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Yo también conozco al Papa - parte 2

Yo también conozco al Papa - parte 2
Recuerdos con el Papa.


Por: Redacción | Fuente: Buenas Noticias




Una foto con un santo
Roxye Carter Cieply

En los días previos al Cónclave desempolvé las fotos que tengo con el Cardenal Ratzinger. No podía no hacerlo. Además, no me he cansado de enseñárselas a mis amigos diciéndoles: «Tal vez éste sea nuestro próximo Papa».

Las palabras no pueden expresar los sentimientos que experimenté cuando lo vi salir, por televisión, en el balcón de la Basílica.

Siempre supe que el Cardenal era una persona que jugaba un eminente rol en la Iglesia, además de ser una de las manos derechas de Juan Pablo II. Cuando le veía en periódicos o por televisión, me parecía un hombre santo. Pero esta suposición se confirmó en el momento en que le conocí.

Visité Roma durante el año jubilar del 2000. Después de un breve paseo por los Jardines Vaticanos, salimos a recorrer la Plaza de San Pedro. En un momento nos paramos cerca del obelisco. Desde ahí, noté que un sacerdote caminaba sereno por la Plaza. Vestía una larga gabardina; su brillante cabello blanco resaltaba por debajo de su boina oscura.

Conforme se acercó, pude ver que su sotana tenía un filo de color rojo. «Este debe ser uno de los Grandes», pensé. Vi su mano, y tenía un anillo episcopal. «Sí, tiene que ser un cardenal».

«Vamos a saludarlo», les dije a mi esposo e hijo. Así que apretamos el paso. Cuando pude ver su rostro, me di cuenta de quien era.

«Buenas tardes, eminencia», le dijo mi hijo en un italiano bastante rudimentario. Él se paró. Volteó y, con una sonrisa, nos dijo: «Buon giorno!». Mi hijo, un poco nervioso, le dijo: «Umm… Eminencia, sólo quiero presentarle a mis padres. Yo estoy estudiando en Roma y me han venido a visitar».

Él preguntó de dónde éramos, y, gracias a Dios, comenzó a hablar en inglés.

No queríamos quitarle más tiempo, así que le pedimos su bendición y le agradecimos sus atenciones. Mi esposo, armándose de todas sus agallas, le preguntó si le podía sacar una foto. Él respondió -siempre sonriendo- que desde luego. Puso una condición: «Pero con toda la familia».

Lo vimos alejarse, todavía sorprendidos, hasta que entró en el Vaticano. Más tarde, un sacerdote nos dijo que ese era el camino que seguía para entrevistarse con el Santo Padre.



Dos recuerdos con el Card. Ratzinger
Martín Ribas

Recuerdo 1:

Mi madre me contaba, hace algunos años, cómo un joven y apuesto sacerdote llamado Joseph Ratzinger llegó a su parroquia Heilig Blut en Bogenhausen (Munich) para ser vice-párroco. Sus homilías eran extraordinarias. Y en casa se decía: «este sacerdote será alguien grande en el futuro».

En el año 2002, saludé personalmente al Card. Ratzinger, después de la misa que solía celebrar todos los jueves para los peregrinos alemanes y cualquier persona que deseaba acudir. Me presenté y le conté sobre mi madre y la familia, y cómo se acordaban de él.

Su pronta y amable respuesta me impresionó. En seguida adivinó la edad de mi madre. Además, me contó, en un tono siempre sereno y cordial, cómo tuvo ocasión de acudir a la casa de mi tío abuelo, llamado Dietrich Hildebrand, para una conferencia sobre la fe, pues la casa se encontraba cerca de la parroquia.

También me sorprendió cuando dijo que mi tía abuela acababa de escribir una biografía sobre tío Dietrich. Decía que le parecía buena y que estaba por salir una biografía más corta.

Se mostró contento de saludarme. No dejó de asombrarme su sencillez y cercanía; y ¡qué decir de su memoria! Al final le pedí un autógrafo, pues había traído conmigo su libro «La Sal de la Tierra». Con gusto lo firmó y se despidió deseándome lo mejor para los estudios.

Recuerdo 2:

Hace un año y medio tuve la oportunidad de ser monaguillo en una misa con el Card. Ratzinger. Era una misa privada con conocidos del Cardenal. Me invitó un amigo que conoce bien a la familia y que organizó la ceremonia. En ella confería el sacramento de la confirmación a una de las hijas.

Cuando llegó el Cardenal a la sacristía del Santo Ufficio, nos saludó con amabilidad, uno por uno. Al llegar mi turno me preguntó por mis estudios. Le dije que estudiaba 1º de teología. Entonces se interesó por las asignaturas y estuvimos hablando sobre Teología Fundamental: algunos temas y autores.

Yo no salía del asombro de que el mismo Card. Ratzinger se interesaba por los estudios de un seminarista. Sentía una alegría y ánimos indescriptibles. ¡Qué hombre tan humilde y bondadoso! Desde entonces he guardado siempre un grande afecto y aprecio por él.



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