea de la federación “IAAF” dictar un veredicto sobre la legalidad de sus prótesis y su asistencia a las olimpiadas.

Sea cual sea el veredicto, Óscar ya ha vencido su propia carrera. Es medalla de oro en la competición de la vida, es campeón en el salto de obstáculos. Es un testimonio arrollador para los que –quizás sin darse cuenta– se agobian por pequeños problemas y sufrimientos. Éste es un hombre sin piernas que justamente pudo haber tirado la toalla hace mucho y sin embargo se mantiene en pie, alzando siempre el brazo en señal de victoria, tal como ocurrió en el Golden Gala de Roma…

...Son los primeros 100 metros, Óscar corre en el séptimo puesto pero comienza a recuperarse. Adelanta por el flanco izquierdo, levanta con fuerza los muslos, se coloca en la triada de los vencedores, son los últimos metros, “Oz” adelanta el pecho, el cronómetro se ha detenido en 46,90. La carrera termina, Óscar gana el segundo puesto, solo 18 centésimas atrás del primer lugar, pero todos festejan de pie, como si se tratase de un récord mundial, de un récord de vida.

Está claro que ni el desaliento, la mediocridad o el abatimiento han escrito jamás las bellas historias. Sólo el amor permanece, sólo las piernas que vuelan a fuerza de voluntad, amor heroico y docilidad al soplo Divino que nos eleva a la final victoria.



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