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Predicar sin palabras

Predicar sin palabras
La fortaleza del Papa.


Por: José Ignacio Rodríguez | Fuente: Buenas Noticias



Cuando Juan Pablo II inició su pontificado hace ya casi 26 años, asombró a todos por lo mucho que podía viajar, por los discursos que pronunciaba, incluso por su fortaleza física. Hoy, al verlo quebrantado por el dolor y la enfermedad, tal vez nos surja una pregunta: ¿De qué sirve su vida cuando casi no puede hablar y ni moverse?

A algunos les resulta difícil entender cuánto vale una vida humana en parecidas circunstancias. Esta dificultad puede deberse en parte a que los medios de comunicación -mejor: algunos medios de comunicación-, nos han acostumbrado a valorar a las personas por lo que hacen o por lo que tienen.

Muchas portadas de revistas y periódicos, los titulares de varios telediarios, las novelas y películas, parecen estar reservados únicamente a los grandes futbolistas, a la modelo más conocida, al galán de cine en turno, etc. Proclaman los goles que anotan, las pasarelas de moda que recorren, la marca de ropa que visten, las películas que protagonizan; nos muestran el coche que acaban de comprar, su nueva mansión en una isla paradisíaca.

No se habla mucho de quiénes son, de su vida y virtudes; y, cuando lo hacen, normalmente es para resaltar escándalos poco edificantes. En pocas ocasiones se menciona si son buenos padres o madres de familia, si es una excelente esposa o un esposo ejemplar. Casi desconocemos por completo las motivaciones personales que los llevan a jugar, a dedicarse a su trabajo profesional como modelos o actores.

Por eso, cuando su salud no les permite seguir acumulando triunfos deportivos, cuando la edad comienza a ocultar su belleza física, o cuando los galanes de cine tienen que dejar a otros sus papeles porque ya no son tan apuestos, la mayoría de las veces simplemente desaparecen. En el mejor de los casos nos acordamos de ellos al disfrutar de un video sobre la historia del futbol o porque se subastó el vestido que usó en aquella ocasión tan especial…

Karol Wojtyla sigue siendo un testimonio porque con su presencia nos enseña muchísimo más que con sus palabras. No teme aparecer en televisión, en revistas o periódicos cansado, encorvado, respirando con dificultad. No teme mostrar al mundo su debilidad.

Sabe que su vida vale no por los discursos que pronuncia o que casi ya no puede pronunciar, ni por los viajes que cada vez realiza con mayor dificultad, ni por el escaso vigor físico que posee. Su vida vale tanto hoy como ayer porque sigue siendo, ni más ni menos, que el Vicario de Cristo.

Vicario que, como su Señor, ha recorrido los caminos de este mundo llevando la buena nueva. Como Él ha anunciado el Evangelio con fuerza y pasión, congregando en torno suyo a muchedumbres por el ímpetu de su palabra. Ahora, también como Cristo, predica con su sufrimiento, sin palabras. Nos muestra el valor redentor del dolor. Hasta que llegue el momento, esperemos aún lejano, de decir como el Mesías: «Todo está cumplido».



Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

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