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También en la cárcel, los hijos de Dios son libres

También en la cárcel, los hijos de Dios son libres
En la cárcel, Dios me devolvió la vida


Por: Ignacio María Rubio, LC | Fuente: www.buenas-noticias.org




«En la cárcel Dios me devolvió la vida». Son palabras de uno de los presos de la cárcel madrileña de la Estremera que, durante la última visita del Papa a España, recibieron permiso de participar en la Jornada Mundial de la Juventud. Entre esos terribles momentos en los que personas perdidas entran a la oscuridad de la cárcel, y el luminoso festejo de los jóvenes por las calles de Madrid… ¿qué es lo que pudo pasar?

«Haber encontrado a Cristo, dentro de la cárcel, me ha cambiado la vida»; esto es lo que Víctor iba diciendo a todos los peregrinos que se acercaban a preguntar. La experiencia del encuentro con Dios cambió su vida y no lo puede callar: el “virus” de la fe es contagioso.

«La fe es la que te da la verdadera libertad»… Que esto lo digan hombres que no gozan de la libertad de movimiento significa mucho. Para tantas personas que buscan su libertad a toda costa, cayendo muchas veces en tan diversos tipos de esclavitud, estos presos tienen el mensaje de que la fe en Cristo y la experiencia de su amor es la causa de la verdadera libertad.

Este cambio se dio en varios de los presos gracias a una medicina muy especial, la escucha de la Palabra de Dios: «En la cárcel he descubierto la luz de la vida: la Palabra de Dios. He visto cómo muchísimos presos se han retirado de la droga, han recuperado sus hogares y, sobre todo, se han recuperado a sí mismos, apoyándose en la fe. La Palabra de Dios es vida y por eso te cambia la tuya».

Una monja de 73 años – Sor Mari Luz – es su principal asistente y catequista, su madre espiritual. Esta Hija de la Caridad se dedica a tiempo completo a predicar la Palabra de Dios entre los presos por las cárceles de España: «En la prisión no tienes a nadie. Todos te abandonan». La hermana Mari Luz es el pilar fuerte en el que se apoyan en busca de luz y de consuelo, porque ella les transmite el amor de Dios. Ha sido para muchos el puente para el encuentro con Cristo y la que les ha enseñado el camino de la verdadera libertad.

Porque esta es la más hermosa de las verdades: te pueden quitar las libertades exteriores, pero – en palabras de Martín Descalzo - nadie es capaz de encadenar un alma decidida a ser libre. Te pueden quitar el pan, pero no los sueños; el dinero, no la esperanza ni el coraje; pueden hacerte la vida cuesta arriba; pero si vas con Cristo nadie impedirá que, al final de la cuesta, hayas subido.

Víctor, Guido, Edison, José… y tantos otros, podrían pensar que estaban perdiendo su vida al ir a parar en la Estremera. En cambio fue el lugar de su encuentro con la vida verdadera. Así lo expresa José, que conoció a su mujer en la cárcel y ya tienen una hija: «Yo no habría conocido a mi mujer, ni hubiese nacido mi hija, si no hubiese entrado en la cárcel y me hubiese encontrado con Cristo. En la cárcel, Dios me devolvió la vida que había ido perdiendo fuera. Ir a la cárcel parecía malo, pero ha sido una bendición de Dios, para formar un hogar cristiano». «Es mi Salvador; por Él tengo vida. Es Quien da sentido a todo»

Uno de los guardias de la prisión, que les acompañó durante esos días de la JMJ como voluntario, resume su experiencia con ellos en estas palabras: «Son cosas que sólo Dios puede hacer». Vidas sepultadas que resurgen de sus cenizas. Vidas oscuras que al encontrase con la Luz de Cristo se convierten ellas mismas en faros para otros. Vidas perdidas que han encontrado su camino en Dios. Cosas que sólo Dios puede hacer por sus hijos. Porque, también en la cárcel, los hijos de Dios son libres.



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