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Trasplante de actitud

Trasplante de actitud
A su corazón bien le vale otro premio “Honoris Causa”, por bombear a muchas almas el coraje de vivir.


Por: Carlos Padilla, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org



Afrontar un trasplante cardiaco es poner la propia vida en la cuerda floja. Si las cosas se llegasen a complicar, la cita con la muerte es casi ineludible. Son altísimos los peligros, numerosos los riesgos, y pocos los especialistas que enfrentan el reto, especialmente si nos situamos en el África del año 1967.

El popular doctor Sudafricano, Christian Barnad, blanco, tendría el honor de ejecutar el primer transplante cardiaco en la historia de su país. Sabía perfectamente que estaba en juego la vida del paciente, y con ella su propia fama, el prestigio de su equipo médico y el renombre del hospital más importante del continente.

Ante una situación tan delicada, a nadie se le ocurriría introducir en la sala de cardiología al jardinero, al empleado de limpieza o a un tosco celador. El cuarto de operaciones debía estar reservado a los más insignes especialistas.

Llegó el momento de la operación, el paciente estaba ya anestesiado sobre la cama, los doctores esperaban con nerviosismo la llegada del Dr Christian Barnad.

Se abrió la puerta, apareció tras ella un Dr. Barnad envuelto en su bata azul, con la mano por delante cediendo el paso al… ¡al cuidador de puercos de la escuela menor de medicina! Un imberbe hombre de color, cuyos estudios no superaban la escuela secundaria, un trabajador de “segunda” que sería el ayudante principal durante la cirugía. Su nombre: Hamilton Naki.

Este año se celebraron los cuarenta años del episodio. Tuvo que pasar casi medio siglo para que ésta buena noticia recorriera el mundo. El “Apartheid” y la situación política del país silenció este suceso, un éxito proporcionado a una vida ejemplar que se apagó, pero no del todo, hace unos meses. Hamilton murió el pasado mayo, con la dignidad de un hombre que logró el transplante más grandioso de la vida: el transplante de actitud.

Hamilton Naki, tras abandonar la escuela, no desertó de su lucha, no sofocó el talento que poseía. Las necesidades económicas de su familia le obligaron a dejar las aulas, pero se construyó su “salón de clases” entre los cerdos.

Sus libros eran las ocasiones en que veía maniobrar al carnicero. Sus profesores, los comentarios que escuchaba de los alumnos de medicina, y sus exámenes se los preparaba él mismo usando animales para practicar.

Su fama de hábil cirujano corría sigilosa entre los pasillos de la escuela y el hospital. Un día su popularidad llegó a los oídos del Dr Christian Barnad, quien le mantuvo como mano derecha en aquel histórico trasplante del ´67.

Tras el éxito de la operación, el hospital le ofreció una plaza; la escuela de Medicina le contrató como profesor de cardiología y de vez en cuando se daba un tiempo para arreglar los jardines…

A decir verdad, la situación de Hamilton Naki no cambió demasiado. Aún vivía en su chabola carente de luz eléctrica y agua potable y su sueldo no ascendía a las cifras propias de un doctor, sino más bien, a las de un simple empleado. Después de todo, seguía siendo un hombre de color más, en la gran África colonizada.

El triunfo más importante de su vida está en aquel trasplante: El transplante de actitud. Una convicción que te empuja a multiplicar ese talento tímidamente guardado en un pañuelo. Un transplante de actitud es un cambio de enfoque, de la timidez al arrojo, de la mediocridad a la excelencia.

Las circunstancias contrarias, el ambiente adverso, la persecución o el rechazo hacen de pedestal al hombre que se exige lo mejor de sí. El héroe (de lo ordinario) convierte las situaciones negativas en oportunidades magníficas y termina por pulverizar el aguijón del pesimismo.

Tras la disolución del sistema político sudafricano, Hamilton, el cirujano, fue condecorado con el galardón “Honoris Causa”. La operación de su vida duró 78 años, y a su corazón bien le vale otro premio “Honoris Causa”, por bombear a muchas almas el coraje de vivir.

Para mayor información: El Cirujano Clandestino


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