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Título de nobleza

Título de nobleza
Ejemplo de caridad oculta de la duquesa de Kent


Por: Rodolfo Caballero | Fuente: Buenas Noticias







“The Passage” no tiene nada de aristocrático. Se trata de un comedor para pobres y queda cerca de la vieja estación de trenes Victoria, en Londres. Con todo, es acogedor. Los desheredados de la ciudad se dan cita allí para satisfacer el hambre. Saben que en “The Passage” recibirán gratis comida en abundancia y la sonrisa de una noble alma.

Su anfitriona es Katherine Worsley, la famosa duquesa de Kent. Dicen que resulta difícil adivinar sus 64 años. Aparenta muy bien su edad gracias a la viveza de su mirada y a la finura con que trata a todos.

Su fama creció aún desde que en 1994, Katherine se convirtió a la Iglesia católica. Confesó más tarde al periódico Daily Telegraph: “Mi conversión ha sido un gesto impulsivo que se debe a las personas que he encontrado, en particular al Cardenal Basil Hume. Su humildad y delicadeza me han atraído”.

Pues bien, resulta que Katherine sale furtivamente de su palacio y se dirige a su “The Passage”, a servir de camarera, no sin antes cocinar el guisado que a la hora de comer obsequiará a los vagabundos.

Más tarde ella misma se asegurará de que todos estén bien satisfechos. Se paseará por las mesas con su cándida sonrisa, saludando a los convidados. Así lo hace normalmente en una cena de gala con huéspedes de alcurnia y de muchos apellidos detrás de ilustres nombres. Porque para Katherine todos son igual de importantes.

Pero, ¿en qué imaginación cabe un hecho “real” como el de esta dama? En cambio, la fantasía se ha visto poblada por cenicientas. A éstas siempre se les aparece una simpática hada madrina que en un ¡zas!, convierte a las desdichadas limpiapisos en las preferidas del apuesto príncipe. La literatura también tiene a sus mendigos que, por una serie de azarosas coincidencias, se ven intercambiados por el hijo del rey.

Y no es que Katherine busque desesperadamente una válvula de escape a las innumerables responsabilidades del ducado inglés. La mujer no sufre depresiones o de stress, tan común en nuestros días. Más bien, ha visto en el servicio un ingrediente esencial a la nobleza de su linaje y de su humanidad. No me refiero únicamente al de su linaje, sino sobre todo al de su humanidad.

Porque la auténtica nobleza no corre por las venas; habita en el alma. Por ello, los que tenemos un alma, formamos parte de esta familia real. Y a nuestro alrededor, muchos hombres y mujeres deambulan por la vida buscando a un buen hidalgo que les alargue un bocado de pan.

Otros muchos -una gran multitud- de ojos llorosos, labios encogidos por la tristeza pordiosean ese otro alimento que nutre el espíritu y que se llama felicidad. Y cada uno de nosotros tenemos el privilegio de proporcionárselos.



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buenasnoticias@arcol.org









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