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¿Quién dijo yo?

¿Quién dijo yo?
Lo que cuenta no es lo que brilla sino lo que se lleva por dentro.


Por: Adolfo Güémez | Fuente: Buenas Noticias




La vida moderna -tan agitada y distraída- no ha logrado que el hombre olvide sus modelos. Todos y cada uno de nosotros tenemos un ideal, una meta que seguir o un camino que imitar. Hay en nosotros un “no-sé-qué” que nos lleva a alzar los ojos hacia alguien o algo.

Imaginémonos que un extraterrestre, ajeno a nuestro modo de ser, cayera por ventura en cierto concierto de rock. Apuesto que se quedaría asombrado al ver el casi culto que se le tributa a una sola persona. Lo mismo, aunque en menor medida, ocurre en un estadio de football, en una fiesta, en la empresa, en la escuela...

Pero me sorprendió constatar por una encuesta el tipo de modelos que tiene casi la mitad de los jóvenes italianos. Y digo me sorprendió porque los resultados no fueron, ciertamente, los que yo esperaba.

Un 25% de ellos dice que tiene a la Madre Teresa de Calcuta como ejemplo de vida. ¡Una viejecita que además de haber muerto hace algunos años, hacía todo lo posible por no sobresalir!

Pero eso no es todo. Otro 24.6 % afirma que en Juan Pablo II tiene al personaje más admirable del mundo. Y no sólo porque es Papa, sino porque es un viejo que no ha perdido su juventud; un niño cuando se trata de vivir con ilusión su ideal y un hombre maduro cuando llega momento de luchar por conquistarlo.

Como dice Julián Marías hablando sobre él: «Representa, en conjunto, una fabulosa innovación, de tal volumen que parece imposible para un solo hombre. Por eso su figura pertenece al futuro».

Así es. Las personas que han transformado verdaderamente el mundo no lo han hecho sólo por ser artistas o deportistas, Papas o monjas fundadoras. Lo han logrado, sobretodo, porque han sabido ser fieles a sí mismas, luchando por ser coherentes con sus deseos más íntimos. Los hombres y mujeres que dieron lo mejor de sí sin abandonar sus convicciones.

Sí, las luces y los aplausos llaman la atención, deslumbran y ensordecen. Pero lo impresionante es que a los verdaderamente jóvenes -a ésos que quieren seguir sacándole jugo a la vida- no puede no atraerles mucho más una personalidad tan coherente que es sólida como una roca y tan llena de amor que jamás pierde su frescura.

Como apuntaba un autor: «El mundo está lleno de gente que habla de lo maravillosa que es el agua, y toma vino». Pero -añado-, los que disfrutan del sencillo placer de beber agua son envidiados por los que no saben sino tomar vino.

En definitiva, lo que cuenta no es lo que brilla, sino lo que se lleva por dentro.




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buenasnoticias@arcol.org

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