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Una luz en las sombras

Una luz en las sombras
Los hijos de Dios viven en la cárcel


Por: Ignacio María Rubio, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org




Con el entusiasmo de un grupo de colegiales preparándose para la primera comunión, los presos se reparten por los pupitres con las biblias que les trae Sor Mari Luz, dedicados a fondo a leer y a escuchar las palabras de la hermana.

Tras las tristes puertas de la cárcel, el Espíritu Santo es invocado en todo tipo de idiomas y acentos: con palabras de Brasil, de Ecuador, de Perú, de Colombia, de Santo Domingo, de madrileño castizo, de gallego ... Y hay algunos presos que, oyendo a sor Mari Luz -«su ángel» como la llaman- casi ni hablan. Este fenómeno puede contemplarse en la cárcel de la Estremera, en Madrid (España), en la que se encuentran unos 1700 presos; y tan singular estudio bíblico lo dirige una monjita Hermana de la Caridad.

Mari Luz Ibarz Bazán, a sus setenta y dos años, se levanta a las cuatro de la mañana cada día que acude a la cárcel (dos o tres veces por semana) a visitar a «sus hijos», a «sus preciosos». Se sube en Madrid al autobús de los funcionarios que trabajan en Estremera (a 70 kilómetros).

Desde hace treinta años va de cárcel en cárcel por toda España, con sus biblias en un carro de la compra y una fe enorme en el corazón, rezando y abrazando a algunos que no tienen quien rece por ellos y mucho menos quien los abrace.

El amor es lo que mueve a esta religiosa que reta al frío, al cansancio y a todo impedimento que se le ponga por delante con tal de poder acercarse a “sus hijos” y derramar como un bálsamo sobre ellos todo su aprecio, su comprensión y su cariño. En las sombras de la desesperación ella es un faro luminoso. «Cuando os enteréis de lo preciosos que sois, lo grandes, se os quitarán los complejos. Los hijos de Dios viven en la cárcel».

Para tantos hombres que tienen a sus espaldas una vida destrozada, esta frágil monjita es un símbolo de esperanza y, al acercarse a ella y ser acogidos, la sienten y la ven como una madre. Todos ellos son ladrones, traficantes, maltratadores, ex toxicómanos, homicidas... Eso dicen sus expedientes, porque hoy, en esta sala de la prisión, son catequistas y evangelizadores

Sor Mari Luz los llama a todos por su nombre y conoce sus historias sombrías: «Yo nunca les pregunto qué han hecho. Si quieren desahogarse, me lo cuentan».

El director de la cárcel de la Estremera, Jaime González Novo, que apoya totalmente la labor de Sor Mari Luz, constata el gran bien que consigue con su trabajo entre los presos: «Si salen muchos presos de los módulos es un riesgo para la seguridad; sin embargo, los programas son claves. Estamos aquí para reinsertar y la hermana tiene demanda».

Tanta que hay una lista de entre 200 y 300 para ir a misa los domingos. «¿Por qué Mohamed quiere ir a la actividad de la monja pero luego pide seguir el Ramadán?», cuenta Novo. «Porque encuentra comprensión, amor, se siente querido y eso aquí dentro es un tesoro».

«Gracias por esta mano que nos has dado para escribir, para acariciar; gracias por hacernos tus hijos amados». Esta vivencia que ella tiene del amor de Dios es la que transmite a los internos en la prisión. Y encuentran en ese amor su tabla de salvación a la que se agarran como a un auténtico salvavidas. La hermana Mari Luz es para ellos el reflejo de la Luz; una Luz que rompe todas las sombras.


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