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Traperos para ayudar a estudiantes

Traperos para ayudar a estudiantes
Anécdota que narra el origen de los traperos para ayuda de estudiantes.


Por: P. Fernando Pascual | Fuente: www.buenas-noticias.org



El padre Gereon Goldmann (1916-2003) fue un sacerdote alemán de la orden de los franciscanos.

Durante la Segunda Guerra Mundial pasó por una serie casi increíble de aventuras militares. Ya ordenado sacerdote, y acabada la guerra, trabajó durante un tiempo en su patria. Luego, en el año 1954, el padre Goldmann pudo partir hacia Tokio como misionero.

Japón vivía una gran pobreza, mientras buscaba caminos para la reconstrucción tras el trauma de la Segunda Guerra Mundial.

En su segundo año de misionero, el padre Goldmann recibió la visita de un joven japonés que lloraba desconsoladamente. Le preguntó qué pasaba, y el joven explicó que tenía 4 hermanos, que había empezado a estudiar la carrera de económicas, y que su padre acababa de suicidarse como consecuencia de haberse arruinado.

El joven tenía miedo de quedarse sin dinero y así dejar inacabada la carrera. Además, le resultaría casi imposible encontrar trabajo en una situación en la que el paro era muy elevado. Sólo le quedaba algo de fe católica que le apartaba de la idea de seguir los pasos suicidas de su padre.

El día anterior, el padre Goldmann había encontrado dos refrigeradores “abandonados”, pero en buenas condiciones. Los arregló y los vendió a un hotel.

Comprendió, de repente, que Dios le había dado ese dinero para ayudar a aquel joven. Así que se lo prestó. Sólo pidió al joven que, cuando acabase los estudios y empezase a trabajar, le restituyese la cantidad en pequeñas devoluciones, pero sin intereses, pues la parroquia necesitaría ese dinero en el futuro.

El joven tomó el dinero y lloró de alegría: podía al menos pagar un año de carrera.

Pasó el tiempo. El joven terminó sus estudios y recibió su título. Un día se presentó al padre Goldmann y le dijo: «Lo siento, padre, pero pasará mucho tiempo antes de que pueda pagarle mi deuda».

El padre quedó confundido. El joven quiso en seguida dar su “explicación”: «He decidido seguir estudiando porque quiero ser sacerdote».

Cuando el padre Goldmann escribió una carta para contar esta historia, apuntó sus impresiones: «Me quedé sin palabras, pero, fiel a su palabra, entró en el seminario. Por lo tanto, había alcanzado su meta y yo, como regalo por la ordenación, le perdoné su deuda».

De un modo tan sencillo, Tokio presenció dos pequeños milagros. El primero: la fundación “Kusu no shoogakushikin” (“Fundación Traperos para Ayuda de los Estudiantes”), que el padre Goldmann llevó adelante con mucho entusiasmo para pagar los estudios de jóvenes como aquel que había llamado a su puerta en 1955. El segundo: la vocación sacerdotal de quien había recibido un sencillo y hermoso testimonio de generosidad de un buen sacerdote.

(Datos tomados de G. Goldmann, Un seminarista en las SS, Palabra, Madrid 2004, Apéndice: El Trapero de Tokio, por Joseph Seitz, pp. 249-250).



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