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Cristiano de hoy

Rema mar adentro
Meditación. Fuimos creados para remar mar adentro


Por: Paulo Monteiro | Fuente: Catholic.net



Novo Millennio Ineunte 1-3
 

El 6 de enero del presente año, Su Santidad Juan Pablo II firmó su más reciente carta apostólica “Novo Millennio Ineunte”. El objetivo del Santo Padre en esta carta es el de trazar directrices y consignas para que el pueblo de Dios viva de la mejor manera y dentro del plan divino, el nuevo milenio que apenas comienza.

Confieso que a cada día el Santo Padre me sorprende más. Cuando el año jubilar llegó al fin, lo primero que pensé fue mirar hacia atrás y agradecer a Dios todas las gracias recibidas. Y pensando en el pontificado de Juan Pablo II, uno se pregunta qué más resta por hacer. Este santo hombre lleva 23 años liderando la barca de Cristo con eficacia y fecundidad. El Jubileo parecía el culmen, la fase final del pontificado de Juan Pablo II. Pero, para nuestra sorpresa (palabra no extraña en la vida del Santo Padre) el papa elabora un documento qué, si es verdad que agradece a Dios las gracias recibidas, es sobretodo una invitación a mirar hacia adelante.

Esto me hace recordar a un atleta que después de haber ganado el mundial de los 100 mts. planos, lo primero que declaro en una entrevista fue que su objetivo en aquel momento eran las olimpíadas. Esto parece reflejar un aspecto de nuestra naturaleza humana que siempre quiere ir más allá, que necesita siempre progresar. Hay un dicho muy sabio que dice que no avanzar es retroceder. Este ha sido el motto del pontificado de Juan Pablo II.

En la introducción de la carta, el Santo Padre usa una expresión en latín que ilustra muy bien esta necesidad de siempre ir más adelante: “Duc in Altum”. Esa es la expresión que Cristo usó al encontrarse con Pedro y los primeros discípulos. Él subió en la barca de Simón y le ordenó “Duc in Altum”, “Rema mar adentro”. Pedro contestó que había estado toda la noche pescando y no había pescado nada, pero que lo haría de nuevo por tratarse del Maestro. Cuando llegaron al alta mar, pescaron tantos peces que necesitaron ayuda de otras barcas para volver a la orilla.

El Santo Padre nos invita, en este nuevo milenio, a hacer como Pedro, remar mar adentro. Tenemos que pescar nuestro frutos, multiplicar los talentos recibidos. Pero sólo podremos hacerlo si Cristo está en nuestra barca.

En cierta ocasión, un joven reclamaba que en su vida no veía los frutos. Le pregunté cuánto dedicaba a la oración, a lo que me contestó: “no suelo rezar”. ¿Cómo podemos esperar tener éxito en nuestra vida si Cristo es un extraño? Es como salir a pescar en un mar turbulento. Una vez salí a pescar con un grupo de amigos en la cuesta del pacífico. El clima no favorecía nuestra iniciativa. Comenzaba a llover cuando salimos y la capitanía no recomendaba la pesca. Pero, tercos e imprudentes, insistimos en salir. Dos horas después de nuestra partida, nos encontrábamos luchando contra olas que jamás había visto tan grandes. Me encomendé a Dios pues pensaba que mi vida llegaba al fin. La lucha duró otras 3 horas y gracias a Dios pudimos llegar de regreso con vida al puerto. Pero experimentamos lo que es estar en una barca a la deriva en medios a una tempestad.

Empezar este milenio sin poner a Cristo en el centro de nuestras vidas es salir a pescar en un día de tempestad. Cuando Él no está en la barca, no hay cómo enfrentar las enormes olas que la vida nos trae. Pero cuando dejamos a Cristo subir en nuestra barca, los frutos están garantizados, podemos estar seguros de que la pesca será un éxito.

Juan Pablo II nos invita a remar mar adentro en este nuevo milenio con Cristo en nuestra barca. Con Él, no hay qué temer. ¿Por qué tener miedo si Él es nuestro redentor? Él conquistó la victoria para nosotros con su muerte en la cruz. “El poder de la cruz de Cristo y de su resurrección es más grande que todo el mal del que el hombre podría y debería tener miedo”. (Juan Pablo II, Cruzando el Umbral de la Esperanza)

“No tengáis miedo”, nos decía el Papa hace 23 años. Ahora nos invita de nuevo a no tener miedo, a empezar este nuevo milenio con la confianza puesta en el Maestro (“en tu nombre, Señor, echaré las redes”). “Duc in altum!” Nos esperan los peces, los frutos de una vida vivida junto a Cristo. Si nos abandonamos en Él, el miedo desaparecerá y empezaremos este nuevo milenio con la seguridad de quien sabe que en su barca va el Señor de la historia. “Duc in altum!” porque nuestro lugar no es la orilla, porque fuimos creados para remar mar adentro, en la lucha por construir un mundo nuevo en dónde Cristo sea el Rey y el amor la gran ley de los hombres.

 







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