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Homilia del DOMINGO II - Tiempo de Adviento Ciclo A

Homilia del DOMINGO II - Tiempo de Adviento Ciclo A
Señor de la Vida y de la muerte, que reclama definiciones, que espera que nos juguemos por Él ...






DOMINGO II DE ADVIENTO, CICLO A

S.R.: “Tú eres Señor, el único Rey,
tu reino es de paz, de amor y de justicia”. (vers. 6 y 7)

+ ADVIENTO: tiempo para que nos preparemos a recibir dignamente al Señor que viene. Tiempo de espera atenta y vigilante, preparación afectiva y efectiva.

+ Nos ayuda hoy la figura de San Juan Bautista, el precursor del Señor, el último de los profetas del Antiguo Testamento (¡y primo de Jesucristo!), que comienza a predicar poco meses antes de que Jesús iniciara su ministerio público.

+ Juan Bautista à figura clave en el tiempo en que Jesús se manifestó al mundo.
à figura clave también para nosotros, para nuestro Adviento…


+ Anunciado ya en el Antiguo Testamento (Evangelio de hoy): “Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: ‘Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos’”. En el libro de Isaías se anuncia la Buena Noticia de la llegada del Reino de Dios. Al decir que Juan el Bautista es el mensajero que pide preparar el camino del Señor, indirectamente se nos dice que Jesús es Dios y que viene a salvar a su pueblo y a instaurar el Reino.
+ Además, San Mateo relaciona a San Juan Bautista con el profeta Elías (describiendo sus ropas, cosa muy inusual). Juan se viste igual que Elías, uno de los personajes más notables del Antiguo Testamento, que se distinguió por sus asombrosos milagros y por su violencia contra los paganos...

En la Biblia dice que antes de llegar el Mesías, Dios enviaría nuevamente al profeta Elías para prepara y anunciar su llegada. Y en otro lugar de su Evangelio, Mateo dice que este retorno de Elías se ha cumplido en la persona y en el ministerio de Juan el Bautista.

Por lo tanto, se hace claro que Juan el Bautista es el último de los profetas, que viene a anunciar que ya está por cumplirse todo lo anunciado y prometido en el Antiguo Testamento.

+ Algo que nos llama la atención: Juan el Bautista, vestido como el violento profeta Elías, no habla de la llegada del Salvador con palabras que indican misericordia, sino juicio y castigo (como lo habían hecho ya muchos profetas del A. Testamento). Las imágenes que usa inspiran temor: hacha puesta a la raíz de un árbol que no da fruto, fuego que no se apaga, la horquilla que separa la paja del trigo…
Es obvio que la Palabra de Dios no pretende fomentar un cristianismo de “temor y de angustia”, basado en el castigo. Pero el Evangelio nos recuerda hoy que el Dios del Amor, cuya misericordia es tan grande que ni siquiera podemos imaginarla, es también el Señor de la Vida y de la muerte, que reclama definiciones, que espera que nos juguemos por Él, que quiere cosechar donde no se ha sembrado y recoger donde no se ha esparcido; que declara que quien no está con Él, está en su contra; que espera que mostremos nuestro amor más con nuestras obras que con nuestras palabras; que invita gratuitamente al Cielo, pero expulsará a quien no tenga el traje de fiesta; es un Dios festivo, pero que nos llama a la conversión, al arrepentimiento, y a la penitencia mientras tenemos tiempo.

La misericordia de Dios no excluye su justicia. Una y otra se iluminan mutuamente. Al final de nuestra vida, con la venida de Cristo, seremos glorificados en el Cielo, o arrojados a lo profundo del infierno. No hay más alternativas, no hay término medio, no cabe la neutralidad… Así de grandioso y de terrible… Así en los labios de Juan el Bautista (“Den frutos que demuestren que están convertidos”)… Así también para nosotros hoy…

- Muchos judíos decían : “Nuestro padre es Abraham…”
- Juan les responde: “de las piedras, Dios puede sacar hijos de Abraham…”
* No digamos: “Soy cristiano, soy católico”; demostrémoslo con nuestra vida.
Juan anuncia al Señor que traerá “Espíritu Santo y fuego”, es decir purificación para que Dios pueda habitar en nuestros corazones.

+ ADVIENTO: preparación para el encuentro con el Señor que viene.
Viene en la renovación del misterio de la Navidad.
Pero también viene a cada instante, en las maneras secretas que tiene el Señor de hacerse presente en nuestras vidas.
Viene el día final de nuestra vida en este mundo.
Y viene también para consumar la historia de los hombres, en el día final.
ADVIENTO: tiempo para reconocer las “visitas” de Dios, y preparase para su Visita definitiva.
Para todas estas venidas tenemos que prepararnos.
La voz severa del “más grande de los profetas” (Juan el Bautista), nos exhorta a cambiar nuestras actitudes pecaminosas, nuestras actitudes menos cristianas; si se trata de “preparar el camino del Señor”, debemos comenzar por nuestro corazón: rellenar los baches, suprimir los desvíos, quitar los obstáculos, allanar las colinas.

+ Un aspecto muy concreto: la vida de la Gracia de Dios en nosotros. Debemos superar la mentalidad que sólo se conforma con la confesión cuaresmal, y con estar en gracia de Dios “de vez en cuando”...
+ Cada día Dios viene a nuestro corazón, y espera encontrar en el un hogar en el cual quedarse a vivir para siempre...
Pecado = “portazo” a Dios en la cara, echándolo de nuestras vidas.
“Estoy a la puerta y llamo…” (Apocalipsis 3,20)

Que cada día recibamos a Jesús con las mismas disposición interior y el mismo amor que María, en el primer Adviento de la historia. Amén.







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