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Buscando a Dios

Buscando a Dios
Una búsqueda que, en verdad, vale la pena...


Por: Claudio de Castro |



Introducción

Cuando era niño leí un libro que me impresionó mucho. Se titulaba: “Buscando a Dios”. Recogía los pensamientos de Guy de Larigaudie, un explorador francés, que murió en el campo de batalla.

“Tenemos el corazón triste a veces de tanta nostalgia del cielo”.

No podía creer tanto amor a Dios. Tantos deseos de estar siempre cerca de Él.

En uno de los bolsillos de su camisa encontraron una carta dirigida a una monja carmelita…

“Mi vida entera no ha sido más que una larga búsqueda de Dios. Por todas partes, siempre, a todas horas, he buscado su huella o su presencia. La muerte no será para mí más que un maravilloso encuentro”.

Este librito extraordinario reapareció cuando nuevamente iniciaba mi búsqueda de Dios. Desde entonces, han ocurrido muchas cosas, y ya mi vida no es ni podrá ser nunca la misma.

Por eso he querido darle el mismo nombre a mi libro, pues iremos tras una búsqueda que, en verdad, vale la pena...

Capitulo 2

Que pesada es esta cruz

Hoy día de la Santísima Trinidad, me he sentado frente al computador para reflexionar sobre Jesús. En mi casa tengo una estampita con su rostro, tomado del santo sudario de Turín. Se distinguen con claridad los golpes terribles que recibió en su cara, la nariz rota, los pómulos hinchados, el labio superior desencajado, las marcas dolorosas de la corona de espinas.
Te golpearon sin misericordia Señor. Y no tuviste quién te consolara.

A veces me detengo a verlo. Su mirada es tierna y tan joven.
¿Te conozco realmente?
Debajo de éste, una frase me conmueve:
"Sé fiel continuador de mi obra".

Se me ocurre decirle:
¿Cómo me pides esto Jesús?
¿Acaso no hay otros mejor calificados?
¿Qué quieres de mí?

Y su respuesta invariable siempre llega:
"Que hagas el bien".

Sabes, mi vida ha sido como un barco que navega en medio de una tormenta. Grandes olas lo golpean. Pero voy tranquilo. Feliz, porque Jesús es el capitán. Me siento tenido en cuenta, y muy amado.

Que hay que hacer esto o aquello. Y lo hago con gusto sabiendo que él me lo pide. Sin embargo, de un tiempo para acá, ha pasado la tormenta. El barco está anclado en aguas tranquilas. Y no encuentro al capitán. No escucho su voz, ni veo su rostro. Antes nos sostenía su gracia. Ahora debe sostenernos la fe.


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Buscando a Dios
Claudio de Castro
Ediciones San Pablo, Colombia








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