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Fuente: enciclopediacatolica.com/mercaba.org
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LA OCASI? Y PREPARACI? DEL CONCILIO
La idea de este gran concilio parece que se debi?Nestorio, el obispo de Constantinopla. San Cirilo, Patriarca de Alejandr? le hab?acusado ante el Papa San Celestino de herej? y el Papa hab?replicado el 11 de Agosto de 430 encargando a San Cirilo que asumiera su autoridad y avisara en su nombre a Nestorio de que, salvo que se retractara dentro de los diez d? de la recepci?e este ultim?m, se le considerar?excomulgado y depuesto. El requerimiento le fue entregado a Nestorio un domingo, el 30 de Noviembre o el 7 de Diciembre, por cuatro obispos enviados por Cirilo. Pero Nestorio estaba evidentemente bien informado de lo que era de esperar. Se consider?s?ismo como habiendo sido calumniado ante el Papa, y opt?r no entregarse en manos de Cirilo. ?te era, en su opini?no s?un enemigo personal, sino un te?o peligroso, que estaba reviviendo hasta cierto punto los errores de Apolinar. Nestorio ten?influencia sobre el emperador de Oriente, Teodosio II, al que indujo a convocar un concilio general para juzgar sobre la discrepancia entre el Patriarca de Alejandr?y ?mismo, y trabaj?n bien que las cartas de convocatoria del emperador a todos los metropolitanos se publicaron el 19 de Noviembre, unos d? antes de que los mensajeros de Cirilo llegaran. El emperador pudo tomar esta decisi?in que pareciera demasiado que favorec?a Nestorio, porque los monjes de la capital, a quienes Nestorio hab?excomulgado por su oposici? su ense?a her?ca, hab? apelado tambi?a ?para que convocara un concilio. Nestorio, por tanto, no prest?enci?l ultim?m del Papa, y rechaz?jarse guiar por el consejo de someterse que su amigo Juan, el Patriarca de Antioqu? le ofreci?br>
El Papa estaba contento de que todo Oriente se uniera para condenar la nueva herej? Envi?dos obispos, Arcadio y Proyecto para representarle a ?y a su concilio romano, y al sacerdote romano Felipe, como su representante personal. Felipe, por tanto, tom? primer lugar, aunque, al no ser obispo, no pod?presidir. Probablemente se daba por supuesto que el Patriarca de Alejandr?ser?el presidente. Se orden?los legados que no tomaran parte en las discusiones, sino que juzgaran sobre ellas. Parece que Calcedonia, veinte a?despu? estableci? precedente de que los legados papales fueran siempre t?icamente los presidentes de un concilio ecum?co, y esto fue en lo sucesivo considerado como algo que se daba por supuesto y los historiadores griegos supon? que ese debi?r el caso en Nicea.
El emperador estaba ansioso por la presencia del prelado m?venerado de todo el mundo, Agust? y envi? mensajero especial al gran hombre con una carta en t?inos honorables. Pero el santo hab?muerto durante el sitio de Hipona en Agosto anterior, aunque los disturbios de frica hab? impedido que la noticia llegara a Constantinopla.
Teodosio escribi?a carta airada a Cirilo, y una atemperada al concilio. El tono de esta ?ma ep?ola y de las instrucciones dadas al comandante imperial, conde Candidiano, de ser absolutamente imparcial, son atribuidas por las Actas coptas a la influencia ejercida sobre el emperador por el Abad V?or, que hab?sido enviado a Constantinopla por Cirilo para actuar como su agente en la Corte por la veneraci? amistad que se sab?que Teodosio sent?por el santo var?br>
LLEGADA DE LOS PARTICIPANTES A ?ESO
Nestorio, con diecis? obispos, y Cirilo, con cincuenta, llegaron antes de Pentecost?a ?eso. Las Actas coptas nos cuentan que las dos partes llegaron el mismo d? y que por la tarde Nestorio propuso que todos se reunieron en el oficio de V?eras. Los dem?obispos rehusaron. Memn?obispo de ?eso, tem?la violencia, y envi?lo a su clero a la iglesia. La menci?e un tal Flaviano, que parece ser el obispo de Filipos, arroja alguna duda sobre esta historia, pues ese obispo no lleg?sta m?tarde. Memn?e ?eso ten?presentes cuarenta sufrag?os, sin contar doce de Panfilia (a los que Juan de Antioquia llama herejes). Juvenal de Jerusal? con los obispos vecinos a quienes consideraba como sus sufrag?os, y Flaviano de Filipos, con un contingente de las regiones que consideraban a Tesal?a como su metr?i, llegaron poco despu?de Pentecost? El Patriarca de Antioquia, Juan, un viejo amigo de Nestorio, escribi?ra explicar que sus sufrag?os no hab? podido ponerse en marcha hasta despu?de la Octava de Pascua. (Las Actas coptas dicen que hab?hambre en Antioquia). El viaje de treinta d? se hab?alargado por la muerte de algunos caballos; realizar?las ?mas cinco o seis etapas con calma. Pero no lleg? se dijo que se estaba entreteniendo porque no deseaba unirse a la condena de Nestorio. Mientras tanto el calor era grande. Muchos obispos estaban enfermos. Dos o tres murieron. Dos de los metropolitanos de Juan, los de Apamea y de Hier?lis, llegaron y declararon que Juan no deseaba que la apertura del concilio se aplazara por su retraso. Sin embargo, estos dos obispos y Teodoreto de Ciro, con otros sesenta y cinco, escribieron un memorial dirigido a San Cirilo y a Juvenal de Jerusal? pidiendo que se esperara a la llegada de Juan. El conde Candidiano lleg?on el decreto imperial, y adopt? misma opini?
EL CONCILIO PROPIAMENTE DICHO
Pero Cirilo y la mayor?determinaron abrir el concilio el 22 de Junio, al haber pasado diecis? d? desde que Juan anunci? llegada en cinco o seis. Estaba claro para la mayor?que este retraso era intencionado, y probablemente ten? raz?Aun as?s lamentable que no se hicieran todas las concesiones posibles, especialmente cuando a?o hab? llegado noticias de Roma. Porque Cirilo hab?escrito al Papa en relaci?on una importante cuesti?e procedimiento. Nestorio no se hab?retractado en los diez d? fijados por el papa, y por consiguiente se le trataba como excomulgado por la mayor?de los obispos. ¿Se le iba a conceder un nuevo juicio, aunque el Papa ya lo hubiera condenado? ¿O, por el contrario, meramente se le iba a dar la oportunidad de explicar o excusar su rebeld? Uno pod?presumir que el Papa Celestino, al aprobar el concilio, pretend?que Nestorio tuviera un juicio completo, y de hecho esto declaraba en su carta que a?staba en camino. Pero como no le hab?llegado la respuesta a Cirilo, este santo consider?e no ten?derecho a tratar la sentencia del Papa como una cuesti?e discusi?lterior, y sin duda no deseaba mucho hacerlo as?br>
Primera Sesi?22 de Junio)
El concilio se reuni? 22 de Junio, y San Cirilo asumi? presidencia tanto como Patriarca de Alejandr?como ocupando el lugar del sant?mo y bienaventurado arzobispo de la Iglesia de Roma, Celestino, para llevar a cabo su encargo original, que ?consideraba, en ausencia de respuesta de Roma, que estaba a?n vigor.
Por la ma? estaban presentes 160 obispos, y por la tarde se reunieron 198. La sesi?omenz?n una justificaci?e la decisi?e no retrasar m?la apertura. Nestorio hab?sido invitado a asistir el d?anterior. Respondi?e ir?si as?o decidiera. Ante una segunda convocatoria, que le fue remitida ahora, envi? mensaje desde su casa, que estaba rodeada de hombres armados, de que comparecer?cuando todos los obispos hubieran llegado. De hecho s?unos veinte de los sesenta y ocho que hab? pedido un aplazamiento se hab? unido a Cirilo, y los propios sufrag?os de Nestorio tambi?estaban ausentes. A una tercera convocatoria no dio respuesta. Esta actitud se corresponde con su actitud original ante el ultim?m enviado por Cirilo. No reconoc?a Cirilo como juez, y consideraba la apertura del concilio antes de la llegada de sus amigos de Antioquia como una flagrante injusticia.
La sesi?rosigui?e ley? Credo niceno, y luego la segunda carta de Cirilo a Nestorio, sobre la cual los obispos por deseo de Cirilo, juzgaron por separado que estaba de acuerdo con la fe de Nicea, hablando sucesivamente 126. Luego se ley? respuesta de Nestorio. Todos entonces gritaron Anatema a Nestorio. Luego se ley? carta del Papa Celestino a San Cirilo, y despu?de ella la tercera carta de Cirilo a Nestorio con los anatemas que el hereje deb?aceptar. Los obispos que hab? entregado este ultim?m a Nestorio declararon que le hab? dado la carta. Hab?prometido su respuesta para el d?siguiente, pero no hab?dado ninguna, y ni siquiera les dej?trar.
Luego dos amigos de Nestorio, Teodoto de Ancira y Acacio de Mitilene, fueron invitados por Cirilo a dar una relaci?e sus conversaciones en ?eso con Nestorio. Acacio dijo que Nestorio hab?declarado repetidamente dimenaion e trimenaion me dei legesthai Theon. El relato del propio Nestorio de esta conversaci?n su Apolog? (Bethune-Baker, p. 71) muestra que su frase debe traducirse as?No debemos decir que Dios tiene dos o tres meses de edad.Esto no es tan chocante como el sentido que habitualmente se ha atribuido a las palabras en la ?ca moderna tanto como en la antigua (vg., por S?tes, VII, xxxiv): Un ni?e dos o tres meses de edad no deber?ser llamado Dios. El primer sentido est?e acuerdo con la acusaci?e Acacio de que Nestorio declar?no debe o bien negar que la Divinidad (theotes) del Unig?to se ha hecho hombre, o bien admitir lo mismo del Padre y el Esp?tu Santo. (Nestorio quiere decir que la Naturaleza Divina es num?camente una; y si Nestorio realmente dijo theotes y no hypostasis, ten?raz?y Acacio estaba equivocado).
Acacio adem?le acus? pronunciar la herej?de que el Hijo que muri?be distinguirse de la Palabra de Dios. Entonces se ley?a serie de extractos de los Santos Padres, Pedro I y Atanasio de Alejandr? Julio y F?x de Roma (pero estas cartas papales eran falsificaciones de Apolinar), Te?o, el t?de Cirilo, Cipriano, Ambrosio, Gregorio Nacianceno, Basilio, Gregorio de Nisa, tico, Anfiloquio. Despu?de estos, se leyeron pasajes comparados de los escritos de Nestorio. Estos eran, naturalmente, piezas justificativas presentadas por Cirilo, y necesarias para informar al concilio respecto a la cuesti?n litigio. Hefele ha entendido equivocadamente que los obispos estaban examinando la doctrina de Nestorio de nuevo, sin aceptar la condena del Papa como necesariamente correcta. Se present?continuaci?na admirable carta de Capreolo, obispo de Cartago, y primado de un n?o mayor de obispos que cualquiera de los patriarcas orientales. Escribe en medio de la devastaci?e frica por los v?alos, y naturalmente no pod?celebrar ning??do ni enviar obispos. No sigui?nguna discusi?y Hefele se equivoca al sugerir una omisi?n las Actas, que ya son de extraordinaria longitud para un solo d?, sino que los obispos aceptaron con aclamaci?as palabras de Capreolo contra la innovaci? en elogio de la antigua fe, y todos se adelantaron a firmar la sentencia contra Nestorio. Como la excomuni?e San Celestino estaba a?n vigor, y Nestorio hab?rehusado con contumacia responder a la triple citaci?rdenada por los c?nes, la sentencia se expres?mo sigue:
El santo s?do dijo: Puesto que adem?del resto el muy imp?Nestorio no ha querido obedecer a nuestra citaci?ni recibir a los muy santos y temerosos de Dios obispos que le enviamos, tenemos necesariamente que acudir nosotros mismos al examen de sus impiedades; y habiendo entendido a partir de sus cartas y de sus escritos, y de sus recientes dichos en esta metr?i de los que se nos ha informado, que sus opiniones y ense?as son imp?, estando necesariamente obligados a ello tanto por los c?nes [por su contumacia] como por la carta [a Cirilo] de nuestro sant?mo padre y colega Celestino, obispo de la Iglesia Romana, con muchas l?imas hemos llegado a la penosa sentencia siguiente contra ? Nuestro Se? Jesucristo, del que ?ha blasfemado, ha definido por medio de este santo s?do que el mismo Nestorio sea excluido de toda dignidad episcopal y de toda asamblea de obispos.
Esta sentencia recibi?8 firmas, y algunas m?se a?eron despu? Una breve notificaci?irigida al nuevo Judas se envi?Nestorio. Las Actas coptas nos dicen que, como no la quiso recibir, se le peg? su puerta. Todo el asunto se concluy? una sola larga sesi?y era tarde cuando se conoci? resultado. El pueblo de ?eso, lleno de regocijo, escolt?los padres con antorchas e incienso hasta sus casas. Por otra parte, el conde Candidiano tuvo noticia de la deposici?rrancada, y silenci?s gritos de las calles. El concilio escribi?seguida al emperador y al pueblo y clero de Constantinopla, aunque las Actas a?o hab? sido escritas por completo. En una carta a los obispos egipcios en la misma ciudad y al abad Dalmacio (las Actas coptas lo sustituyen por el abad V?or), Cirilo les pide vigilancia, pues Candidiano estaba enviando informes falsos. Se predicaron sermones por Cirilo y sus amigos, y el pueblo de ?eso estaba muy excitado. Incluso antes de esto, Nestorio, escribiendo, con diez obispos, al emperador para quejarse de que el concilio iba a comenzar sin esperar a los de Antioquia y los de Occidente, hab?hablado de la violencia del pueblo, incitado por su obispo Memn?ue (dec?el hereje) le hab?cerrado las iglesias y le amenazaba de muerte.
Llegada de Juan de Antioquia (27 de Junio)
Cinco d? despu?de la primera sesi?leg?an de Antioquia. El partido de Cirilo envi?a delegaci?ara recibirlo honorablemente, pero Juan estaba rodeado de soldados, y se quej? que los obispos estaban creando un tumulto. Antes de que pudiera hablarles, celebr?a asamblea que design?mo santo s?do. Candidiano declar?e hab?desaprobado la reuni?e los obispos antes de la llegada de Juan; hab?asistido a la sesi? le? la carta del emperador (de esto no hay ni una palabra en las Actas, de modo que aparentemente Candidiano estaba mintiendo). Juan acus?Memn?e violencia, y a Cirilo de herej?arriana, apolinariana y eunomiana. Estos dos fueron depuestos por cuarenta y tres obispos presentes; los miembros del concilio ser? perdonados, siempre que condenaran los doce anatemas de Cirilo. Esto era absurdo, pues la mayor?de ellos no pod?entenderse sino en sentido cat?o. Pero Juan, que no era un mal hombre, estaba de mal humor. Se ha de se?r que ni una palabra se dijo a favor de Nestorio en esta asamblea. El partido de Cirilo se estaba ahora quejando del conde Candidiano y sus soldados, como la otra parte lo hizo de Memn? el populacho. Ambos partidos enviaron sus informes a Roma. El emperador estaba muy dolido por la divisi?y escribi?e deb?celebrarse una sesi?olectiva, y comenzar de nuevo el asunto. El funcionario que trajo esta ep?ola llamado Paladio se llev? vuelta muchas cartas de ambos bandos. Cirilo propuso que el emperador mandara por ?y cinco obispos, para darle un relato exacto.
Segunda Sesi?10 de Julio)
Al fin el 10 de Julio llegaron los enviados papales. La segunda sesi?e reuni? la residencia episcopal. El legado Felipe inaugur? acto diciendo que la carta anterior de San Celestino, en la que hab?decidido la cuesti?ctual, ya hab?sido le?; el Papa hab?enviado ahora otra carta. Se ley?ta. Conten?una exhortaci?eneral al concilio, y conclu?diciendo que los legados ten? instrucciones para llevar a cabo lo que el Papa hab?decidido anteriormente; sin duda el concilio estar?de acuerdo. Los Padres entonces gritaron: Este es un juicio justo. ¡Celestino el nuevo Pablo!¡Cirilo el nuevo Pablo! ¡Celestino el guardi?de la Fe!¡Celestino de acuerdo con el S?do! El S?do da las gracias a Cirilo ¡Un Celestino, un Cirilo!
El legado Proyecto dice entonces que la carta ordena al concilio, aunque ?e no necesitaba instrucciones, que lleve a efecto la sentencia que el Papa ha pronunciado. Hefele interpreta esto err?mente: Es decir, que todos los obispos deb? acceder a la sentencia papal (Vol. III, 136). Firmo, el Exarca de Cesarea de Capadocia, responde que el Papa, mediante la carta que envi?los obispos de Alejandr? Jerusal? Tesal?a, Constantinopla y Antioquia, hab?dictado hac?mucho tiempo sus sentencia y decisi?y el s?do al haber pasado lo diez d?, y tambi?un periodo mucho m?largo habiendo esperado m?all?el d?de apertura se?do por el emperador, hab?seguido el camino indicado por el Papa, y, como Nestorio no compareci?ab?ejecutado en ?la sentencia papal, habi?ole infligido la pena can?a y apost?a. Esto era una r?ica a Proyecto, al declarar que lo que requer?el Papa hab?sido hecho, y es un relato preciso de la labor de la primera sesi? de la sentencia; can?a se refiere a las palabras de la sentencia, obligados necesariamente por los c?nes, y apost?a a las palabras y por la carta del obispo de Roma. El legado Arcadio expres? disgusto por la tard?llegada de su grupo, por las tormentas, y pidi?r los decretos del concilio. Felipe, el legado personal del Papa, agradeci?ego a los obispos por adherirse mediante sus aclamaciones como miembros santos a su sagrada cabeza Pues sus santidades no ignoran que el ap?l Pedro es la cabeza de la Fe y de los Ap?les. El Metropolitano de Ancira declar?e Dios hab?demostrado la justicia de la sentencia del s?do con la llegada de la carta de San Celestino y de los legados. La sesi?e clausur?n la lectura de la carta del Papa al emperador.
Tercera Sesi?11 de Julio)
Al d?siguiente, 11 de Julio, tuvo lugar la tercera sesi?Los legados hab? le? las Actas de la primera sesi? ahora s?ped? que la condena de Nestorio se leyera formalmente en presencia de ellos. Cuando se hubo hecho esto, los tres legados pronunciaron por separado una confirmaci?n nombre del Papa. El exordio del discurso de Felipe es c?bre:
No cabe duda a nadie, sino que se ha conocido en todos los tiempos, que el santo y bienaventurado Pedro, pr?ipe y cabeza de los Ap?les, la columna de la Fe, el fundamento de la Iglesia Cat?a, recibi? nuestro Se?Jesucristo, el Salvador y Redentor de la raza humana, las llaves del Reino, que se le dio poder de atar y desatar los pecados, que hasta este d?y por siempre vive y juzga en sus sucesores. Su sucesor en orden y su representante, nuestro santo y m?bienaventurado Papa Celestino...
Fue con palabras tales como ?as ante sus ojos que los Padres griegos y los concilios hablaron del Concilio de ?eso como celebrado por Celestino y Cirilo. Se ley?a traducci?e estos discursos, pues Cirilo entonces se levant?dijo que el S?do les hab?comprendido claramente; y ahora se deb? presentar las Actas de las tres sesiones a los legados para su firma. Arcadio respondi?e naturalmente estaban dispuestos. El s?do orden?e se pusieran las Actas ante ellos, y las firmaron. Se envi?a carta al emperador, dici?ole c?San Celestino hab?celebrado un s?do en Roma y hab?enviado sus legados, que le representaban a ?y a todo Occidente. Todo el mundo estaba por tanto de acuerdo; Teodosio deb?permitir a los obispos volverse a sus casas, pues mucho sufr? por estar en ?eso, y sus di?is tambi?deb? sufrir. S?unos cuantos amigos de Nestorio resist? contra el juicio del mundo. Se deb?nombrar un nuevo obispo para Constantinopla.
El 16 de Julio se celebr?a sesi??solemne, como la primera, en la catedral de la Theotokos. Cirilo y Memn?resentaron una protesta escrita contra el concili?lo de Juan de Antioquia. Fue citado a comparecer, pero ni siquiera recibi?los enviados.
Finalmente el piadoso y bienintencionado emperador lleg?la extraordinaria decisi?e que deb?ratificar las deposiciones decretadas por ambos concilios. Por tanto declar?e Cirilo, Memn?y Juan estaban todos depuestos. Memn? Cirilo fueron mantenidos en estrecho confinamiento. Pero a pesar de todos los esfuerzos del partido de Antioquia, los representantes de los embajadores que el concilio hab?en su momento aceptado enviar, con el legado Felipe, a la Corte, persuadieron al emperador para que aceptara el gran concilio como el ?o verdadero. Nestorio anticip? destino al pedir permiso para retirarse a su antiguo monasterio. El s?do se disolvi?cia primeros de Octubre, y Cirilo lleg? medio de mucha alegr?a Alejandr?el 30 de Octubre. San Celestino hab?muerto entonces, pero su sucesor, San Sixto III, confirm? concilio.(ACI_DIGITAL. Autor JOHN CHAPMAN. Transcrito por Sean Hyland. Traducido por Francisco V?uez)
MAGISTERIO DEL CONCILIO DE ?ESO
De la Encarnaci?
[De la Carta II de San Cirilo Alejandrino a Nestorio, le? y aprobada en la sesi?]
Pues, no decimos que la naturaleza del Verbo, transformada, se hizo carne; pero tampoco que se trasmut? el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; sino, m?bien, que habiendo unido consigo el Verbo, seg?ip?sis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunci?e la persona sola, y que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las naturalezas se destruyera por la uni?sino porque la divinidad y la humanidad constituyen m?bien para nosotros un solo Se?y Cristo e Hijo por la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no naci?imeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendi?bre ? el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se someti?nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen.
Sobre la primac?del Romano Pont?ce
[Del discurso de Felipe, Legado del Romano Pont?ce, en la sesi?II]
A nadie es dudoso, antes bien, por todos los siglos fue conocido que el santo y muy bienaventurado Pedro, principe y cabeza de los Ap?les, columna de la fe y fundamento de la Iglesia Cat?a, recibi?s llaves del reino de manos de nuestro Se?Jesucristo, salvador y redentor del g?ro humano, y a ?le ha sido dada potestad de atar y desatar los pecados; y ? en sus sucesores, vive y juzga hasta el presente y siempre [v. 1824].
Anatematismos o cap?los de Cirilo
(contra Nestorio)
Can. 1. Si alguno no confiesa que Dios es seg?erdad el Emmanuel, y que por eso la santa Virgen es madre de Dios (pues di?luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema.
Can 2. Si alguno no confiesa que el Verbo de Dios Padre se uni?la carne seg?ip?sis y que Cristo es uno con su propia carne, a saber, que el mismo es Dios al mismo tiempo que hombre, sea anatema.
Can. 3. Si alguno divide en el solo Cristo las hip?sis despu?de la uni?uni?olas s?por la conexi?e la dignidad o de la autoridad y potestad, y no m?bien por la conjunci?ue resulta de la uni?atural, sea anatema.
Can. 4. Si alguno distribuye entre dos personas o hip?sis las voces contenidas en los escritos apost?os o evang?cos o dichas sobre Cristo por los Santos o por ? mismo sobre s?ismo; y unas las acomoda al hombre propiamente entendido aparte del Verbo de Dios, y otras, como dignas de Dios, al solo Verbo de Dios Padre, sea anatema.
Can. 5. Si alguno se atreve a decir que Cristo es hombre te?o o portador de Dios y no, m?bien, Dios verdadero, como hijo ?o y natural, seg?l Verbo se hizo carne y tuvo parte de modo semejante a nosotros en la carne y en la sangre [Hebr. 2, 14], sea anatema.
Can 6. Si alguno se atreve a decir que el Verbo del Padre es Dios o Se?de Cristo y no confiesa m?bien, que el mismo es juntamente Dios y hombre, puesto que el Verbo se hizo carne, seg?as Escrituras [Ioh. 1, 14], sea anatema.
Can. 7. Si alguno dice que Jes?ue ayudado como hombre por el Verbo de Dios, y le fue atribu? la gloria del Unig?to, como si fuera otro distinto de ? sea anatema.
Can. 8. Si alguno se atreve a decir que el hombre asumido ha de ser coadorado con Dios Verbo y conglorificado y, juntamente con ? llamado Dios, como uno en el otro (pues la part?la "con" esto nos fuerza a entender siempre que se a?) y no, m?bien, con una sola adoraci?onra al Emmanuel y una sola gloria le tributa seg?ue el Verbo se hizo carne [Ioh. 1, 14], sea anatema.
Can. 9. Si alguno dice que el solo Se?Jesucristo fue glorificado por el Esp?tu, como si hubiera usado de la virtud de ?e como ajena y de ? hubiera recibido poder obrar contra los esp?tus inmundos y hacer milagros en medio de los hombres, y no dice, m?bien, que es su propio Esp?tu aquel por quien obr?s milagros, sea anatema.
Can. 10. La divina Escritura dice que Cristo se hizo nuestro Sumo Sacerdote y Ap?l de nuestra confesi?Hebr. 3, 1] y que por nosotros se ofreci?s?ismo en olor de suavidad a Dios Padre [Eph. 5, 2]. Si alguno, pues, dice que no fue el mismo Verbo de Dios quien se hizo nuestro Sumo Sacerdote y Ap?l, cuando se hizo carne y hombre entre nosotros, sino otro fuera de ?, hombre propiamente nacido de mujer; o si alguno dice que tambi?por s?ismo se ofreci?mo ofrenda y no, m?bien, por nosotros solos (pues no ten?necesidad alguna de ofrenda el que no conoci? pecado), sea anatema.
Can. 11. Si alguno no confiesa que la carne del Se?es vivificante y propia del mismo Verbo de Dios Padre, sino de otro fuera de ?, aunque unido a ? por dignidad, o que s?tiene la inhabitaci?ivina; y no, m?bien, vivificante, como hemos dicho, porque se hizo propia del Verbo, que tiene poder de vivificarlo todo, sea anatema.
Can. 12. Si alguno no confiesa que el Verbo de Dios padeci? la carne y fue crucificado en la carne, y gust? la muerte en la carne, y que fue hecho primog?to de entre los muertos [Col. 1, 18] seg?s vida y vivificador como Dios, sea anatema.
De la guarda de la fe y la tradici?i>
Determin? santo Concilio que a nadie sea l?to presentar otra f?la de fe o escribirla o componerla, fuera de la definida por los Santos Padres reunidos con el Esp?tu Santo en Nicea...
...Si fueren sorprendidos algunos, obispos, cl?gos o laicos profesando o ense?o lo que se contiene en la exposici?resentada por el presb?ro Carisio acerca de la encarnaci?el unig?to Hijo de Dios, o los dogmas abominables y perversos de Nestorio.. queden sometidos a la sentencia de este santo y ecum?co Concilio.. .
Condenaci?e los pelagianos
Can. 1. Si alg?etropolitano de provincia, apart?ose del santo y ecum?co Concilio, ha profesado o profesare en adelante las doctrinas de Celestio, ?e no podr?n modo alguno obrar nada contra los obispos de las provincias, pues desde este momento queda expulsado, por el Concilio, de la comuni?clesi?ica e incapacitado...
Can. 4. Si algunos cl?gos se apartaren tambi?y se atrevieren a profesar en privado o en p?co las doctrinas de Nestorio o las de Celestio, tambi??os, ha decretado el santo Concilio, sean depuestos.
De la autoridad de San Agust?/i>
[De la Carta 21 Apostolici verba praecepti, a los obispos de las Galias, de 15 (?) de mayo de 431]
Cap. 2. A Agust? var?e santa memoria, por su vida y sus merecimientos, le tuvimos siempre en nuestra comuni? jam?le salpic? el rumor de sospecha siniestra; y recordamos que fue hombre de tan grande ciencia, que ya antes fue siempre contado por mis mismos predecesores entre los mejores maestros.
"Ind?lo" sobre la gracia de Dios, o "Autoridades de los obispos anteriores de la Sede Apost?a"
[A?das a la misma Carta por los colectores de c?nes]
Dado el caso que algunos que se glor? del nombre cat?o, permaneciendo por perversidad o por ignorancia en las ideas condenadas de los herejes, se atreven a oponerse a quienes con m?piedad disputan, y mientras no dudan en anatematizar a Pelagio y Celestio, hablan, sin embargo, contra nuestros maestros como si hubieran pasado la necesaria medida, y proclaman que s?siguen y aprueban lo que sancion?ense?a sacrat?ma Sede del bienaventurado Pedro Ap?l por ministerio de sus obispos, contra los enemigos de la gracia de Dios; fue necesario averiguar diligentemente qu?uzgaron los rectores de la Iglesia romana sobre la herej?que hab?surgido en su tiempo y qu?ecretaron hab?de sentirse sobre la gracia de Dios contra los funest?mos defensores del libre albedr? A?remos tambi?algunas sentencias de los Concilios de Africa, que indudablemente hicieron suyas los obispos Apost?os, cuando las aprobaron. As?con el fin de que quienes dudan, se puedan instruir m?plenamente, pondremos de manifiesto las constituciones de los Santos Padres en un breve ?ice a modo de compendio, por el que todo el que no sea excesivamente pendenciero, reconozca que la conexi?e todas las disputas pende de la brevedad de las aqu?uestas autoridades y que no le queda ya raz?lguna de discusi?si con los cat?os cree y dice:
Cap. 1. En la prevaricaci?e Ad? todos los hombres perdieron "la natural posibilidad" e inocencia, y nadie hubiera podido levantarse, por medio del libre albedr? del abismo de aquella ruina, si no le hubiera levantado la gracia de Dios misericordioso, como lo proclama y dice el Papa Inocencio, de feliz memoria, en la Carta al Concilio de Cartago [de 416]: "Despu?de sufrir anta?u libre albedr? al usar con demasiada imprudencia de sus propios bienes, qued?mergido, al caer, en lo profundo de su prevariaci? nada hall?r donde pudiera levantarse de all?y, enga? para siempre por su libertad, hubiera quedado postrado por la opresi?e esta ruina, si m?tarde no le hubiera levantado, por su gracia, la venida de Cristo, quien por medio de la purificaci?e la nueva regeneraci?limpi?or el lavatorio de su bautismo, todo vicio pret?to".
Cap. 2. Nadie es bueno por s?ismo, si por participaci?e s?no se lo concede Aquel que es el solo bueno. Lo que en los mismos escritos proclama la sentencia del mismo Pont?ce cuando dice: "¿Acaso sentiremos bien en adelante de las mentes de aquellos que piensan que a s?ismos se deben el ser buenos y no tienen en cuenta Aquel cuya gracia consiguen todos los d? y conf? que sin ? pueden conseguir tan grande bien?".
Cap. 3. Nadie, ni aun despu?de haber sido renovado por la gracia del bautismo, es capaz de superar las asechanzas del diablo y vencer las concupiscencias de la carne, si no recibiere la perseverancia en la buena conducta por la diaria ayuda de Dios. Lo cual est?onfirmado por la doctrina del mismo obispo en las mismas p?nas, cuando dice: "Porque si bien ? redimi? hombre de los pecados pasados; sabiendo, sin embargo, que pod?nuevamente pecar, muchas cosas se reserv?ra repararle, de modo que aun despu?de estos pecados pudiera corregirle, d?ole diariamente remedios, sin cuya ayuda y apoyo, no podremos en modo alguno vencer los humanos errores. Forzoso es, en efecto, que, si con su auxilio vencemos, si ? no nos ayuda, seamos derrotados".
Cap. 4. Que nadie, si no es por Cristo, usa bien de su libre albedr? el mismo maestro lo pregona en la carta dada al Concilio de Milevi [del a?16], cuando dice: "Advierte, por fin, oh extraviada doctrina de mentes pervers?mas, que de tal modo enga?l primer hombre su misma libertad, que al usar con demasiada flojedad de sus frenos, por presuntuoso cay? la prevaricaci?Y no hubiera podido arrancarse de ella, si por la providencia de la regeneraci?l advenimiento de Cristo Se?no le hubiera devuelto el estado de la pr?ina libertad."
Cap. 5. Todas las intenciones y todas las obras y merecimientos de los Santos han de ser referidos a la gloria y alabanza de Dios, porque nadie le agrada, sino por lo mismo que ? le da. Y a esta sentencia nos endereza la autoridad can?a del papa Z?o, de feliz memoria, cuando dice escribiendo a los obispos de todo el orbe: "Nosotros, empero, por moci?e Dios (puesto que todos los bienes han de ser referidos a su autor, de donde nacen), todo lo referimos a la conciencia de nuestros hermanos y compa?s en el episcopado". Y esta palabra, que irradia luz de sincer?ma verdad, con tal honor la veneraron los obispos de Africa, que le escribieron al mismo Z?o: "Y aquello que pusiste en las letras que cuidaste de enviar a todas las provincias, diciendo: "Nosotros, empero, por moci?e Dios, etc." , de tal modo entendimos fue dicho que, como de pasada, cortaste con la espada desenvainada de la verdad a quienes contra la ayuda de Dios exaltan la libertad del humano albedr? Porque ¿qu?osa hiciste jam?con albedr?tan libre como el referirlo todo a nuestra humilde conciencia? Y, sin embargo, fiel y sabiamente viste que fue hecho por moci?e Dios, y veraz y confiadamente lo dijiste. Por raz?sin duda, de que la voluntad es preparada por el Se?[Prov. 8, 35: I,XX]; y para que hagan alg?ien, ? mismo con paternas inspiraciones toca el coraz?e sus hijos. Porque quienes son conducidos por el Esp?tu de Dios, estos son hijos de Dios [Rom. 8, 14]; a fin de que ni sintamos que falta nuestro albedr?ni dudemos que en cada uno de los buenos movimientos de la voluntad humana tiene m?fuerza el auxilio de ?".
Cap. 6. Dios obra de tal modo sobre el libre albedr?en los corazones de los hombres que, el santo pensamiento, el buen consejo v todo movimiento de buena voluntad procede de Dios, pues por ? podemos alg?ien, sin el cual no podemos nada [cf. Ioh. 15, 5]. Para esta profesi?os instruye, en efecto, el mismo doctor Z?o quien, escribiendo a los obispos de todo el orbe acerca de la ayuda de la divina gracia: "¿Qu?iempo, pues, dice, interviene en que no necesitemos de su auxilio? Consiguientemente, en todos nuestros actos, causas, pensamientos y movimientos, hay que orar a nuestro ayudador y protector. Soberbia es, en efecto, que presuma algo de s?a humana naturaleza, cuando clama el Ap?l: No es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los pr?ipes y potestades de este aire, contra los esp?tus de la maldad en los cielos [Eph. 6, 12]. Y como dice ?mismo otra vez: ¡Hombre infeliz de m?¿Qui?me librar?e este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por Jesucristo nuestro Se?[Rom. 7, 24 s]. Y otra vez: Por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue vac?en mi, sino que trabaj??que todos ellos: no yo, sino la gracia de Dios conmigo [1 Cor. 15, 10].
Cap. 7. Tambi?abrazamos como propio de la Sede Apost?a lo que fue constitu? entre los decretos del Concilio de Cartago [del a?18; v. 101 ss], es decir, lo que fue definido en el cap?lo tercero: Quienquiera dijere que la gracia de Dios, por la que nos justificamos por medio de nuestro Se?Jesucristo, s?vale para la remisi?e los pecados que ya se han cometido, y no tambi?de ayuda para que no se cometan, sea anatema [v. 103].
E igualmente en el cap?lo cuarto: Si alguno dijere que la gracia de Dios por Jesucristo solamente en tanto nos ayuda para no pecar, en cuanto por ella se nos revela y abre la inteligencia de los mandamientos, para saber qu?ebemos desear y qu?vitar; pero que por ella no se nos concede que tambi?queramos y podamos hacer lo que hemos conocido que debe hacerse, sea anatema. Porque, como quiera que dice el Ap?l: la ciencia hincha y la caridad edifica [1 Cor. 8, 1], muy imp?es creer que tenemos la gracia de Cristo para la ciencia que hincha y no la tenemos para la caridad que edifica, como quiera que ambas cosas son don de Dios, lo mismo el saber qu?emos de hacer que el amor para hacerlo, a fin de que, edificando la caridad, la ciencia no pueda hincharnos. Y como de Dios est?scrito: El que ense?l hombre la ciencia [Ps. 93, 10], as?st?scrito tambi? La caridad viene de Dios [I Ioh. 4, 7; v. 104].
Igualmente en el quinto cap?lo: Si alguno dijere que la gracia de la justificaci?e nos da para que podamos cumplir con mayor facilidad por la gracia lo que se nos manda hacer por el libre albedr? como si aun sin d?enos la gracia, pudi?mos no ciertamente con facilidad, pero al cabo pudi?mos sin ella cumplir los divinos mandamientos, sea anatema. De los frutos de los mandamientos hablaba, en efecto, el Se?cuando no dijo: Sin m?on m?dificultad pod? hacer, sino: Sin m?ada pod? hacer [Ioh. 15, 5; v. 105].
Cap. 8. Mas aparte de estas inviolables definiciones de la beat?ma Sede Apost?a por las que los Padres piados?mos, rechazada la soberbia de la pest?ra novedad, nos ense?n a referir a la gracia de Cristo tanto los principios de la buena voluntad como los incrementos de los laudables esfuerzos, y la perseverancia hasta el fin en ellos, consideremos tambi?los misterios de las oraciones sacerdotales que, ense?s por los Ap?les, uniformemente se celebran en todo el mundo y en toda Iglesia Cat?a, de suerte que la ley de la oraci?stablezca la ley de la fe. Porque cuando los que presiden a los santos pueblos, desempe?la legaci?ue les ha sido encomendada, representan ante la divina clemencia la causa del g?ro humano y gimiendo a par con ellos toda la Iglesia, piden y suplican que se conceda la fe a los infieles, que los id?ras se vean libres de los errores de su impiedad, que a los jud?, quitado el velo de su coraz?les aparezca la luz de la verdad, que los herejes, por la comprensi?e la fe cat?a, vuelvan en s?que los cism?cos reciban el esp?tu de la caridad rediviva, que a los ca?s se les confieran los remedios de la penitencia y que, finalmente, a los catec?os, despu?de llevados al sacramento de la regeneraci?se les abra el palacio de la celeste misericordia. Y que todo esto no se pida al Se?formularia o vanamente, lo muestra la experiencia misma, pues efectivamente Dios se digna atraer a much?mos de todo g?ro de errores y, sac?olos del poder de las tinieblas, los traslada al reino del Hijo de su amor [Col. 1, 13] y de vasos de ira los hace vasos de misericordia [Rom. 9, 22 s]. Todo lo cual hasta punto tal se siente ser obra divina que siempre se tributa a Dios que lo hace esta acci?e gracias y esta confesi?e alabanza por la iluminaci? por la correcci?e los tales.
Cap. 9. Tampoco contemplamos con ociosa mirada lo que en todo el mundo practica la Santa Iglesia con los que han de ser bautizados. Cuando lo mismo p?ulos que j?es se acercan al sacramento de la regeneraci?no llegan a la fuente de la vida sin que antes por los exorcismos e insuflaciones de los cl?gos sea expulsado de ellos el esp?tu inmundo, a fin de que entonces aparezca verdaderamente c?es echado fuera el pr?ipe de este mundo [Ioh. 12, 31] y c?primero es atado el fuerte [Mt. 12, 29] y luego son arrebatados sus instrumentos [Mc. 3, 27] que pasan a posesi?el vencedor, de aquel que lleva cautiva la cautividad [Eph. 4, 8] y da dones a los hombres [Ps. 67, 19].
En conclusi?por estas reglas de la Iglesia, y por los documentos tomados de la divina autoridad, de tal modo con la ayuda del Se?hemos sido confirmados, que confesamos a Dios por autor de todos los buenos efectos y obras y de todos los esfuerzos y virtudes por los que desde el inicio de la fe se tiende a Dios, y no dudamos que todos los merecimientos del hombre son prevenidos por la gracia de Aquel, por quien sucede que empecemos tanto a querer como a hacer alg?ien [cf. Phil 2, 13]. Ahora bien, por este auxilio y don de Dios, no se quita el libre albedr? sino que se libera, a fin de que de tenebroso se convierta en l?o, de torcido en recto, de enfermo en sano, de imprudente en pr?o. Porque es tanta la bondad de Dios para con todos los hombres, que quiere que sean m?tos nuestros lo que son dones suyos, y por lo mismo que ? nos ha dado, nos a?r?ecompensas eternas. Obra, efectivamente, en nosotros que lo que ? quiere, nosotros lo queramos y hagamos, y no consiente que est?cioso en nosotros lo que nos di?ra ser ejercitado, no para ser descuidado, de suerte que seamos tambi?nosotros cooperadores de la gracia de Dios. Y si vi?mos que por nuestra flojedad algo languidece en nosotros, acudamos sol?tamente al que sana todas nuestras languideces y redime de la ruina nuestra vida [Ps. 102, 3 s] y a quien diariamente decimos: No nos lleves a la tentaci?mas l?anos del mal [Mt. 6, 13] .
Cap. 10. En cuanto a las partes m?profundas y dif?les de las cuestiones que ocurren y que m?largamente trataron quienes resistieron a los herejes, as?omo no nos atrevemos a despreciarlas, tampoco nos parece necesario alegarlas, pues para confesar la gracia de Dios, a cuya obra y dignaci?ada absolutamente ha de quitarse, creemos ser suficiente lo que nos han ense? los escritos, de acuerdo con las predichas reglas, de la Sede Apost?a; de suerte que no tenemos absolutamente por cat?o lo que apareciere como contrario a las sentencias anteriormente fijadas. (www.mercaba.org)
La idea de este gran concilio parece que se debi?Nestorio, el obispo de Constantinopla. San Cirilo, Patriarca de Alejandr? le hab?acusado ante el Papa San Celestino de herej? y el Papa hab?replicado el 11 de Agosto de 430 encargando a San Cirilo que asumiera su autoridad y avisara en su nombre a Nestorio de que, salvo que se retractara dentro de los diez d? de la recepci?e este ultim?m, se le considerar?excomulgado y depuesto. El requerimiento le fue entregado a Nestorio un domingo, el 30 de Noviembre o el 7 de Diciembre, por cuatro obispos enviados por Cirilo. Pero Nestorio estaba evidentemente bien informado de lo que era de esperar. Se consider?s?ismo como habiendo sido calumniado ante el Papa, y opt?r no entregarse en manos de Cirilo. ?te era, en su opini?no s?un enemigo personal, sino un te?o peligroso, que estaba reviviendo hasta cierto punto los errores de Apolinar. Nestorio ten?influencia sobre el emperador de Oriente, Teodosio II, al que indujo a convocar un concilio general para juzgar sobre la discrepancia entre el Patriarca de Alejandr?y ?mismo, y trabaj?n bien que las cartas de convocatoria del emperador a todos los metropolitanos se publicaron el 19 de Noviembre, unos d? antes de que los mensajeros de Cirilo llegaran. El emperador pudo tomar esta decisi?in que pareciera demasiado que favorec?a Nestorio, porque los monjes de la capital, a quienes Nestorio hab?excomulgado por su oposici? su ense?a her?ca, hab? apelado tambi?a ?para que convocara un concilio. Nestorio, por tanto, no prest?enci?l ultim?m del Papa, y rechaz?jarse guiar por el consejo de someterse que su amigo Juan, el Patriarca de Antioqu? le ofreci?br>
El Papa estaba contento de que todo Oriente se uniera para condenar la nueva herej? Envi?dos obispos, Arcadio y Proyecto para representarle a ?y a su concilio romano, y al sacerdote romano Felipe, como su representante personal. Felipe, por tanto, tom? primer lugar, aunque, al no ser obispo, no pod?presidir. Probablemente se daba por supuesto que el Patriarca de Alejandr?ser?el presidente. Se orden?los legados que no tomaran parte en las discusiones, sino que juzgaran sobre ellas. Parece que Calcedonia, veinte a?despu? estableci? precedente de que los legados papales fueran siempre t?icamente los presidentes de un concilio ecum?co, y esto fue en lo sucesivo considerado como algo que se daba por supuesto y los historiadores griegos supon? que ese debi?r el caso en Nicea.
El emperador estaba ansioso por la presencia del prelado m?venerado de todo el mundo, Agust? y envi? mensajero especial al gran hombre con una carta en t?inos honorables. Pero el santo hab?muerto durante el sitio de Hipona en Agosto anterior, aunque los disturbios de frica hab? impedido que la noticia llegara a Constantinopla.
Teodosio escribi?a carta airada a Cirilo, y una atemperada al concilio. El tono de esta ?ma ep?ola y de las instrucciones dadas al comandante imperial, conde Candidiano, de ser absolutamente imparcial, son atribuidas por las Actas coptas a la influencia ejercida sobre el emperador por el Abad V?or, que hab?sido enviado a Constantinopla por Cirilo para actuar como su agente en la Corte por la veneraci? amistad que se sab?que Teodosio sent?por el santo var?br>
LLEGADA DE LOS PARTICIPANTES A ?ESO
Nestorio, con diecis? obispos, y Cirilo, con cincuenta, llegaron antes de Pentecost?a ?eso. Las Actas coptas nos cuentan que las dos partes llegaron el mismo d? y que por la tarde Nestorio propuso que todos se reunieron en el oficio de V?eras. Los dem?obispos rehusaron. Memn?obispo de ?eso, tem?la violencia, y envi?lo a su clero a la iglesia. La menci?e un tal Flaviano, que parece ser el obispo de Filipos, arroja alguna duda sobre esta historia, pues ese obispo no lleg?sta m?tarde. Memn?e ?eso ten?presentes cuarenta sufrag?os, sin contar doce de Panfilia (a los que Juan de Antioquia llama herejes). Juvenal de Jerusal? con los obispos vecinos a quienes consideraba como sus sufrag?os, y Flaviano de Filipos, con un contingente de las regiones que consideraban a Tesal?a como su metr?i, llegaron poco despu?de Pentecost? El Patriarca de Antioquia, Juan, un viejo amigo de Nestorio, escribi?ra explicar que sus sufrag?os no hab? podido ponerse en marcha hasta despu?de la Octava de Pascua. (Las Actas coptas dicen que hab?hambre en Antioquia). El viaje de treinta d? se hab?alargado por la muerte de algunos caballos; realizar?las ?mas cinco o seis etapas con calma. Pero no lleg? se dijo que se estaba entreteniendo porque no deseaba unirse a la condena de Nestorio. Mientras tanto el calor era grande. Muchos obispos estaban enfermos. Dos o tres murieron. Dos de los metropolitanos de Juan, los de Apamea y de Hier?lis, llegaron y declararon que Juan no deseaba que la apertura del concilio se aplazara por su retraso. Sin embargo, estos dos obispos y Teodoreto de Ciro, con otros sesenta y cinco, escribieron un memorial dirigido a San Cirilo y a Juvenal de Jerusal? pidiendo que se esperara a la llegada de Juan. El conde Candidiano lleg?on el decreto imperial, y adopt? misma opini?
EL CONCILIO PROPIAMENTE DICHO
Pero Cirilo y la mayor?determinaron abrir el concilio el 22 de Junio, al haber pasado diecis? d? desde que Juan anunci? llegada en cinco o seis. Estaba claro para la mayor?que este retraso era intencionado, y probablemente ten? raz?Aun as?s lamentable que no se hicieran todas las concesiones posibles, especialmente cuando a?o hab? llegado noticias de Roma. Porque Cirilo hab?escrito al Papa en relaci?on una importante cuesti?e procedimiento. Nestorio no se hab?retractado en los diez d? fijados por el papa, y por consiguiente se le trataba como excomulgado por la mayor?de los obispos. ¿Se le iba a conceder un nuevo juicio, aunque el Papa ya lo hubiera condenado? ¿O, por el contrario, meramente se le iba a dar la oportunidad de explicar o excusar su rebeld? Uno pod?presumir que el Papa Celestino, al aprobar el concilio, pretend?que Nestorio tuviera un juicio completo, y de hecho esto declaraba en su carta que a?staba en camino. Pero como no le hab?llegado la respuesta a Cirilo, este santo consider?e no ten?derecho a tratar la sentencia del Papa como una cuesti?e discusi?lterior, y sin duda no deseaba mucho hacerlo as?br>
El concilio se reuni? 22 de Junio, y San Cirilo asumi? presidencia tanto como Patriarca de Alejandr?como ocupando el lugar del sant?mo y bienaventurado arzobispo de la Iglesia de Roma, Celestino, para llevar a cabo su encargo original, que ?consideraba, en ausencia de respuesta de Roma, que estaba a?n vigor.
Por la ma? estaban presentes 160 obispos, y por la tarde se reunieron 198. La sesi?omenz?n una justificaci?e la decisi?e no retrasar m?la apertura. Nestorio hab?sido invitado a asistir el d?anterior. Respondi?e ir?si as?o decidiera. Ante una segunda convocatoria, que le fue remitida ahora, envi? mensaje desde su casa, que estaba rodeada de hombres armados, de que comparecer?cuando todos los obispos hubieran llegado. De hecho s?unos veinte de los sesenta y ocho que hab? pedido un aplazamiento se hab? unido a Cirilo, y los propios sufrag?os de Nestorio tambi?estaban ausentes. A una tercera convocatoria no dio respuesta. Esta actitud se corresponde con su actitud original ante el ultim?m enviado por Cirilo. No reconoc?a Cirilo como juez, y consideraba la apertura del concilio antes de la llegada de sus amigos de Antioquia como una flagrante injusticia.
La sesi?rosigui?e ley? Credo niceno, y luego la segunda carta de Cirilo a Nestorio, sobre la cual los obispos por deseo de Cirilo, juzgaron por separado que estaba de acuerdo con la fe de Nicea, hablando sucesivamente 126. Luego se ley? respuesta de Nestorio. Todos entonces gritaron Anatema a Nestorio. Luego se ley? carta del Papa Celestino a San Cirilo, y despu?de ella la tercera carta de Cirilo a Nestorio con los anatemas que el hereje deb?aceptar. Los obispos que hab? entregado este ultim?m a Nestorio declararon que le hab? dado la carta. Hab?prometido su respuesta para el d?siguiente, pero no hab?dado ninguna, y ni siquiera les dej?trar.
Luego dos amigos de Nestorio, Teodoto de Ancira y Acacio de Mitilene, fueron invitados por Cirilo a dar una relaci?e sus conversaciones en ?eso con Nestorio. Acacio dijo que Nestorio hab?declarado repetidamente dimenaion e trimenaion me dei legesthai Theon. El relato del propio Nestorio de esta conversaci?n su Apolog? (Bethune-Baker, p. 71) muestra que su frase debe traducirse as?No debemos decir que Dios tiene dos o tres meses de edad.Esto no es tan chocante como el sentido que habitualmente se ha atribuido a las palabras en la ?ca moderna tanto como en la antigua (vg., por S?tes, VII, xxxiv): Un ni?e dos o tres meses de edad no deber?ser llamado Dios. El primer sentido est?e acuerdo con la acusaci?e Acacio de que Nestorio declar?no debe o bien negar que la Divinidad (theotes) del Unig?to se ha hecho hombre, o bien admitir lo mismo del Padre y el Esp?tu Santo. (Nestorio quiere decir que la Naturaleza Divina es num?camente una; y si Nestorio realmente dijo theotes y no hypostasis, ten?raz?y Acacio estaba equivocado).
Acacio adem?le acus? pronunciar la herej?de que el Hijo que muri?be distinguirse de la Palabra de Dios. Entonces se ley?a serie de extractos de los Santos Padres, Pedro I y Atanasio de Alejandr? Julio y F?x de Roma (pero estas cartas papales eran falsificaciones de Apolinar), Te?o, el t?de Cirilo, Cipriano, Ambrosio, Gregorio Nacianceno, Basilio, Gregorio de Nisa, tico, Anfiloquio. Despu?de estos, se leyeron pasajes comparados de los escritos de Nestorio. Estos eran, naturalmente, piezas justificativas presentadas por Cirilo, y necesarias para informar al concilio respecto a la cuesti?n litigio. Hefele ha entendido equivocadamente que los obispos estaban examinando la doctrina de Nestorio de nuevo, sin aceptar la condena del Papa como necesariamente correcta. Se present?continuaci?na admirable carta de Capreolo, obispo de Cartago, y primado de un n?o mayor de obispos que cualquiera de los patriarcas orientales. Escribe en medio de la devastaci?e frica por los v?alos, y naturalmente no pod?celebrar ning??do ni enviar obispos. No sigui?nguna discusi?y Hefele se equivoca al sugerir una omisi?n las Actas, que ya son de extraordinaria longitud para un solo d?, sino que los obispos aceptaron con aclamaci?as palabras de Capreolo contra la innovaci? en elogio de la antigua fe, y todos se adelantaron a firmar la sentencia contra Nestorio. Como la excomuni?e San Celestino estaba a?n vigor, y Nestorio hab?rehusado con contumacia responder a la triple citaci?rdenada por los c?nes, la sentencia se expres?mo sigue:
El santo s?do dijo: Puesto que adem?del resto el muy imp?Nestorio no ha querido obedecer a nuestra citaci?ni recibir a los muy santos y temerosos de Dios obispos que le enviamos, tenemos necesariamente que acudir nosotros mismos al examen de sus impiedades; y habiendo entendido a partir de sus cartas y de sus escritos, y de sus recientes dichos en esta metr?i de los que se nos ha informado, que sus opiniones y ense?as son imp?, estando necesariamente obligados a ello tanto por los c?nes [por su contumacia] como por la carta [a Cirilo] de nuestro sant?mo padre y colega Celestino, obispo de la Iglesia Romana, con muchas l?imas hemos llegado a la penosa sentencia siguiente contra ? Nuestro Se? Jesucristo, del que ?ha blasfemado, ha definido por medio de este santo s?do que el mismo Nestorio sea excluido de toda dignidad episcopal y de toda asamblea de obispos.
Esta sentencia recibi?8 firmas, y algunas m?se a?eron despu? Una breve notificaci?irigida al nuevo Judas se envi?Nestorio. Las Actas coptas nos dicen que, como no la quiso recibir, se le peg? su puerta. Todo el asunto se concluy? una sola larga sesi?y era tarde cuando se conoci? resultado. El pueblo de ?eso, lleno de regocijo, escolt?los padres con antorchas e incienso hasta sus casas. Por otra parte, el conde Candidiano tuvo noticia de la deposici?rrancada, y silenci?s gritos de las calles. El concilio escribi?seguida al emperador y al pueblo y clero de Constantinopla, aunque las Actas a?o hab? sido escritas por completo. En una carta a los obispos egipcios en la misma ciudad y al abad Dalmacio (las Actas coptas lo sustituyen por el abad V?or), Cirilo les pide vigilancia, pues Candidiano estaba enviando informes falsos. Se predicaron sermones por Cirilo y sus amigos, y el pueblo de ?eso estaba muy excitado. Incluso antes de esto, Nestorio, escribiendo, con diez obispos, al emperador para quejarse de que el concilio iba a comenzar sin esperar a los de Antioquia y los de Occidente, hab?hablado de la violencia del pueblo, incitado por su obispo Memn?ue (dec?el hereje) le hab?cerrado las iglesias y le amenazaba de muerte.
Cinco d? despu?de la primera sesi?leg?an de Antioquia. El partido de Cirilo envi?a delegaci?ara recibirlo honorablemente, pero Juan estaba rodeado de soldados, y se quej? que los obispos estaban creando un tumulto. Antes de que pudiera hablarles, celebr?a asamblea que design?mo santo s?do. Candidiano declar?e hab?desaprobado la reuni?e los obispos antes de la llegada de Juan; hab?asistido a la sesi? le? la carta del emperador (de esto no hay ni una palabra en las Actas, de modo que aparentemente Candidiano estaba mintiendo). Juan acus?Memn?e violencia, y a Cirilo de herej?arriana, apolinariana y eunomiana. Estos dos fueron depuestos por cuarenta y tres obispos presentes; los miembros del concilio ser? perdonados, siempre que condenaran los doce anatemas de Cirilo. Esto era absurdo, pues la mayor?de ellos no pod?entenderse sino en sentido cat?o. Pero Juan, que no era un mal hombre, estaba de mal humor. Se ha de se?r que ni una palabra se dijo a favor de Nestorio en esta asamblea. El partido de Cirilo se estaba ahora quejando del conde Candidiano y sus soldados, como la otra parte lo hizo de Memn? el populacho. Ambos partidos enviaron sus informes a Roma. El emperador estaba muy dolido por la divisi?y escribi?e deb?celebrarse una sesi?olectiva, y comenzar de nuevo el asunto. El funcionario que trajo esta ep?ola llamado Paladio se llev? vuelta muchas cartas de ambos bandos. Cirilo propuso que el emperador mandara por ?y cinco obispos, para darle un relato exacto.
Al fin el 10 de Julio llegaron los enviados papales. La segunda sesi?e reuni? la residencia episcopal. El legado Felipe inaugur? acto diciendo que la carta anterior de San Celestino, en la que hab?decidido la cuesti?ctual, ya hab?sido le?; el Papa hab?enviado ahora otra carta. Se ley?ta. Conten?una exhortaci?eneral al concilio, y conclu?diciendo que los legados ten? instrucciones para llevar a cabo lo que el Papa hab?decidido anteriormente; sin duda el concilio estar?de acuerdo. Los Padres entonces gritaron: Este es un juicio justo. ¡Celestino el nuevo Pablo!¡Cirilo el nuevo Pablo! ¡Celestino el guardi?de la Fe!¡Celestino de acuerdo con el S?do! El S?do da las gracias a Cirilo ¡Un Celestino, un Cirilo!
El legado Proyecto dice entonces que la carta ordena al concilio, aunque ?e no necesitaba instrucciones, que lleve a efecto la sentencia que el Papa ha pronunciado. Hefele interpreta esto err?mente: Es decir, que todos los obispos deb? acceder a la sentencia papal (Vol. III, 136). Firmo, el Exarca de Cesarea de Capadocia, responde que el Papa, mediante la carta que envi?los obispos de Alejandr? Jerusal? Tesal?a, Constantinopla y Antioquia, hab?dictado hac?mucho tiempo sus sentencia y decisi?y el s?do al haber pasado lo diez d?, y tambi?un periodo mucho m?largo habiendo esperado m?all?el d?de apertura se?do por el emperador, hab?seguido el camino indicado por el Papa, y, como Nestorio no compareci?ab?ejecutado en ?la sentencia papal, habi?ole infligido la pena can?a y apost?a. Esto era una r?ica a Proyecto, al declarar que lo que requer?el Papa hab?sido hecho, y es un relato preciso de la labor de la primera sesi? de la sentencia; can?a se refiere a las palabras de la sentencia, obligados necesariamente por los c?nes, y apost?a a las palabras y por la carta del obispo de Roma. El legado Arcadio expres? disgusto por la tard?llegada de su grupo, por las tormentas, y pidi?r los decretos del concilio. Felipe, el legado personal del Papa, agradeci?ego a los obispos por adherirse mediante sus aclamaciones como miembros santos a su sagrada cabeza Pues sus santidades no ignoran que el ap?l Pedro es la cabeza de la Fe y de los Ap?les. El Metropolitano de Ancira declar?e Dios hab?demostrado la justicia de la sentencia del s?do con la llegada de la carta de San Celestino y de los legados. La sesi?e clausur?n la lectura de la carta del Papa al emperador.
Al d?siguiente, 11 de Julio, tuvo lugar la tercera sesi?Los legados hab? le? las Actas de la primera sesi? ahora s?ped? que la condena de Nestorio se leyera formalmente en presencia de ellos. Cuando se hubo hecho esto, los tres legados pronunciaron por separado una confirmaci?n nombre del Papa. El exordio del discurso de Felipe es c?bre:
No cabe duda a nadie, sino que se ha conocido en todos los tiempos, que el santo y bienaventurado Pedro, pr?ipe y cabeza de los Ap?les, la columna de la Fe, el fundamento de la Iglesia Cat?a, recibi? nuestro Se?Jesucristo, el Salvador y Redentor de la raza humana, las llaves del Reino, que se le dio poder de atar y desatar los pecados, que hasta este d?y por siempre vive y juzga en sus sucesores. Su sucesor en orden y su representante, nuestro santo y m?bienaventurado Papa Celestino...
Fue con palabras tales como ?as ante sus ojos que los Padres griegos y los concilios hablaron del Concilio de ?eso como celebrado por Celestino y Cirilo. Se ley?a traducci?e estos discursos, pues Cirilo entonces se levant?dijo que el S?do les hab?comprendido claramente; y ahora se deb? presentar las Actas de las tres sesiones a los legados para su firma. Arcadio respondi?e naturalmente estaban dispuestos. El s?do orden?e se pusieran las Actas ante ellos, y las firmaron. Se envi?a carta al emperador, dici?ole c?San Celestino hab?celebrado un s?do en Roma y hab?enviado sus legados, que le representaban a ?y a todo Occidente. Todo el mundo estaba por tanto de acuerdo; Teodosio deb?permitir a los obispos volverse a sus casas, pues mucho sufr? por estar en ?eso, y sus di?is tambi?deb? sufrir. S?unos cuantos amigos de Nestorio resist? contra el juicio del mundo. Se deb?nombrar un nuevo obispo para Constantinopla.
El 16 de Julio se celebr?a sesi??solemne, como la primera, en la catedral de la Theotokos. Cirilo y Memn?resentaron una protesta escrita contra el concili?lo de Juan de Antioquia. Fue citado a comparecer, pero ni siquiera recibi?los enviados.
Finalmente el piadoso y bienintencionado emperador lleg?la extraordinaria decisi?e que deb?ratificar las deposiciones decretadas por ambos concilios. Por tanto declar?e Cirilo, Memn?y Juan estaban todos depuestos. Memn? Cirilo fueron mantenidos en estrecho confinamiento. Pero a pesar de todos los esfuerzos del partido de Antioquia, los representantes de los embajadores que el concilio hab?en su momento aceptado enviar, con el legado Felipe, a la Corte, persuadieron al emperador para que aceptara el gran concilio como el ?o verdadero. Nestorio anticip? destino al pedir permiso para retirarse a su antiguo monasterio. El s?do se disolvi?cia primeros de Octubre, y Cirilo lleg? medio de mucha alegr?a Alejandr?el 30 de Octubre. San Celestino hab?muerto entonces, pero su sucesor, San Sixto III, confirm? concilio.(ACI_DIGITAL. Autor JOHN CHAPMAN. Transcrito por Sean Hyland. Traducido por Francisco V?uez)
MAGISTERIO DEL CONCILIO DE ?ESO
[De la Carta II de San Cirilo Alejandrino a Nestorio, le? y aprobada en la sesi?]
Pues, no decimos que la naturaleza del Verbo, transformada, se hizo carne; pero tampoco que se trasmut? el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; sino, m?bien, que habiendo unido consigo el Verbo, seg?ip?sis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunci?e la persona sola, y que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las naturalezas se destruyera por la uni?sino porque la divinidad y la humanidad constituyen m?bien para nosotros un solo Se?y Cristo e Hijo por la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no naci?imeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendi?bre ? el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se someti?nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen.
[Del discurso de Felipe, Legado del Romano Pont?ce, en la sesi?II]
A nadie es dudoso, antes bien, por todos los siglos fue conocido que el santo y muy bienaventurado Pedro, principe y cabeza de los Ap?les, columna de la fe y fundamento de la Iglesia Cat?a, recibi?s llaves del reino de manos de nuestro Se?Jesucristo, salvador y redentor del g?ro humano, y a ?le ha sido dada potestad de atar y desatar los pecados; y ? en sus sucesores, vive y juzga hasta el presente y siempre [v. 1824].
(contra Nestorio)
Can. 1. Si alguno no confiesa que Dios es seg?erdad el Emmanuel, y que por eso la santa Virgen es madre de Dios (pues di?luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema.
Can 2. Si alguno no confiesa que el Verbo de Dios Padre se uni?la carne seg?ip?sis y que Cristo es uno con su propia carne, a saber, que el mismo es Dios al mismo tiempo que hombre, sea anatema.
Can. 3. Si alguno divide en el solo Cristo las hip?sis despu?de la uni?uni?olas s?por la conexi?e la dignidad o de la autoridad y potestad, y no m?bien por la conjunci?ue resulta de la uni?atural, sea anatema.
Can. 4. Si alguno distribuye entre dos personas o hip?sis las voces contenidas en los escritos apost?os o evang?cos o dichas sobre Cristo por los Santos o por ? mismo sobre s?ismo; y unas las acomoda al hombre propiamente entendido aparte del Verbo de Dios, y otras, como dignas de Dios, al solo Verbo de Dios Padre, sea anatema.
Can. 5. Si alguno se atreve a decir que Cristo es hombre te?o o portador de Dios y no, m?bien, Dios verdadero, como hijo ?o y natural, seg?l Verbo se hizo carne y tuvo parte de modo semejante a nosotros en la carne y en la sangre [Hebr. 2, 14], sea anatema.
Can 6. Si alguno se atreve a decir que el Verbo del Padre es Dios o Se?de Cristo y no confiesa m?bien, que el mismo es juntamente Dios y hombre, puesto que el Verbo se hizo carne, seg?as Escrituras [Ioh. 1, 14], sea anatema.
Can. 7. Si alguno dice que Jes?ue ayudado como hombre por el Verbo de Dios, y le fue atribu? la gloria del Unig?to, como si fuera otro distinto de ? sea anatema.
Can. 8. Si alguno se atreve a decir que el hombre asumido ha de ser coadorado con Dios Verbo y conglorificado y, juntamente con ? llamado Dios, como uno en el otro (pues la part?la "con" esto nos fuerza a entender siempre que se a?) y no, m?bien, con una sola adoraci?onra al Emmanuel y una sola gloria le tributa seg?ue el Verbo se hizo carne [Ioh. 1, 14], sea anatema.
Can. 9. Si alguno dice que el solo Se?Jesucristo fue glorificado por el Esp?tu, como si hubiera usado de la virtud de ?e como ajena y de ? hubiera recibido poder obrar contra los esp?tus inmundos y hacer milagros en medio de los hombres, y no dice, m?bien, que es su propio Esp?tu aquel por quien obr?s milagros, sea anatema.
Can. 10. La divina Escritura dice que Cristo se hizo nuestro Sumo Sacerdote y Ap?l de nuestra confesi?Hebr. 3, 1] y que por nosotros se ofreci?s?ismo en olor de suavidad a Dios Padre [Eph. 5, 2]. Si alguno, pues, dice que no fue el mismo Verbo de Dios quien se hizo nuestro Sumo Sacerdote y Ap?l, cuando se hizo carne y hombre entre nosotros, sino otro fuera de ?, hombre propiamente nacido de mujer; o si alguno dice que tambi?por s?ismo se ofreci?mo ofrenda y no, m?bien, por nosotros solos (pues no ten?necesidad alguna de ofrenda el que no conoci? pecado), sea anatema.
Can. 11. Si alguno no confiesa que la carne del Se?es vivificante y propia del mismo Verbo de Dios Padre, sino de otro fuera de ?, aunque unido a ? por dignidad, o que s?tiene la inhabitaci?ivina; y no, m?bien, vivificante, como hemos dicho, porque se hizo propia del Verbo, que tiene poder de vivificarlo todo, sea anatema.
Can. 12. Si alguno no confiesa que el Verbo de Dios padeci? la carne y fue crucificado en la carne, y gust? la muerte en la carne, y que fue hecho primog?to de entre los muertos [Col. 1, 18] seg?s vida y vivificador como Dios, sea anatema.
Determin? santo Concilio que a nadie sea l?to presentar otra f?la de fe o escribirla o componerla, fuera de la definida por los Santos Padres reunidos con el Esp?tu Santo en Nicea...
...Si fueren sorprendidos algunos, obispos, cl?gos o laicos profesando o ense?o lo que se contiene en la exposici?resentada por el presb?ro Carisio acerca de la encarnaci?el unig?to Hijo de Dios, o los dogmas abominables y perversos de Nestorio.. queden sometidos a la sentencia de este santo y ecum?co Concilio.. .
Can. 1. Si alg?etropolitano de provincia, apart?ose del santo y ecum?co Concilio, ha profesado o profesare en adelante las doctrinas de Celestio, ?e no podr?n modo alguno obrar nada contra los obispos de las provincias, pues desde este momento queda expulsado, por el Concilio, de la comuni?clesi?ica e incapacitado...
Can. 4. Si algunos cl?gos se apartaren tambi?y se atrevieren a profesar en privado o en p?co las doctrinas de Nestorio o las de Celestio, tambi??os, ha decretado el santo Concilio, sean depuestos.
[De la Carta 21 Apostolici verba praecepti, a los obispos de las Galias, de 15 (?) de mayo de 431]
Cap. 2. A Agust? var?e santa memoria, por su vida y sus merecimientos, le tuvimos siempre en nuestra comuni? jam?le salpic? el rumor de sospecha siniestra; y recordamos que fue hombre de tan grande ciencia, que ya antes fue siempre contado por mis mismos predecesores entre los mejores maestros.
[A?das a la misma Carta por los colectores de c?nes]
Dado el caso que algunos que se glor? del nombre cat?o, permaneciendo por perversidad o por ignorancia en las ideas condenadas de los herejes, se atreven a oponerse a quienes con m?piedad disputan, y mientras no dudan en anatematizar a Pelagio y Celestio, hablan, sin embargo, contra nuestros maestros como si hubieran pasado la necesaria medida, y proclaman que s?siguen y aprueban lo que sancion?ense?a sacrat?ma Sede del bienaventurado Pedro Ap?l por ministerio de sus obispos, contra los enemigos de la gracia de Dios; fue necesario averiguar diligentemente qu?uzgaron los rectores de la Iglesia romana sobre la herej?que hab?surgido en su tiempo y qu?ecretaron hab?de sentirse sobre la gracia de Dios contra los funest?mos defensores del libre albedr? A?remos tambi?algunas sentencias de los Concilios de Africa, que indudablemente hicieron suyas los obispos Apost?os, cuando las aprobaron. As?con el fin de que quienes dudan, se puedan instruir m?plenamente, pondremos de manifiesto las constituciones de los Santos Padres en un breve ?ice a modo de compendio, por el que todo el que no sea excesivamente pendenciero, reconozca que la conexi?e todas las disputas pende de la brevedad de las aqu?uestas autoridades y que no le queda ya raz?lguna de discusi?si con los cat?os cree y dice:
Cap. 1. En la prevaricaci?e Ad? todos los hombres perdieron "la natural posibilidad" e inocencia, y nadie hubiera podido levantarse, por medio del libre albedr? del abismo de aquella ruina, si no le hubiera levantado la gracia de Dios misericordioso, como lo proclama y dice el Papa Inocencio, de feliz memoria, en la Carta al Concilio de Cartago [de 416]: "Despu?de sufrir anta?u libre albedr? al usar con demasiada imprudencia de sus propios bienes, qued?mergido, al caer, en lo profundo de su prevariaci? nada hall?r donde pudiera levantarse de all?y, enga? para siempre por su libertad, hubiera quedado postrado por la opresi?e esta ruina, si m?tarde no le hubiera levantado, por su gracia, la venida de Cristo, quien por medio de la purificaci?e la nueva regeneraci?limpi?or el lavatorio de su bautismo, todo vicio pret?to".
Cap. 2. Nadie es bueno por s?ismo, si por participaci?e s?no se lo concede Aquel que es el solo bueno. Lo que en los mismos escritos proclama la sentencia del mismo Pont?ce cuando dice: "¿Acaso sentiremos bien en adelante de las mentes de aquellos que piensan que a s?ismos se deben el ser buenos y no tienen en cuenta Aquel cuya gracia consiguen todos los d? y conf? que sin ? pueden conseguir tan grande bien?".
Cap. 3. Nadie, ni aun despu?de haber sido renovado por la gracia del bautismo, es capaz de superar las asechanzas del diablo y vencer las concupiscencias de la carne, si no recibiere la perseverancia en la buena conducta por la diaria ayuda de Dios. Lo cual est?onfirmado por la doctrina del mismo obispo en las mismas p?nas, cuando dice: "Porque si bien ? redimi? hombre de los pecados pasados; sabiendo, sin embargo, que pod?nuevamente pecar, muchas cosas se reserv?ra repararle, de modo que aun despu?de estos pecados pudiera corregirle, d?ole diariamente remedios, sin cuya ayuda y apoyo, no podremos en modo alguno vencer los humanos errores. Forzoso es, en efecto, que, si con su auxilio vencemos, si ? no nos ayuda, seamos derrotados".
Cap. 4. Que nadie, si no es por Cristo, usa bien de su libre albedr? el mismo maestro lo pregona en la carta dada al Concilio de Milevi [del a?16], cuando dice: "Advierte, por fin, oh extraviada doctrina de mentes pervers?mas, que de tal modo enga?l primer hombre su misma libertad, que al usar con demasiada flojedad de sus frenos, por presuntuoso cay? la prevaricaci?Y no hubiera podido arrancarse de ella, si por la providencia de la regeneraci?l advenimiento de Cristo Se?no le hubiera devuelto el estado de la pr?ina libertad."
Cap. 5. Todas las intenciones y todas las obras y merecimientos de los Santos han de ser referidos a la gloria y alabanza de Dios, porque nadie le agrada, sino por lo mismo que ? le da. Y a esta sentencia nos endereza la autoridad can?a del papa Z?o, de feliz memoria, cuando dice escribiendo a los obispos de todo el orbe: "Nosotros, empero, por moci?e Dios (puesto que todos los bienes han de ser referidos a su autor, de donde nacen), todo lo referimos a la conciencia de nuestros hermanos y compa?s en el episcopado". Y esta palabra, que irradia luz de sincer?ma verdad, con tal honor la veneraron los obispos de Africa, que le escribieron al mismo Z?o: "Y aquello que pusiste en las letras que cuidaste de enviar a todas las provincias, diciendo: "Nosotros, empero, por moci?e Dios, etc." , de tal modo entendimos fue dicho que, como de pasada, cortaste con la espada desenvainada de la verdad a quienes contra la ayuda de Dios exaltan la libertad del humano albedr? Porque ¿qu?osa hiciste jam?con albedr?tan libre como el referirlo todo a nuestra humilde conciencia? Y, sin embargo, fiel y sabiamente viste que fue hecho por moci?e Dios, y veraz y confiadamente lo dijiste. Por raz?sin duda, de que la voluntad es preparada por el Se?[Prov. 8, 35: I,XX]; y para que hagan alg?ien, ? mismo con paternas inspiraciones toca el coraz?e sus hijos. Porque quienes son conducidos por el Esp?tu de Dios, estos son hijos de Dios [Rom. 8, 14]; a fin de que ni sintamos que falta nuestro albedr?ni dudemos que en cada uno de los buenos movimientos de la voluntad humana tiene m?fuerza el auxilio de ?".
Cap. 6. Dios obra de tal modo sobre el libre albedr?en los corazones de los hombres que, el santo pensamiento, el buen consejo v todo movimiento de buena voluntad procede de Dios, pues por ? podemos alg?ien, sin el cual no podemos nada [cf. Ioh. 15, 5]. Para esta profesi?os instruye, en efecto, el mismo doctor Z?o quien, escribiendo a los obispos de todo el orbe acerca de la ayuda de la divina gracia: "¿Qu?iempo, pues, dice, interviene en que no necesitemos de su auxilio? Consiguientemente, en todos nuestros actos, causas, pensamientos y movimientos, hay que orar a nuestro ayudador y protector. Soberbia es, en efecto, que presuma algo de s?a humana naturaleza, cuando clama el Ap?l: No es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los pr?ipes y potestades de este aire, contra los esp?tus de la maldad en los cielos [Eph. 6, 12]. Y como dice ?mismo otra vez: ¡Hombre infeliz de m?¿Qui?me librar?e este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por Jesucristo nuestro Se?[Rom. 7, 24 s]. Y otra vez: Por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue vac?en mi, sino que trabaj??que todos ellos: no yo, sino la gracia de Dios conmigo [1 Cor. 15, 10].
Cap. 7. Tambi?abrazamos como propio de la Sede Apost?a lo que fue constitu? entre los decretos del Concilio de Cartago [del a?18; v. 101 ss], es decir, lo que fue definido en el cap?lo tercero: Quienquiera dijere que la gracia de Dios, por la que nos justificamos por medio de nuestro Se?Jesucristo, s?vale para la remisi?e los pecados que ya se han cometido, y no tambi?de ayuda para que no se cometan, sea anatema [v. 103].
E igualmente en el cap?lo cuarto: Si alguno dijere que la gracia de Dios por Jesucristo solamente en tanto nos ayuda para no pecar, en cuanto por ella se nos revela y abre la inteligencia de los mandamientos, para saber qu?ebemos desear y qu?vitar; pero que por ella no se nos concede que tambi?queramos y podamos hacer lo que hemos conocido que debe hacerse, sea anatema. Porque, como quiera que dice el Ap?l: la ciencia hincha y la caridad edifica [1 Cor. 8, 1], muy imp?es creer que tenemos la gracia de Cristo para la ciencia que hincha y no la tenemos para la caridad que edifica, como quiera que ambas cosas son don de Dios, lo mismo el saber qu?emos de hacer que el amor para hacerlo, a fin de que, edificando la caridad, la ciencia no pueda hincharnos. Y como de Dios est?scrito: El que ense?l hombre la ciencia [Ps. 93, 10], as?st?scrito tambi? La caridad viene de Dios [I Ioh. 4, 7; v. 104].
Igualmente en el quinto cap?lo: Si alguno dijere que la gracia de la justificaci?e nos da para que podamos cumplir con mayor facilidad por la gracia lo que se nos manda hacer por el libre albedr? como si aun sin d?enos la gracia, pudi?mos no ciertamente con facilidad, pero al cabo pudi?mos sin ella cumplir los divinos mandamientos, sea anatema. De los frutos de los mandamientos hablaba, en efecto, el Se?cuando no dijo: Sin m?on m?dificultad pod? hacer, sino: Sin m?ada pod? hacer [Ioh. 15, 5; v. 105].
Cap. 8. Mas aparte de estas inviolables definiciones de la beat?ma Sede Apost?a por las que los Padres piados?mos, rechazada la soberbia de la pest?ra novedad, nos ense?n a referir a la gracia de Cristo tanto los principios de la buena voluntad como los incrementos de los laudables esfuerzos, y la perseverancia hasta el fin en ellos, consideremos tambi?los misterios de las oraciones sacerdotales que, ense?s por los Ap?les, uniformemente se celebran en todo el mundo y en toda Iglesia Cat?a, de suerte que la ley de la oraci?stablezca la ley de la fe. Porque cuando los que presiden a los santos pueblos, desempe?la legaci?ue les ha sido encomendada, representan ante la divina clemencia la causa del g?ro humano y gimiendo a par con ellos toda la Iglesia, piden y suplican que se conceda la fe a los infieles, que los id?ras se vean libres de los errores de su impiedad, que a los jud?, quitado el velo de su coraz?les aparezca la luz de la verdad, que los herejes, por la comprensi?e la fe cat?a, vuelvan en s?que los cism?cos reciban el esp?tu de la caridad rediviva, que a los ca?s se les confieran los remedios de la penitencia y que, finalmente, a los catec?os, despu?de llevados al sacramento de la regeneraci?se les abra el palacio de la celeste misericordia. Y que todo esto no se pida al Se?formularia o vanamente, lo muestra la experiencia misma, pues efectivamente Dios se digna atraer a much?mos de todo g?ro de errores y, sac?olos del poder de las tinieblas, los traslada al reino del Hijo de su amor [Col. 1, 13] y de vasos de ira los hace vasos de misericordia [Rom. 9, 22 s]. Todo lo cual hasta punto tal se siente ser obra divina que siempre se tributa a Dios que lo hace esta acci?e gracias y esta confesi?e alabanza por la iluminaci? por la correcci?e los tales.
Cap. 9. Tampoco contemplamos con ociosa mirada lo que en todo el mundo practica la Santa Iglesia con los que han de ser bautizados. Cuando lo mismo p?ulos que j?es se acercan al sacramento de la regeneraci?no llegan a la fuente de la vida sin que antes por los exorcismos e insuflaciones de los cl?gos sea expulsado de ellos el esp?tu inmundo, a fin de que entonces aparezca verdaderamente c?es echado fuera el pr?ipe de este mundo [Ioh. 12, 31] y c?primero es atado el fuerte [Mt. 12, 29] y luego son arrebatados sus instrumentos [Mc. 3, 27] que pasan a posesi?el vencedor, de aquel que lleva cautiva la cautividad [Eph. 4, 8] y da dones a los hombres [Ps. 67, 19].
En conclusi?por estas reglas de la Iglesia, y por los documentos tomados de la divina autoridad, de tal modo con la ayuda del Se?hemos sido confirmados, que confesamos a Dios por autor de todos los buenos efectos y obras y de todos los esfuerzos y virtudes por los que desde el inicio de la fe se tiende a Dios, y no dudamos que todos los merecimientos del hombre son prevenidos por la gracia de Aquel, por quien sucede que empecemos tanto a querer como a hacer alg?ien [cf. Phil 2, 13]. Ahora bien, por este auxilio y don de Dios, no se quita el libre albedr? sino que se libera, a fin de que de tenebroso se convierta en l?o, de torcido en recto, de enfermo en sano, de imprudente en pr?o. Porque es tanta la bondad de Dios para con todos los hombres, que quiere que sean m?tos nuestros lo que son dones suyos, y por lo mismo que ? nos ha dado, nos a?r?ecompensas eternas. Obra, efectivamente, en nosotros que lo que ? quiere, nosotros lo queramos y hagamos, y no consiente que est?cioso en nosotros lo que nos di?ra ser ejercitado, no para ser descuidado, de suerte que seamos tambi?nosotros cooperadores de la gracia de Dios. Y si vi?mos que por nuestra flojedad algo languidece en nosotros, acudamos sol?tamente al que sana todas nuestras languideces y redime de la ruina nuestra vida [Ps. 102, 3 s] y a quien diariamente decimos: No nos lleves a la tentaci?mas l?anos del mal [Mt. 6, 13] .
Cap. 10. En cuanto a las partes m?profundas y dif?les de las cuestiones que ocurren y que m?largamente trataron quienes resistieron a los herejes, as?omo no nos atrevemos a despreciarlas, tampoco nos parece necesario alegarlas, pues para confesar la gracia de Dios, a cuya obra y dignaci?ada absolutamente ha de quitarse, creemos ser suficiente lo que nos han ense? los escritos, de acuerdo con las predichas reglas, de la Sede Apost?a; de suerte que no tenemos absolutamente por cat?o lo que apareciere como contrario a las sentencias anteriormente fijadas. (www.mercaba.org)
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