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¿Quién me ha tocado?

¿Quién me ha tocado?
El encuentro entre el Papa y una niña que abre las puertas del cielo


Por: Alvaro Correa, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org





El sol iluminaba la plaza de san Pedro y parecía que sus rayos se concentraban en la sotana blanca del Papa. Su resplandor era el que atribuimos a los ángeles. La audiencia general había concluido y el Papa se retiraba saludando a las personas. El jeep avanzaba lentamente. Los fieles alzaban sus brazos para intentar tocarlo.

¡Cómo no recordar, en ese momento, aquel pasaje del Evangelio en el que Cristo, apretado por una multitud, se volvía a los apóstoles y les preguntaba: “¿Quién me ha tocado?”!

Sentada sobre los hombros de su papá, la pequeña Isabel, veía que el Papa se acercaba. Ella estaba en alto, como atrayendo sobre sí el calor de la fe y de la emoción de todos. Al acortarse la distancia, el Papa la miró. Ambos se regalaron una sonrisa transparente. Isabel se extendió hacia adelante cuanto pudo. El Papa y la niña se estrecharon la mano y sus brazos crearon un arco que venía a sumarse a la magnífica columnata de Bernini.

Isabel, después de saludar al Papa se volvió hacia sus padres y familiares. Su sonrisa era amplia, y sus ojillos estaban llenos de lágrimas… lágrimas de felicidad. Su expresión era tan bella que de inmediato sus hermanos y primos acudieron para abrazarla.

Ella seguía sonriendo y llorando, sin decir palabra. Quienes no pudieron saludar al Papa sentían la emoción de su cercanía abrazando a la pequeña Isabel.

Las lágrimas de felicidad en los ojos de una niña son una ventana abierta al cielo. ¿Por qué Jesús quiso tanto a los niños? Isabel nos respondía con su silencio gozoso que se sobreponía a las ovaciones de los miles de fieles reunidos en la plaza. Hay un rayo de luz que baja directamente del amor de Dios al corazón de las almas sencillas, y su mayor expresión es la dicha, es la felicidad que no puede dar una montaña de oro, ni el cetro del poder mundano.

Las personas que no pudimos estrechar la mano del Papa nos sentimos -humanamente hablando- confortados viendo las lágrimas de felicidad de la niña.

Era el 8 de noviembre de 2006, en la plaza de san Pedro. Isabel, estrechando la mano del Papa, sin darse cuenta, ha provocado que en el paraíso Jesús vuelva a preguntar: “¿Quién me ha tocado?”... San Pedro, dando un paso adelante, sonrojado por la amable complicidad de su sucesor, le ha respondido que fue una niña feliz, sobre los hombros de su papá, en medio de una multitud creyente. Isabel ha tocado el misterio amoroso de la presencia de Dios entre nosotros.

Una oración por el Papa:
http://www.regnumchristi.org/espanol/articulos/articulo.phtml?se=13&ca=24&te=3&id=12549


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