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Un torrente en África

Un torrente en África
Yo estoy segura de que juntos participamos de un único sueño, el sueño de Dios.


Por: Carlos Padilla, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org



Se metió en problemas y ésa es la buena noticia. Ana Sentíes era la típica niña “bien”. Vivía en una residencia envidiable, se rodeaba de amigas populares y siempre tenía a la puerta algún pretendiente. Ponerse un hábito e irse a sudar al África era un auténtico disparate. ¿A quién se le ocurría renunciar a tan confortable vida a cambio de una abnegada entrega en el conflictivo Camerún? ¿Para qué meterse en problemas?

Ella me escribió hace algunos días manifestándome la convicción que le mueve a tan radical entrega:

«Dios […] nos entrega esta tierra bella para construir su proyecto. Nosotros no podemos cambiar las condiciones injustas de esas mayorías excluidas por la humanidad. Pero sé que para estas niñas del Camerún que hoy están en nuestras manos, para ellas sí, para ellas otro futuro será… y es posible. Ese es nuestro gozo y por ello nos gastamos cada día. ¡La pequeña gota de agua puede llegar a convertirse en torrente! Esa es nuestra convicción».

Ana Sentíes, la niña de los jeans y las fiestas “chic”, no despreció la llamada del Señor. Como se ve, ella respondió a Cristo, que le llamaba a dar más. Ana sabía que ese “algo más” que quería Dios no era una cifra en un cheque, o unas cuántas despensas que podían volar kilómetros y hacer “un bien”. Ana percibió que debía darse ella, con toda su persona, sus planes, sus talentos y sus sueños. Cristo le pedía la vida entera. Ana se hizo religiosa misionera de la Asunción.

Después del noviciado y de su formación, dedicó sus primeros años a la educación de adolescentes en México y en el año 2002 viajó al África para su primera aventura misional en el Chad. Perdió algunos kilos y muchas horas de sueño, pero ganó en plenitud con esa alegría que sólo brinda el darse. La tremenda experiencia africana no le dejo tranquila y se enlistó para regresar.

Ahora se encuentra en el Camerún de la tierra roja y fértil, dirigiendo un Centro de Promoción de la Mujer, que este año busca convertirse en Escuela Secundaria Técnica “Institut Assomption”. La mayoría de sus más de 120 alumnas pertenecen a la etnia Bagyeli (pigmeos) del sur de Camerún.

Las pequeñitas llegan a las 7:30 de la mañana. Algunas caminan hasta dos horas, a veces bajo la lluvia y por caminos sumamente resbalosos que serpentean, suben y bajan. Madre Ana, junto con las hermanas de la congregación, ha logrado adaptarlas al medio y al sistema escolar.

Dice que se muestran inteligentes y aplicadas a pesar de que provienen de uno de los grupos humanos más marginados del planeta: «La verdad es que nuestra comunidad es austera, trabajadora y pobre, pero la alegría no falta», me comenta.

Las clases acaban a las cuatro de la tarde y es ahí cuando comienza su “Programa Técnico”, que incluye materias prácticas como corte y confección, cocina, agricultura, bordado, tejido.

«Además –dice Madre Ana–, estamos incrementando las actividades de biblioteca para enseñarles a estudiar y a desarrollar procesos mentales. Favorecemos su formación integral con las materias de informática, formación cristiana y algunas actividades culturales: teatro, coro, música, comunicación, plantas medicinales, justicia y paz, etc.».

Cuando somos testigos de una vida llena de esta entrega sincera, alegre y atrayente, cabe preguntarse: ¿Qué es lo que en realidad motiva a un hombre o a una mujer para dejarlo todo por Dios y su prójimo? Parece paradójico que ellos o ellas, cuando van a descansar cada noche, se saben satisfechos por estar aprovechando su vida, a pesar de no haber pensado ni un minuto en ellos mismos. ¿Cuál será el secreto de una felicidad así?

Madre Ana ya nos lo contestó en su carta: «Yo estoy segura de que juntos participamos de un único sueño, el sueño de Dios. Este sueño Suyo es el de dar Vida y felicidad a TODOS sus hijos… incluso los más pequeños o insignificantes a los ojos del mundo».

A Madre Ana le sigue moviendo la llamada de Dios; después de los kilómetros recorridos, sigue amando ese plan Divino con la misma intensidad con la que lo recibió en su juventud. Ella no pretende apagar la sed del mundo, pero está dispuesta a poner su parte, porque, como dice ella misma, ¡la pequeña gota de agua puede llegar a convertirse en torrente!

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