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Orgulloso de usar muletas

Orgulloso de usar muletas
¡Cuánto orgullo debe darnos disfrutar de las muletas de la fe!


Por: Juan Antonio Ruiz J., L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org



Hoy quisiera dejar la pluma a usted que está leyendo estas líneas. Desearía que se sentase a mi lado y me contase brevemente cómo transcurre su día, para que juntos delineáramos una buena noticia. Una de ésas que no salen en las portadas de los periódicos, pero que Dios lee con avidez cada instante. ¿Me ayuda, entonces? No es nada complicado; mire…

Hace tiempo entrevistaron a Woody Allen, ese director de cine mitad genio, mitad desconsiderado. En medio de su presentación, alguien le preguntó por qué hacía películas; qué le movía a llevar a la pantalla cada una de las historias que tan admirablemente representaba.

Él respondió con esa expresión melancólica que siempre tiene dibujada en el rostro: «Para distraerme. No quiero pensar en mi vida, sino que las películas me hagan olvidarme que estoy vivo y que el tiempo pasa». Después añadió algo que impresionó a todos: «No soy creyente, pero cuánto envidio a los que creen. Tienen algo en qué apoyarse».

No sé a usted, pero después de escuchar esto he sentido un sano orgullo. ¿Por qué? Porque yo tengo la solución para Woody Allen. Soy creyente y vivo cada minuto sabiendo que no volverá, pero dándole, al mismo tiempo, un sentido. Creo en un Dios que es mi Padre y que vela por mí y, cosa aún más importante, me ama.

Más aún, pienso que cada acción que realizo, por ese misterioso y hermoso dogma que llamamos comunión de los santos, repercute en el bien (o en el mal) de toda la humanidad. No importa lo pequeño del acto: planchar una camisa, cocinar un buen estofado, firmar papeles, meter un buen gol en un partido, … todo tiene un sentido si lo pongo todos los kilos de amor que soy capaz.

Por eso, la vida de cada persona es un notición, un best-seller para Dios. Claro, para ello necesitamos darle un buen final feliz. Y el mejor Medio, si se me permite llamarlo así, del que disponemos es Dios mismo. ¡Cuánto orgullo debe darnos disfrutar de las muletas de la fe! Las necesitamos urgentemente para poder andar con alegría en medio de este valle de lágrimas. ¡Pregúntele si no a Woody Allen!

Así pues, querido lector, permíteme lanzar al mundo la gran noticia: «¡Extra! ¡Extra! Hoy un ser humano ha amado con todo su corazón a Dios y ha vivido con la ilusión de hacer crecer la humanidad. Dios en el cielo promete recompensa asegurada. ¡Extra!».

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