Todo poder viene de Dios
Por: Oscar Schmidt | Fuente: Catholic.net
Dios, en su infinita Misericordia, nos juzgará considerando lo bueno que hemos recibido y lo malo que hemos sufrido a lo largo de la vida. Esto se explica muy claramente en la trascendental parábola de los talentos: nuestra vida será vista por el Justo Juez en base a los dones, gracias o dolores por los que hemos atravesado, sopesando nuestras respuestas frente a los claroscuros que atravesamos en nuestro paso por la tierra. A quien más se le da, más se le pide. Pero quienes poco recibieron, serán considerados de modo distinto también. Debemos rendir cuenta de los muchos o pocos talentos recibidos.
¿Pero como administra Jesús esos talentos?. Muchísimas veces, son otras criaturas las que dan o quitan dones o dolores a las almas. Y una parte importante de esta forma particular en que Dios realiza Su Voluntad, es poniéndonos a cargo de otros, en forma parcial o total, a lo largo de nuestra vida.
Si soy padre o madre, doy o quito talentos a mis hijos. Si mi hijo se vuelve drogadicto como directa o indirecta consecuencia de la mala formación que le doy, Jesús será Misericordioso con él en la contemplación de su caída, pero Su Justicia pondrá los ojos en mi, ya que el rol paterno o materno me dio talentos para que se los dé o quite a mis propios hijos. ¿Que hice con ellos?.
Del mismo modo, si mi hijo se santifica en una vida plena de gracia, Dios mirará con gozo no sólo la propia santidad de mi hijo, sino mi trabajo paterno/materno que colaboró a llevarlo a tan glorioso lugar.
Si soy jefe o estoy a cargo laboralmente de alguien, doy o quito talentos también. Si mi empleado se corrompe porque yo promoví la corrupción en él, Jesús considerará este hecho en Su Juicio sobre su vida. Por supuesto que la persona debió optar por corromperse o apartarse de la mala influencia del jefe, pero mi liderazgo negativo empujó en gran medida a un alma a quebrar sus principios morales. Y Jesús me juzgará como líder negativo, que produjo un efecto multiplicador del mal sobre quienes puso a mi cargo. Si, en cambio, mi liderazgo laboral lleva a las personas al bien y la honestidad, será que todos recibimos la mirada agradable del Señor.
Podríamos expandir los ejemplos a los Sacerdotes con sus fieles, a los maestros con sus alumnos, a los lideres deportivos o artísticos con su influencia sobre la juventud, a los referentes visibles frente a la opinión pública, los políticos frente a su pueblo, los jueces administrando justicia, el niño líder admirado por sus amiguitos, una ama de casa que tiene una empleada doméstica a su cargo, y así casi hasta el infinito.
La salvación o condenación de mi propia alma, entonces, tiene mucho que ver con los actos de quienes estuvieron bajo mi tutela, como directa consecuencia de mis actos sobre ellos. Lo bueno que ellos hacen producto de mis enseñanzas, o de mi ejemplo, nos beneficia a ambos. Y lo malo, nos perjudica a ambos, pero cae sobre quien estuvo a cargo con un peso mayor por haber administrado mal, frente a otros, los talentos que Dios dio.
Cuantas más personas Dios pone a mi cargo, mayor será el efecto multiplicador de santificación o condenación que mis actos sobre los demás generan sobre mi propia alma.
De tal modo:
TODO PODER, LIDERAZGO O INFLUENCIA SOBRE OTROS, VIENE DE DIOS.
Toda autoridad o poder de referencia que tengamos sobre los demás es una responsabilidad enorme frente a nuestra propia salvación o condenación. El poder multiplicador del bien o del mal actúa en directa proporción a lo que hagamos con nuestra capacidad de influir sobre quienes, de un modo u otro, están a nuestro cargo o bajo nuestra influencia.
¿Tienes en claro quienes están a tu cargo o bajo tu influencia?. ¿Eres consciente de quienes te tienen como modelo, quienes te miran para imitarte o seguir tus instrucciones?. Si a ellos les va bien o mal frente a Dios, con su propia alma, es algo que debiera importarte, y mucho.
Dios te ha dado mucho para que dés a los demás. ¿Lo estás dando realmente como Dios espera?. ¿Notas los efectos benéficos o adversos de tus actos u omisiones de hacer?.
¡Cuida y multiplica los talentos que el Señor te ha dado y te da día a día, llegará la hora de rendir cuentas por ello!.