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Cuatro símbolos para una gran catequesis

Cuatro símbolos para una gran catequesis
La pascua, la cruz, el ícono y la estrella


Por: Jesús de las Heras Muela | Fuente: ECCLESIA Digital



La JMJ´Colonia 2005 está desbordando todas las previsiones. Colonia y las subsedes de Duserfdorl y Bonn, están repletas de jóvenes, especialmente Colonia, en cuya catedral y alrededores es difícilmente posible caminar.

La historia de las JMJ hablan de efectos como el que se puede estar produciendo ahora. Quizás el más significativo de ellos fue en agosto de 1997 en París. Se esperaba, como mucho, a medio millón de jóvenes y la realidad deparó después a más de un millón. Ahora en Colonia, si hubiéramos de juzgar por estas impresiones propias de un periodista a pie entre peregrinos, todo parece indicar que la JMJ´Colonia 2005 se va a situar también en el millón de participantes. Es la gloria, es la pascua de las JMJ, hoy marcada por la cruz tan dolorida y a la vez tan cuajada de esperanza del asesinato anoche en Taizé del hermano Roger. Ya aludíamos a ello en nuestra crónica número 2.

Roger Schutz ha sido el personaje del día en la JMJ´Colonia 2005. En su muerte tan dramática ha representado para quien esto escribe el símbolo de la pascua. De este símbolo y de otros -la cruz, el icono y la estrella- versará la presente crónica.


Roger en la catedral de Bonn

Aunque Bonn no es ciudad episcopal, el bello templo románico de San Martín, uno de los más hermosos de la cuenca del Rhin y de toda Alemania, es llamado la catedral de Bonn. Cuenta la tradición que fue fundado el templo por Santa Elena, la madre del emperador Constantino, sobre las reliquias de distintos mártires, en el mismo lugar ocupado durante la romanización por un cementerio. El actual templo comenzó a construirse en el siglo XIII. El ábside, el claustro y la cripta son las obras artísticas más destacadas del edificio.

Pues bien, en este templo, en esta catedral, instaló la Comunidad ecuménica internacional de Taizé su "centro de operaciones" y de servicios, su recinto, su ámbito y su oferta para la oración y la celebración. Y hasta allí ha ido este periodista en la mañana de hoy, miércoles 17 de agosto de 2005, pocas horas después de la terrible noticia del apuñalamiento del hermano Roger.

El templo estaba abarrotado. Había hasta servicios especiales de voluntarios para controlar las entradas y las salidas. Desde la diez de la mañana un obispo francés ofrecía una catequesis, seguida de la eucaristía. El ambiente que se respiraba era de dolor y emoción contenidos, de indignada y lacerante sorpresa, y, sobre todo, de serena confianza, oblación y esperanza. Como los cánticos y la entera espiritualidad de Taizé, uno de los grandes de Dios a su Iglesia y a la humanidad en los últimos años.

La noticia del asesinato del hermano Roger corría como un reguero dolorido desde el alba de este miércoles 17 de agosto y en todos sus actos ha habido tiempo para la plegaria y para la acción de gracias por la vida y el testimonio de este servidor de la paz, de este maestro de oración, de este cristiano cabal y de una pieza, de este apóstol del ecumenismo y de la reconciliación, que se ha ido de entre nosotros de una forma tan trágica y absurda. Es cruz transida ya de pascua.


La cruz de los jóvenes

Es anuncio y primicia de pascua, como pascua son también las JMJ. Una pascua siempre acompañada por la cruz. Porque las JMJ son fiesta de la cruz resucitada y resucitadora. El próximo vienes, al atardecer, habrá un vía crucis por las calles de Colonia, que evocará en tanto los memorables vía crucis del Circo Máximo de Roma en agosto de 2000 y el de Toronto -toda una obra de arte, teatro, música y catequesis-, en julio de 2002.

Las JMJ son -repito- fiesta de la cruz. Y a todas las ciudades que han acogido una JMJ -Roma, Buenos Aires, Santiago de Compostela, Czestochowa, Denver, Manilas, París y Toronto-, ha viajado, como símbolo peregrino y como anuncio portador de la buena nueva de las JMJ, la cruz de los jóvenes.

El origen de esta cruz data del año 1984. El Papa Juan Pablo II decidió que tenía que haber una cruz -como símbolo de la fe y de la evangelización- cerca del altar mayor de la Basílica de San Pedro. Debía ser una cruz, que pudiera ser vista por todos. De este modo se hizo una cruz de madera de 3,8 metros. Era el Año Santo de la Redención. En su conclusión, el domingo de pascua, después de cerrar la Puerta Santa, Juan Pablo II entregó esa cruz a la juventud del mundo, representada por jóvenes del Centro Internacional Juvenil "San Lorenzo" de Roma y les encomendó llevar la cruz y ser testigos de ella y de su significado: Jesucristo crucificado, la única realidad que nos salva.


Una cruz peregrina

Y esta cruz gigante de madera ha sido desde entonces, desde 1984, la cruz peregrina, la señal anunciadora de las JMJ y del compromiso de la juventud en favor de la Iglesia, la antorcha de estas singulares olimpiadas de juventud, de fe, de alegría y de esperanza. Y la cruz, desde entonces, ha recorrido medio mundo. En 1984 estuvo en Munich, Londres, Paray Le Monial y Praga. En 1985 la cruz de los jóvenes fue llevada a distintas lugares de Italia, Francia, Luxemburgo, Irlanda, Escocia, Malta y Alemania. En 1986 regresó a Italia y Francia y fue a Suiza. Un año después su destino fue Buenos Aires y algunas ciudades de Alemania, Francia y Grecia. En 1988 cruzó el Atlántico y llegó a Estados Unidos de América, amén de visitar, de nuevo, Francia y Alemania. En 1989 estuvo en los Países Bajos, en Santiago de Compostela (España) y en Seúl (Corea).

En 1990, en México, Estados Unidos, Alemania, Francia e Italia; en 1991, en Polonia, Alemania y Suiza; en 1992, en Italia y Estados Unidos de América, donde también estuvo en 1993; en 1994 y en 1995, en Italia y en Filipinas; en 1996, en Filipinas, Francia, Alemania, Países Bajos; en 1997, en Francia, Austria y Bélgica.

En 1998, ante el Gran Jubileo del Año 2000, quiso recorrer las ciudades donde hasta entonces habían tenido lugar las JMJ: Roma, Buenos Aires, Santiago de Compostela, Czestochowa, Denver, Manila y París, para permanecer en Italia en 1999 y en 2000 para recorrer distintas ciudades transalpinas. En 2001 estuvo en Italia y Canadá. En este país fue transportada en aviones, trineos, grúas, tractores, barcos de velas y pesca y visitó enfermos, ancianos, encarcelados, parroquias, universidades, centros comerciales, periódicos, parques y barrios nocturnos.

En 2002 estuvo en Canadá y desde allí fue llevada a la "zona cero" del 11-S de Nueva York para regresar a Canadá para la JMJ’Toronto 2002. Desde entonces y hasta ahora, en las vísperas de la JMJ’Colonia 2005, ha peregrinado por Irlanda, Italia, Francia, España -estuvo en Cuatro Vientos en el inolvidable encuentro de 700.000 jóvenes españoles con el Papa Juan Pablo II-, Suiza y Alemania, país que la acoge en estos días de fiesta, de fe y de esperanza.

Ayer, lunes 16 de agosto, a las cinco de la tarde entraba, entre aplausos, plegarias y llantos, en el estadio de Colonia, que acogía la misa de apertura de esta JMJ. Ya no puede haber JMJ sin cruz. Los jóvenes lo saben bien. Es su cruz. Es su testigo. Es su gloria.


Un icono y una estrella

En la JMJ de Roma 2000, el Papa Juan Pablo II -él siempre tan mariano- quiso añadir otro símbolo: un icono con la imagen de María, una imagen de sabor oriental, como todo icono que se precie. Un icono, pues, que nos recuerda a María y que nos habla también de que la Iglesia, sobre todo en Europa, tiene dos pulmones: el occidental y el oriental.

También el icono mariano llegaba a Colonia este pasado lunes. María es la madre de todos los hombres y lo es singularmente de los jóvenes. A un joven, al apóstol y evangelista San Juan, fue entregada por Jesús en la cruz como su madre: "Madre, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu madre".

En las misas de apertura de esta JMJ´Colonia 2005 estaba previsto al comienzo y al final de los ritos litúrgicos un intercambio de estrellas. La estrella es el símbolo por excelencia de esta JMJ. Es una estrella con “cabellera”, con “melena”, con rastro, la que, según el relato bíblico, guió a los Magos hasta el portal de Belén: "Hemos visto salir su estrella... y hemos venido a adorarlo".

Una estrella, en amarillo intenso, centra el logotipo de la JMJ´Colonia 2005. ¿De qué nos habla esta estrella? De búsqueda, de confianza en los signos de los cielos y de los hombres, de humildad y de sabiduría a la vez, de paciencia y perseverancia, de esfuerzo y de afán, de ofrenda y de entrega, de adoración y de amor. Y de saber volver por otro camino.

¿Seguir, pues, a esta estrella no será el mejor don y el mejor hallazgo del millón de jóvenes de todo el mundo que estos días se congregan y se congregarán en Colonia? Es la estrella de la alegría, de la fiesta y de la vida nueva tras encontrar y adorar a Jesús, el don de los dones de Dios, nuestra heredad y nuestro destino. La heredad y el destino de los jóvenes.

 

Revista Ecclesia en la JMJ 2005
 







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