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Brasil

Nuestra Señora Aparecida
Patrona de Brasil. Bajo la protección y el cuidado de María se sigue desarrollando la historia de Brasil.


Por: P. Sergio Rosiles | Fuente: Catholic.net



América, Tierra de María

El Santuario de Nuestra Señora Aparecida, Patrona de Brasil, situado en el estado de Sâo Paulo, al suroeste de esta nación sudamericana. Santuario que es conocido como "Capital de la fe" y también "Capital mariana del país".

Para conocer la historia de este importante santuario mariano vayamos unos años atrás, unos quinientos años. Estamos en el nacimiento de Sâo Paulo. Es el año 1554. Un grupo de jesuitas dirigidos por el P. José de Anchieta llegan con el deseo de transmitir el tesoro de nuestra fe cristiana a los indios Tupis y Guaranis. Fundan la ciudad y ésta se convierte en un importante centro de evangelización.

Los misioneros inculcaban con mucho celo la devoción a María Santísima, poniendo de relieve el papel que Ella, como Madre de Dios, realizó en la obra de la redención. Todas las tardes se tenía la catequesis y se rezaba el santo rosario. En muchas aldeas y villas existían las célebres cofradías del rosario, se hacían procesiones y se realizaban novenas de preparación a las fiestas religiosas.

Así, bajo la protección y el cuidado de María se sigue desarrollando la historia de Brasil. Llega el año 1717. El gobernador de la capitanía de Sâo Paulo, Don Pedro de Almeida, está haciendo un viaje hacia Minas Gerais siguiendo el camino del Valle del Paraíba. Para la alimentación del gobernador y su comitiva habían pedido a los pescadores del lugar que reunieran la mayor cantidad de peces que pudieran.

Los pescadores, entre los que estaban Domingo Martins, Juan Alves y Felipe Pedroso, tomaron sus canoas, se dirigieron al Río Paraíba y comenzaron a trabajar llenos de entusiasmo. Lanzaban las redes una y otra vez pero era inútil. No conseguían pescar nada. Navegaron unos seis kilómetros río arriba, hacia el puerto de Itaguassú. Echaron nuevamente las redes y lo único que sacaron fue una figura de cerámica, cubierta de barro y sin cabeza. Al lanzarlas nuevamente apareció la cabeza y descubrieron que se trataba de la imagen de Nuestra Señora de la Concepción. Después de esto obtuvieron una gran cantidad de peces. Los pescadores regresaron a sus casas felices de haber conseguido una pesca tan maravillosa y muy admirados por lo que había ocurrido.

Felipe Pedroso conservó esta imagen en su casa, junto a Lorenzo de Sá por unos seis años. Luego se fue a vivir a Ponte Alta donde permaneció unos nueve años y pasado este tiempo marchó a vivir a Itaguassú, donde había encontrado la imagen. En 1733 Felipe regaló la imagen a su hijo Atanasio Pedroso. Atanasio hizo construir un oratorio y colocó la imagen de la Virgen sobre el -así llamado - altar de Paus. En este oratorio se reunía todos los sábados con su familia y un grupo de vecinos para cantar la tercera parte del rosario y alabar a la Santísima Virgen.

Pronto comenzaron a suceder prodigios extraordinarios y la fama de la Virgen empezó a correrse espontáneamente. El número de peregrinos que venían de los poblados cercanos creció mucho y la capillita de Itaguassú ya era insuficiente.

Entonces el P. José Alves, vicario de la parroquia de Guaratinguetá mandó construir una capilla más grande en el Morro de los Coqueiros, que estaba más cerca de la parroquia. El templo se inauguró el 26 de julio de 1745 bajo la invocación de Nuestra Señora Aparecida y dos años después surgió en torno a él un pequeño poblado.

El número de peregrinos siguió creciendo de modo extraordinario y la devoción se extendió por todo Brasil. Muy pronto comenzaron a dedicarse capillas e Iglesias a nuestra Señora Aparecida y por todas partes era invocada como Madre y Patrona.

En 1852 se hizo una nueva construcción y más tarde otra en 1888. En 1904 la imagen fue solemnemente coronada y 1908 el templo fue elevado a la categoría de Basílica menor. El 16 de junio de 1930 el Papa Pío XI declaró a Nuestra Señora Aparecida Patrona del Brasil. En 1946 se comenzó la construcción de la actual Basílica y el 4 de junio de 1980 fue consagrada por el santo Padre Juan Pablo II.

Esta es la hermosa historia del Santuario de Nuestra Señora Aparecida. Historia que como todos los acontecimientos divinos nace de modo muy sencillo: el hallazgo de una imagen rota de la virgen por unos pescadores.

¿Qué buscaban esos primeros pescadores cuando hicieron la capillita de Itaguassú? ?¿Qué buscaban los innumerables peregrinos de los siglos XVIII y XIX? ?¿Qué podemos encontrar nosotros, habitantes del moderno siglo XX e iniciadores del tercer milenio? ?¡Nosotros, que estamos inmersos en un mundo maravillado por los avances científicos y tecnológicos! ?¡Nosotros, que recibimos el bombardeo de una cultura que propone como máximo ideal el consumismo y la comodidad! ?¡Nosotros, que asistimos al mismo tiempo al espectáculo de una sociedad llena de injusticias sociales, una sociedad en la que muchos de nuestros hermanos son despreciados y abandonados en su miseria espiritual y material! ?¿Qué podemos encontrar nosotros en Nuestra Señora aparecida?

La respuesta nos la dio el Papa Juan Pablo II cuando consagró esta Basílica: "?¿Que buscaban los antiguos peregrinos? ?¿Qué buscan los peregrinos de hoy? Aquéllo mismo que buscaban en el día, más o menos remoto, del bautismo: la fe y los medios para alimentarla. Buscan los sacramentos de la Iglesia, sobre todo la reconciliación con Dios y el alimento eucarístico. Y vuelven reconfortados y agradecidos con la Señora, Madre de Dios y Madre nuestra."

Con esta invitación del Papa de acercarnos a María, para encontrar junto a Ella a su Hijo Jesucristo, nos despedimos. No dejen de acompañarnos en la próxima transmisión para continuar nuestro recorrido por América, tierra de María. En esa ocasión al santuario de Nuestra Señora del Carmen, en Maipú, Chile.


 







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