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Historias de melenas

Historias de melenas
La bondad no es como la pintan


Por: Juan Antonio Ruiz, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org




El mundo está lleno de santos. Hombres, mu¬jeres, niños, ancianos... Gente de buena voluntad, gente que cree, ama y espera. Los santos de aquí abajo: los que suben y bajan las escaleras, los que leen el periódico, los que van a la discoteca. Y cuántas veces ni nos percatamos de ellos. Y si no me creen, pregúntenselo a mi amigo Juan Fábregas.

Aunque normalmente vive en Madrid, Juan estudia ahora en Italia. De temperamento nervioso y algo alocado, ha tenido que jugársela en algunas ocasiones para salir ileso de ciertas “equivocaciones” que ha tenido en la universidad, aunque, según me refirió la última vez que nos vimos, «ya está más enderezado».

Un sábado por la noche, salió, como siempre, a la discoteca. Estuvo buen rato con otros dos amigos suyos y disfrutaron de lo lindo. Con el paso del tiempo, y ya pasadas ciertas horas, decidió regresar y, tras despedirse, se marchó.

Nada más salir de la discoteca, un joven enorme, «de más de dos metros» me contaría Juan, con mirada amenazadora y con una melena que le llegaba hasta la mitad de la espalda, le señaló con la mano y le empezó a gritar cosas para él ininteligibles.

«Al ver a aquel animal detrás de mí – me refería cada vez más excitado– no me lo pensé dos veces: salí corriendo como nunca lo había hecho en mi vida».

El otro le siguió un par de metros, pero al ver que Juan era más rápido, desistió en su intento. «Suspiré aliviado y, algo más tranquilo, me dirigí al departamento. Me tumbé en la cama y caí rendido».

Le despertó su teléfono. ¿Quién le llamaría un domingo por la mañana? «¿Dígame? ¿Cómo dice? Ah… ¡¡Pero, no me digas!! Y, ¿dónde puedo encontrarte? Perfecto, ahí nos vemos».

Juan no podía creérselo: el que le llamó por teléfono no era otro que el tipo aquel que le “persiguió” la noche anterior. ¿Qué había pasado?

«Al salir de la discoteca, se me calló mi cartera, con todo mi dinero y alguna tarjeta de crédito. Este joven lo vio e intentó decirme en italiano que se me había caído. Al no comprenderle y ver su aspecto, salí corriendo. Y este chico buscó por todos los medios localizarme y pudo hacerlo por la tarjeta de teléfono que yo había comprado el día anterior. Vio mi teléfono y me llamó».

Al principio, Juan pensaba que algo se le iba a “perder”. «Sería muy sencillo que este melenudo tomara algo y ya». Pero su sorpresa fue mayúscula al encontrar absolutamente todo su dinero. Se le quedaron los ojos cuadrados. La honestidad del chico era tan grande como su melena…

Cuando los hombres se lo proponen, no hay en este mundo cosa más hermosa que el corazón humano. Hay personas buenas, y hasta santas, entre la “gente de por ahí”. Están aquí, entre nosotros; y hacen que los demás nos percatemos que tenemos madera de santos.

No sería mal propósito para este año nuevo: buscar mejorar cada día un poco más. Imagínense: La vida de san usted mismo… sea o no sea un melenudo.


Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org

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