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La Semana Santa

La Semana Santa
Breve y sencillo, para acompañar la Semana Mayor del Año litúrgico católico.


Por: Gustavo Daniel D´Apice | Fuente: Gustavo Daniel D´Apice



Es también llamada por los cristianos la Semana Mayor del Año, ya que en ella se actualizan los misterios de la salvación realizados por Jesús, el Hijo de Dios enviado por el Padre con el poder y la fuerza del Espíritu Santo.

Ella comienza el Domingo de Ramos, en el que Jesús entra en la ciudad de Jerusalén aclamado por sus seguidores, que agitan ramas y arrojan mantos a su paso, como el Rey esperado por los judíos como Mesías y Señor.

Ante este acontecimiento, las autoridades de su tiempo, deciden acabar con Él, y al no decidir los romanos sobre cuestiones religiosas para un enjuiciamiento civil que pueda llevarlo a la muerte, los jeques judíos no dudan en presentar su aspecto de “subversivo” contra el poder imperial.

Esto acarrearía un serio problema al entonces gobernador del lugar Herodes, ya que las sediciones judías tenían poco más que harto al emperador de Roma.

Especialista en Derecho, el administrador de justicia romano ve la inocencia de Jesús, pero ante la impaciencia del pueblo, incentivado por sus líderes religioso-políticos, decide que su suerte corra a voluntad de ellos que, eligiendo la libertad de Barrabás para esas fiestas pascuales, proponen la condena de Jesús.

Lunes, martes y miércoles santo son un acompañamiento de Jesús en este proceso judicial injusto, lleno de despedidas.

El jueves por la tarde, luna llena después del equinoccio de primavera, 14 del mes de Nisán judío, Jesús celebra la Pascua con sus discípulos. Todo padre de familia lo hacía con la suya. Era el recuerdo de la libertad a través del paso del Mar Rojo, cuando los israelitas conducidos por Moisés salieron de la esclavitud de Egipto.

En la liturgia católica, ha terminado la Cuaresma y se entra en el corazón celebrativo del año: El Triduo Pascual.

Terminada la cena eucarística en la que entrega su cuerpo y su sangre que al día siguiente ofrecerá en la Cruz, cruza el torrente del Cedrón para ir a orar al Monte de los Olivos.

Judas, en la Cena novedosa y trágica, ya había salido para entregarlo y señalarlo ante las autoridades religiosas judías.

En el Monte, pide la compañía cercana de Pedro, Santiago y Juan, aquellos que más participaron de sus andanzas por Palestina, y que contemplaron la Gloria de la Pascua anticipada en el Monte Tabor.

Vencidos por el sueño, ensayan una última defensa cuando Judas se aproxima con soldados y otros más para aprehenderlo.

Llevado, Jesús es juzgado como blasfemo (querer hacerse Dios siendo un hombre solamente) ante las autoridades religiosas, y condenado por tal.

Ante las autoridades civiles, cambian el cargo (irrelevante para los romanos), y lo acusan de atentar contra el poder del César emperador.

Toda la noche del jueves al viernes transcurre entre estas idas y venidas (“entre gallos y medianoche”), tratando de acusar y hacer condenar a Jesús a muerte, no sin torturarlo e infligirle numerosas torturas corporales, psicológicas y espirituales.

Finalmente, el viernes al mediodía se logra la condena y a las 3 de la tarde es ejecutado.

Lo acompañamos aquí también con distintas celebraciones, y quedamos expectantes ante la tumba en un silencio contemplativo y amoroso hasta el sábado al anochecer.

Allí se celebra la fiesta más grande y significativa del mundo católico, la Vigilia Pascual.
Se anticipa lo que sucedió al amanecer del domingo, cuando Jesús retorna glorificado con su mismo cuerpo, pero ya resucitado y novedoso, a la vida sin fin.
La Pascua durará litúrgicamente cincuenta días, aunque en la realidad ya es eterna.

Hemos entrado en el octavo día; Jesús, en la historia, se escapa de ella para ser contemporáneo de todo hombre, y esperar que también resucitados, podamos estar juntos y con Él, corporalmente, sin enfermedad, ni muerte ni dolor, en el Día de su Venida Final.

Gustavo Daniel D´Apice
Profesor de Teología
Pontificia Universidad Católica







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