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Un fenómeno de mujer

Un fenómeno de mujer
Beatificación de Madre Teresa.


Por: Cristóbal Vilarroig | Fuente: Buenas Noticias




Gonxha Inés era una chica normal, de ésas que se ven pasar a diario a nuestro lado. Pero cuando cumplió 18 años tomó una decisión que cambió toda su vida: dejar su Albania para vivir sólo ayudando a los demás. Desde ese momento se llamó Teresa, como para decir: «Gonxha, la chica ordinaria, ha quedado atrás; ahora lucharé por ser una mujer especial». Fue a Irlanda, pero poco duró su paseo por la tierra esmeralda, y cuatro meses después ya estaba en camino a la India para dedicarse a ser maestra de colegio.

Teresa creía tener ya arreglado el resto de su vida. Pero un día sintió que “alguien” la llamaba a hacer algo más, algo tan grande que parecía imposible. Ella, tan pequeña, proveniente de un país casi ignorado, ¿entregarse «totalmente» a los pobres, a los parias, a los enfermos de sida, de lepra? ¿Donarse completamente a los que nadie -pero nadie- quiere? ¿Cómo financiaría su obra? ¿Quién la iba a seguir en aquella vida miserable? ¿Quién iba a reconocer su trabajo? Teresa intenta hacerse de oídos sordos, pero la voz persiste: «¿Me lo negarás, Teresa?» Ella ya sabe quién le habla: es Jesús.

Y no, no se lo negó. Dejó sus planes en el tintero. Fundó una asociación de amigas de los marginados, de hermanas de los tuberculosos, de misioneras del amor. Cambió su hábito de monja por una especie de sábana blanca (el «sari») y por una sonrisa detrás de la cual guardó un secreto que nadie sabrá hasta después de su muerte.

Poco después de haber iniciado la obra de los pobres, Teresa siente un tremendo y fatal abandono de Dios. ¿Es que Dios la ha olvidado? Se mata por Él y, ¿la abandona? Reza, pero parece que Dios no la escucha. Quisiera echar por los aires su proyecto. Mas Teresa reflexiona que Dios ya ha hecho demasiado por ella, que es hora de que ella le demuestre que lo ama sin ningún interés. «Si yo amo a Dios -piensa- tengo que demostrárselo». Y puso manos a la obra.

Como sabía que Jesús estaba en los necesitados, continúo recogiendo enfermos por la calle y curándolos, llevando comida a los pobres, consolando a los huérfanos, a las viudas. En definitiva, se dedicó a amar a Cristo en los pobres. Así, Teresa convirtió su dolor en amor. Y continuó haciéndolo hasta que Dios la llamó, hace ya seis años, a estar con Él en el cielo.

Y aún hoy, desde el otro lado de la frontera, nos grita que aunque no “sintamos” amor, podemos amar; que incluso siendo pobres podemos enriquecer a muchos; que aun si nuestra alma llora, podemos sonreír para que otros no lloren.

¿Hay todavía alguno que no sepa quién es Gonxha Inés, la que se fue a la India y cambió su nombre por Teresa, la que dio su vida por los marginados y que murió en Calcuta el 5 de septiembre de 1997? No lo creo; todo el mundo sabe quién es la Madre Teresa de Calcuta, desde hoy, 19 de octubre, la «beata» Madre Teresa de Calcuta.



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