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¿Sería mejor que los obispos fueran de su lugar?
Los obispos pueden ser designados a los lugares donde mejor pueden servir o donde más se les necesita


Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net



La misión del obispo es una misión difícil. Es padre, pastor y hermano de todos y cada uno de los católicos de su diócesis. Debe orientar, presidir, animar, y cuando alguna oveja se aleja del redil, también amonestar. El obispo debe salir siempre al encuentro de las circunstancias con las que se encuentran los católicos. Cuando avizora peligros, denunciar; en tiempos difíciles, fortalecer la esperanza; en tiempos de prosperidad, llamar a la solidaridad.

Sin embargo, esta función se hace más difícil de ejercer cuando aquellos a quienes se debe el ministerio son de la propia “familia”. Cuando Jesús fue a predicar a Nazareth los aldeanos escuchaban con desconfianza sus sermones y se decían: “¿No es este el hijo de José?” (Lc. 4, 22). El mismo Jesús terminó sentenciando: “En verdad os digo, que ningún profeta es bien recibido en su patria” (Lc. 4, 24).

Así también el obispo puede ser en ciertos casos de la misma región, pero en no pocas ocasiones será conveniente que no lo sea. Además La Iglesia siendo universal expresa de este modo su catolicidad, es decir, no se trata de la Iglesia de mi pueblo o de mi ciudad, sino de la Iglesia instituida por Cristo, que está en todo el mundo y cuya cabeza es el Papa.

La universalidad de la Iglesia permite que los obispos puedan atender diócesis diversas a las propias. Los obispos están al servicio de la Iglesia universal y pueden ser designados a los lugares donde mejor pueden servir o donde más se les necesita.

 

 

 

 



 







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