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La Religión en el nuevo escenario internacional
Lección inaugural. Cátedra de Teología. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.30-11-2001


Por: Eduardo Martínez de la Fe |





1. El regreso de Dios
2. La deriva religiosa hacia la violencia
3. ¿Hacia una guerra santa?
4. La religi?n el nuevo escenario
5. Bibliograf?/a>




1. El retorno de Dios

Una frase atribuida a Andr?alraux poco antes de morir en 1976 dec?que el siglo XXI ser?eligioso o no ser?n absoluto. Este pensamiento anticipatorio ha dado la vuelta al mundo y se ha repetido hasta la saciedad porque muchos pensadores y ensayistas han venido reivindicando en el ?mo cuarto de siglo la urgencia de un rearme espiritual.

Reaccionan as?nte la degradaci?e los valores humanos fundamentales en Occidente por efecto del nuevo esp?tu de la modernidad, basado en la plena consecuci?e los derechos individuales al margen de las implicaciones negativas de esta actitud ante los otros miembros de la familia humana y del h?tat planetario que compartimos.

El propio Malraux, en una entrevista que concedi? semanario franc?Le Point en 1975, dijo sin embargo: a m?e me ha atribuido esta frase, pero jam?he dicho que el siglo XXI ser?religioso o no ser?en absoluto porque del siglo XXI yo no s?ada. Lo que yo digo es m?incierto: no excluyo la posibilidad de un acontecimiento espiritual a escala planetaria.

Malraux cre?que la relaci?el hombre con Dios es c?ica y que al terror del que llamaba absolutismo divino de la antig?d le sigui? humanismo sin Dios propio de la Ilustraci?uropea. El acontecimiento espiritual a escala planetaria que anticipaba para el siglo XXI ser? seg?u pensamiento, la siguiente etapa, en la que lo religioso es reasumido por el pensamiento humano. Malraux fue as?no de los primeros pensadores del siglo XX en constatar que la proclamada muerte de Dios no se hab?consumado.

A finales de los a?sesenta, soci?os, fil?os y polit?os consideraban que la concepci?rascendente de la vida hab?sido una etapa superada y que la sociedad moderna se hab?por fin desenganchado de sus atavismos hist?os. Todos pensaban que el progreso de la raz?ient?ca y t?ica conducir?inevitablemente a una salida de la religi?tal como lo expres? fil?o Marcel Gauchet.

Una serie de procesos sociales contribuyeron a formular la as?lamada muerte de Dios: la urbanizaci?e la sociedad, que puso fin a la civilizaci?arroquial, el declive de las grandes religiones hist?as, la integraci?el juda?o en las sociedades modernas, la dominaci?e un nacionalismo laico (?be o turco) en las comunidades musulmanas, la implantaci?el consumismo materialista, la emergencia de la civilizaci?el placer, la transformaci?el papel de la mujer en la sociedad...

El soci?o norteamericano Harvey Cox reflej?illantemente este momento en su emblem?ca obra La ciudad secular, aparecida en 1968. Sin embargo, el duelo por la muerte de Dios no dur?cho tiempo. El propio Cox public?ra obra no menos importante treinta a?m?tarde, titulada El regreso de Dios, en la que analizaba el ?to de los grupos pentecostistas en las grandes ciudades latinoamericanas, asi?cas, africanas e incluso de pa?s desarrollados.

Peter Berger se? tambi?en una obra que acaba de aparecer y titulada El reencantamiento del mundo que, con la excepci?e Europa, el mundo permanece fuertemente religioso y la religi?resente en el espacio p?co.

Esta apreciaci?o ha escapado a otro intelectual franc? Gilles Kepel, que en 1991 public? libro relevante que se titula La revancha de Dios. En este ensayo, Gilles Kepel explica que desde mediados de los a?setenta, diversos movimientos cristianos, jud? y musulmanes, realizan significativas actuaciones en el orden social y pol?co aprovechando el desencanto, ya evidente, hacia las ideolog? y utop? seculares que cimentaron la muerte de Dios.

Cita como ejemplos significativos de este proceso la ascensi?e corrientes ortodoxas en el seno del juda?o y de los partidos radicales en Israel, la creaci?e la primera rep?ca isl?ca en Ir?(1979) y el avance de los movimientos islamistas radicales.
Estos movimientos religiosos, explica Kepel, tienen su propio proyecto de reconstrucci?el mundo basado en sus respectivos textos sagrados. Todos est?comprometidos en la consecuci?e su ideal, unos utilizando procedimientos legales para hacer llegar su mensaje a las gentes, otros extendiendo su actuaci?or la base, fomentando la implantaci?e movimientos sociales.

El denominador com?e estos grupos religiosos es la cr?ca al esp?tu de las Luces sobre el que se fundamenta la sociedad moderna y al laicismo que gobierna desde entonces los asuntos p?cos. Esta reafirmaci?e las diferentes corrientes religiosas suscita frecuentes enfrentamientos entre ellas, pero su presencia e influencia en la sociedad es cada d?m?evidente.

Poco antes de los acontecimientos del 11 de septiembre, un soci?o norteamericano, Mark Juergensmeyer, publicaba un libro titulado Terror en la mente de Dios: el ascenso global de la violencia religiosa. Este autor dedic?os a recorrer el mundo para entrevistarse con los grupos religiosos m?radicales de diferentes creencias a los que se refer?Kepel y descubrir las razones que les llevaban a utilizar la violencia para alcanzar sus fines sagrados.

Las conclusiones de Juergensmeyer son elocuentes: la violencia religiosa ha subido espectacularmente en las ?mas d?das del siglo XX. De los 30 grupos terroristas m?peligrosos del mundo que hab?en 1998, la mitad eran religiosos: jud?, musulmanes y budistas, principalmente. En este c?to no se contabilizaron muchos grupos religiosos violentos de otras creencias existentes en el mundo, ni tampoco las numerosas milicias cristianas y otras organizaciones paramilitares existentes en Estados Unidos, cuyas actuaciones han sido en ocasiones dram?cas.

Para el Gobierno norteamericano de entonces, los actos terroristas cometidos en nombre de la religi? de la identidad ?ica se han convertido en uno de los m?importantes retos a la seguridad a los que nos enfrentamos tras la guerra fr?/i>, en palabras del entonces secretario de Estado, Warren Christopher.

La primera pregunta que surge a la vista de estos datos es c?es posible que personas supuestamente amantes de Dios, del Ser al que todas las tradiciones atribuyen las mayores virtudes, principalmente el amor, sean capaces de desarrollar episodios violentos como los de Nueva York, Washington, Tokio u Oklahoma, y tambi?de asesinar a personas porque mantienen actitudes religiosas diferentes a las suyas.

La segunda pregunta, relacionada con la anterior, es por qu?l fen?o religioso que describe Kepel como la revancha de Dios, adquiere connotaciones tan violentas que revuelven las conciencias y suscitan tambi?reacciones religiosas no menos beligerantes, como la adoptada por Bush despu?de los atentados del 11 de septiembre, cuando afirmando que Dios no es neutral, se erigi? adalid de la lucha del Bien contra el Mal y or? las iglesias y mezquitas por el ?to de las operaciones militares de Estados Unidos.

La tercera pregunta es qu?odemos hacer los ciudadanos del mundo, y m?particularmente los que compartimos una visi?rascendente de la vida, ante la crisis de civilizaci?uscitada por esta inesperada evoluci?e la violencia religiosa que, a?iendo minoritaria, ostenta un poder singular capaz de sacudir la econom?internacional y de movilizar a las potencias contra un pa?que no ha salido de la Edad Media y gobernado, hasta hace unos d?, por una rep?ca isl?ca.

De esta reflexi?escubriremos c?las personas que tienen asumidos compromisos religiosos expl?tos, como los estudiosos de la teolog? tienen una responsabilidad cada vez mayor en una sociedad en la que reducidos grupos de personas, perdidos en los laberintos de la crisis de nuestra civilizaci?desarrollan episodios de violencia radicalmente opuestos a los argumentos teol?os que esgrimen para justificar sus actos terroristas.

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2. La deriva religiosa hacia la violencia

Hablar de teolog?es describir en lenguaje humano lo que interpretamos como el pensamiento de Dios. Theo-logos, etimol?amente, quiere decir el conocimiento de Dios.

Rara vez este pensamiento justifica actos de violencia. Sin embargo, esas escasas ocasiones han aparecido en todas las tradiciones religiosas. Las actuales culturas de la violencia cristiana, jud? musulmana, hind?ij y budista, se apoyan en esos precedentes hist?os para justificar sus actos de violencia religiosa, seg?a podido comprobar Juergensmeyer.
Las actuaciones de violencia religiosa que conocemos en nuestros d? abarcan desde los atentados del 11 de septiembre hasta la matanza de cat?os en una iglesia de Pakist? pasando por el asesinato de m?cos abortistas de Estados Unidos y por los atentados de Oklahoma y Tokio a manos de iluminados de diferentes sectas religiosas.

Estas actuaciones forman parte del escenario descrito por Malraux y confirmado por Kepel. Se inscriben en la l?a de la reacci?xtrema al proceso de secularizaci?urgido en el siglo XVIII, que concluy?n la declaraci?e la muerte de Dios en la primera mitad del siglo XX.

Estas reacciones extremas son minoritarias y no representan a la cultura de las religiones en nombre de las cuales act? Sin embargo, sus protagonistas tienen un compromiso intensivo con sus formas de pensamiento, interpretan de forma radical las fuentes de las tradiciones sagradas y se consideran enviados de Dios. Pretenden cumplir con una misi?ue en l?as generales coincide con la sacralizaci?e la modernidad y la reimplantaci?e criterios religiosos para la administraci?e los asuntos p?cos.

Si nos atenemos a la experiencia musulmana, esta tentativa de sacralizar la sociedad recurriendo a la violencia no es hist?amente nueva. Paul Balta se? que las luchas por la ortodoxia comenzaron desde la muerte del Profeta en el a?32 y que desde entonces no han dejado de formar parte de la evoluci?e las sociedades musulmanas.

Los movimientos islamistas contempor?os en los que se inspiraron los autores de los atentados del 11 de septiembre, tienen su origen en la constituci?n Egipto, en 1928, de la Asociaci?e los Hermanos Musulmanes, surgida bajo el lema El Cor?es nuestra Constituci?

Originalmente, los Hermanos Musulmanes fueron antibrit?cos y anticomunistas. Combaten las influencias occidentales y pretenden establecer un Estado isl?co para restaurar el califato. Como Al-Qaida, la organizaci?e Ben Laden, hay otras agrupaciones afines, como el Frente Isl?co de Salvaci?n Argelia, los chiitas radicales iran? y los talibanes de Afganist? que mantienen relaciones entre ellos y forman un movimiento m?amplio de dimensiones realmente desconocidas con los mismos objetivos.

La Asociaci?e los Hermanos Musulmanes y las organizaciones afines son el resultado de la confrontaci?ecular entre la tradici?sl?ca y el Esp?tu de las Luces que propici? desarrollo industrial moderno. De esta confrontaci?urgi?ntre un grupo de intelectuales egipcios, sirios y libaneses, la Nahda o Renacimiento, origen del modernismo isl?co y de su reacci?ontraria, el fundamentalismo musulm?

Sobre la base de este modernismo isl?co, influenciado por las ideas de Saint Simon, surgen, de un lado, el nacionalismo ?be representado pol?camente por el partido Baas (Resurrecci?y, de otro lado, el nasserismo, ambos dominantes en el mundo ?be del siglo XX.

El fundamentalismo cristaliza, sin embargo, en torno a los Hermanos Musulmanes, que hist?amente se ha enfrentado al nacionalismo modernista. Aunque este nacionalismo protagoniz? descolonizaci? los primeros intentos de desarrollo asociado al progreso industrial, desde los a?setenta acusa el desgaste derivado de la corrupci?nstitucional, del retraso tecnol?o de sus comunidades y del aumento global de las desigualdades.

Todas estas debilidades se han convertido en el principal argumento de las reivindicaciones fundamentalistas. A ellas hay que a?r el fracaso del nacionalismo ?be en su intento de restablecer los derechos nacionales de los palestinos, as?omo de conciliar intereses entre ?bes y no ?bes (los kurdos de Irak y los persas de Ir?, y entre cristianos y musulmanes.

Por ?mo, la clara disoluci?e las identidades hist?as que se ha producido en el seno de las sociedades musulmanas al amparo de la modernizaci?ha ejercido una especial influencia en la poblaci?enor de 20 a? que representa al 60% del total de creyentes musulmanes.

Estos j?es, perdidos entre dos mundos y sin perspectivas de participar en el desarrollo econ?o de sus respectivos pa?s, son los que nutren las filas del fundamentalismo buscando en la religi?o s?la autenticidad perdida, sino tambi?un sentido a sus vidas que alcanza la m?ma expresi?n el martirio personal y colectivo.

Estos grupos pretenden recuperar lo que consideran el islam original y establecer el reinado de Dios en la Tierra a trav?de la charia o ley isl?ca. Esta ley est?onstituida por una serie de reglas y c?os convertidos en norma social y pol?ca.

Para ellos, la implantaci?el reino de Dios pasa en consecuencia por la recuperaci?e las estructuras pol?cas y sociales tradicionales, tales como el poder del clero y la dominaci?e los hombres sobre las mujeres, as?omo por la ruptura de relaciones con aquellos Estados que no sean musulmanes.

Los ejemplos m?elocuentes de la confrontaci?ntre las dos ramas del islam fueron, por un lado, la guerra del baaista Irak contra el Ir?fundamentalista en los a?ochenta del siglo XX, y, por otro lado, el asesinato del presidente egipcio, Anwar el Sadat, en 1981, a manos de los Hermanos Musulmanes.

Este magnicidio es s?uno de los episodios de violencia terrorista de los muchos que se han sucedido desde los a?sesenta, y que se han incrementado al mismo tiempo que crec?la frustraci?alestina y el fracaso econ?o de las sociedades isl?cas: aunque estas sociedades representan al 20% de la poblaci?undial, s?disfrutan del 6% de la riqueza global. Para mayor humillaci?a nivel mundial las cifras se invierten: el 6% de la poblaci?isfruta del 59% de la renta.

Los movimientos religiosos fundamentalistas formados en estos contextos tienen caracter?icas comunes a los de otras creencias, seg?uergensmeyer. En primer lugar, el rechazo de los valores laicos y liberales propios de la civilizaci?esarrollada. En segundo lugar, el rechazo a la separaci?ntre los poderes religioso y pol?co. En tercer lugar, sustituyen el modelo social vigente con las formas m?radicales de religi?considerando que tal como era en los or?nes, as?ebe seguir siendo en la actualidad.

Todos estos grupos religiosos radicales se ven implicados en un proceso de depuraci?e la sociedad, al considerar que en su evoluci?ist?a las instituciones se han alejado de la tradici? necesitan un golpe de tim?ara recuperar valores que no deben cambiar bajo ninguna circunstancia. Este planteamiento llevado al paroxismo da lugar al terrorismo que padecemos, que encuentra en el fuego la expresi??curativa.

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3. ¿Hacia una guerra santa?

El fen?o es m?amplio de lo que parece. El 11 de septiembre es s?un fotograma, ya que hay una serie de conflictos que enfrentan a musulmanes con no musulmanes: Bosnia-Herzegobina, Kosovo, C?aso, Chechenia, Tadjikist? Cachemira, India, Indonesia, Filipinas, Norte de Africa, conflicto israelo-palestino.

¿Podemos prever entonces que se gesta un megaconflicto a partir de la crisis de identidad que atraviesa el islamismo? Samuel Huntington, que anticip? 1993 un choque de civilizaciones que opondr?a la cultura occidental con las dem?culturas, dice hoy que el riesgo de que su pron?co se cumpla aumentar?i prosigue la escalada de las tensiones y si Estados Unidos va m?all?e los objetivos alcanzados en Afganist?

Recuerda que los musulmanes est?enfrentados con los occidentales, los ortodoxos, los jud?, los hind?y los budistas. Son mil millones de personas que se extienden desde el Africa Occidental hasta Indonesia interactuando con decenas de poblaciones diferentes.

Una radicalizaci?e su cultura religiosa, bien por efecto de la crisis del nacionalismo laico, bien por la frustraci?alestina, bien por el fracaso de su modelo econ?o o por las desigualdades que potencia la mundializaci?ser?el detonante del temido choque de civilizaciones.

Aunque seg?ungtington las posibilidades de que esta radicalizaci?e extienda son d?les porque no hay civilizaci??desunida que la del islam, no podemos olvidar que es la ?a religi?n franco crecimiento: cada a?ay 80 millones de nuevos musulmanes, de los que el 91% pertenecen al tercer mundo.

Muchos de ellos nacen musulmanes, pero otros se convierten porque el islam ofrece a los pobres el sentimiento de pertenecer a un sistema de valores. Para el ensayista polaco Kapuscinski, aunque el islam es una religi?ac?ca, se ha desarrollado en diferentes espacios culturales en los que han surgido grupos reclamando el regreso a las fuentes.

La violencia de estos grupos se remonta a los siglos VIII y IX y se intensifica m?tarde con la as?lamada secta de los asesinos. Desde ese momento se desarrolla el conflicto que opone la cultura europea a los grupos terroristas isl?cos. Este conflicto ya dura 900 a?y se reproduce cada vez que Europa ha pretendido entrar en el mundo isl?co y conquistarlo: las cruzadas, la ?ca napole?a o la crisis de Suez en 1956.

Hoy, Estados Unidos ha sustituido a Europa en el liderazgo internacional y protagoniza la mundializaci?interpretada como un atentado a la cultura y el pensamiento isl?co tradicional. Las tropas de este pa? como recuerda Ben Laden, est?en tierra santa del islam y su gobierno ampara a una criatura occidental, Israel, en el coraz?el mundo musulm? Son los argumentos que han justificado los atentados del 11 de septiembre.

Como ha dicho Andrew Sullivan en The New York Times, el auge de la mundializaci?avorece una guerra de religi?n la que el fundamentalismo isl?co se enfrenta a todas las confesiones que han contemporizado con la modernidad.

La fuerza de este fundamentalismo radica en que se apoya en una civilizaci?n declive y en una religi?n franco crecimiento. Durante siglos, la civilizaci?sl?ca fue el centro del mundo, pero desde el hundimiento del imperio otomano ha quedado marginada del liderazgo internacional.

Como reacci? este declive, la civilizaci?sl?ca por una parte ha contemporizado con la modernizaci? por otra se ha refugiado en la religi? se ha manifestado como una cultura amenazada. Este proceso no est?xento de tensiones internas: m?que destruir el capitalismo que simbolizaban las Torres Gemelas, los atentados del 11 de septiembre constituyen sobre todo la exteriorizaci?iolenta de un conflicto interior.

Esta reacci?s tambi?una respuesta a tres tipos de violencia que se han ejercido sobre la civilizaci?sl?ca desde la globalizaci?En primer lugar violencia comercial, porque el liberalismo es una f?la que favorece la concentraci?e riqueza en pocas manos: en este mundo global en el que vivimos, la fortuna de tres personas supera al producto interior bruto de 48 pa?s de los m?pobres, seg?usan George.

En segundo lugar, violencia pol?ca porque hay una clara asimetr?en la legitimaci?el uso de la fuerza. Seg?a definici?ficial de Estados Unidos, el terrorismo es el uso calculado de la violencia contra civiles con fines de intimidaci?ara alcanzar objetivos pol?cos, religiosos u otros.

Esta definici?o es aplicable s?a Al-Qaida, ya que define comportamientos de Europa para impedir la independencia de sus colonias, de Estados Unidos con sus intervenciones militares encubiertas en Am?ca Central y del Sur, sin olvidar las actuaciones de Israel contra la poblaci?alestina con armamento facilitado por Estados Unidos.

En tercer lugar, violencia moral que ha llevado a Estados Unidos a crear figuras como Noriega en Panam?Pol Pot en Camboya o Ben Laden en Afganist? todos ellos desacreditados despu?y combatidos por sus progenitores pol?cos.

Estas tres formas de violencia son el resultado de un fen?o no menos importante, la crisis del Estado-naci?obre el que se fundamenta el liberalismo, la modernidad y el laicismo, y que es la l?a consecuencia de liberalizaci?e las econom? y los mercados.

La crisis del Estado-naci?st?sociada principalmente al creciente empuje de las empresas multinacionales, que en un mundo desregulado econ?amente ostentan formas de poder inconmensurables no sujetas a control pol?co alguno porque no son formas de poder legitimadas en las urnas.

Esta excesiva confianza en el poder regulador de los mercados es un arma de doble filo, ya que con los capitales y las mercanc? circulan tambi?las formas de violencia incontroladas, que se benefician de una tecnolog?abierta y accesible universalmente.

Ante la privatizaci?eneralizada de la producci?de los servicios, de la informaci?de los genes humanos, del derecho, del saber, del espacio exterior, ¿c?pretender que no se privatice tambi?el ejercicio de la violencia en un paisaje pol?co en el que la talla del Estado, otrora considerado monopolio de la violencia organizada (Max Weber), no deja de crecer a favor de los intereses privados?

Si imaginamos otro escenario pol?co, los atentados del 11 de septiembre no habr? tenido lugar. En gran parte pudieron llevarse a cabo porque, dentro de la fiebre liberal americana, la seguridad de los aeropuertos fue confiada a empresas privadas. Para aumentar su rentabilidad, estas empresas contrataban personal barato y temporal, entre los cuales los terroristas encontraron f?les aliados.

La privatizaci?e los aeropuertos constituye un ejemplo de las contradicciones del modelo que fue atacado simb?amente en las Torres Gemelas. Sus protagonistas usaron las mismas armas y t?icas de la modernidad que supuestamente son contrarias a los principios del islamismo tradicional reivindicado por los autores de los atentados.

La escalada militar, policial y de seguridad de las potencias que se ha operado despu?del 11 de septiembre constituye la l?a reacci?efensiva del liberalismo radical que padecemos en la econom?global, ya que la crisis del Estado naci?oderno trae consigo la desestabilizaci?e las categor? pol?cas propias de la Ilustraci?la soberan?del pueblo, la representaci?iudadana, la importancia de las fronteras, la identidad nacional frente a otras culturas y tradiciones.

Todo ello se diluye en la globalizaci? el Estado naci?e protege de reivindicaciones compensadoras con medidas de seguridad cada d?m?sofisticadas. Pretende preservar as?na existencia que ha perdido gran parte de su significado, como dej?en claro el 11 de septiembre.

Ben Laden tuvo el acierto de poner al descubierto la fragilidad de las instituciones globales frente a un enemigo invisible y esquivo que no necesita ej?ito ni armas para provocar el efecto psicol?o de un bombardeo como el de Dresde o Guernica.

Esta reacci?efensiva de las instituciones de la globalizaci?s la que da origen a la as?lamada guerra asim?ica debido a la desproporci?ntre medios y fines. En el nuevo escenario de la mundializaci?ya no se trata de conquistar un territorio, sino de algo m?sutil como capturar a Ben Laden o derrocar al r?men talib?afgano, sin olvidar el objetivo global y no menos imperceptible de terminar con cualquier grupo terrorista que tenga la capacidad de provocar un golpe a escala mundial.

Un objetivo militar que conduce a una guerra sin l?tes en el que las victorias son f?les, si bien contienen bombas pol?cas con temporizador que explotar?no sabemos cu?o ni con qu?otencia desestabilizadora.

Esta guerra asim?ica no es una guerra cl?ca, sino m?bien una cruzada secular de la civilizaci?ontra la barbarie revestida de operaci?olicial gigantesca contra grup?los de delincuentes organizados que reivindican, en la mitad de los casos, argumentos religiosos para alcanzar sus respectivos fines pol?cos.
Nadie por lo tanto ha formalizado una declaraci?e guerra y las v?imas inocentes de esta contienda son eufem?icamente denonimados da?colaterales. Los comportamientos militares que hemos observado en Afganist?suenan m?a venganza que a justicia debido precisamente a la asimetr?

De esta forma, la Jihad o guerra santa se encuentra en las colinas de Afganist?con esta cruzada secular contra la barbarie en la que ambas partes invocan a Dios para justificar sus respectivas actuaciones de violencia y reivindicaciones pol?cas.

Pero el multimillonario y arist?ta saud?en Laden no representa a los musulmanes desheredados del progreso ni tampoco es el nuevo califa. Su convocatoria a la guerra santa no ha sido secundada y los aires de grandeza que manifest? el v?o que dio la vuelta al mundo, se han tornado en imagen de derrota y de fracaso, de hombre acorralado.

Bush tampoco es el l?r indiscutible de la civilizaci?ccidental. Ha abusado de la solidaridad que despert? el mundo Estados Unidos por la barbarie del 11 de septiembre y las fisuras han aparecido en el seno de la coalici?nternacional que dio forma a la respuesta antiterrorista.

Lo m?grave es que ni Bush ni sus aliados se han propuesto en ning?omento atajar el problema de fondo, que es el de las inmensas desigualdades que ha potenciado la mundializaci? que son el origen de la gran frustraci? desesperaci?e las comunidades musulmanas, as?omo de la revoluci?ntiglobalizaci?ue se ha iniciado en el mundo desarrollado. Ambas reacciones est?proclives a formas de violencia de diversa intensidad en las que los valores religiosos son de nuevo fuente de motivaci? de compromiso pol?co.



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4. La religi?n el nuevo escenario internacional

Lo que puede concluirse de este breve recorrido por la presente crisis internacional y sus antecedentes m?inmediatos, es que la religi?ecupera su significado en la sociedad de nuestro tiempo, a la vez que emerge abocada a una evoluci?ignificativa. Esta evoluci?s, precisamente, el origen de las reacciones conservadoras que en ocasiones adoptan formas violentas.

Estas experiencias de violencia contribuyen no s?a complicar la evoluci?e la religi?n su proceso de adaptaci? los diferentes momentos sociales, sino que se han convertido tambi?en un factor de cambio social con efectos no deseados.

Si nos atenemos a los atentados del 11 de septiembre, los cambios sociales que deja planteados son evidentes. Como se? Kapuscinski, es inaplazable ya una autocr?ca de la filosof?occidental, una revisi? fondo del funcionamiento de la econom?internacional y de la informaci?un replanteamiento de la pobreza y de la exclusi?br>
El papel del Estado tambi?ha quedado sujeto a cauci?orque tal como est?oncebido no ha encontrado su espacio en la mundializaci?Daniel Bell ya hab?anticipado que era demasiado peque?ara los asuntos globales y demasiado grande para resolver los problemas locales. A ello hay que a?r que no ha encontrado el punto de equilibrio entre los poderes p?co y privado, ni entre el nacionalismo ni los regionalismos. En una situaci?s?¿c?enfrentar con ?to los desaf? globales y, m?particularmente, la violencia religiosa?

Las expresiones de violencia religiosa que se han convertido en una amenaza global son, adem?de factor de cambio social, reveladoras de la inestabilidad existente en el seno de las diferentes confesiones. Cristianismo, islamismo, hinduismo, budismo, todos viven procesos internos de reflexi?orque encuentran dificultades para situarse en la sociedad contempor?a. Los cambios sociales son demasiado profundos y afectan a todos los estamentos culturales, incluidos los sistemas de creencias.

Est?ceptado en la sociolog?de las religiones que el siglo XXI conocer?n florecimiento de los valores espirituales y que este fen?o ser?preciable tanto en las sociedades pobres como en las ricas. Los atentados del 11 de septiembre han venido a demostrar a su manera que la religi?o s?moviliza, sino que todav?es capaz de crear m?ires.

El florecimiento de los valores espirituales ya viene definido con al menos tres caracter?icas. En primer lugar, la revisi?e los sistemas de creencias normativos y dogm?cos. En segundo lugar, la pervivencia de los integrismos y sectarismos en el seno de las diferentes confesiones, que nos acompa?n todav?durante d?das con riesgos evidentes de actuaciones violentas. En tercer lugar, la emergencia de amplias capas sociales que viven la trascendencia sin adscripci? las religiones establecidas.

En este contexto, el juda?o, el cristianismo y el Islam permanecer?depositarios de s?olos, creencias, normas y significados, si bien todos ellos deber?profundizar en la flexibilizaci?e las formas de participaci?al como ha venido ocurriendo en los ?mos treinta a?

Eso quiere decir que, en el caso del juda?o religioso, la convivencia se intensificar?ntre ortodoxos y liberales. En el caso del Islam, del budismo, del cristianismo, la evoluci?ender?ambi?a la convivencia entre las diferentes corrientes internas, que combinar?la modernidad con sus respectivas creencias.

Por lo que respecta a la pervivencia de los integrismos, su eventual radicalizaci?acia formas de expresi?iolenta depender?n gran medida de la capacidad de los respectivas sistemas institucionales de creencias para acoger a estos grupos y ayudarles a asimilar los cambios sociales y ofrecerles al mismo tiempo cauces de participaci?n los que puedan desarrollar sus prop?os religiosos.

La existencia de amplias capas sociales que, desencantadas de las utop? seculares, recuperan la trascendencia de forma individualizada, puede y debe ser un instrumento eficaz en la sensibilizaci?acia el valor intr?eco de la vida, del amor y de la convivencia, que por otra parte es la base y el fundamento de las diferentes religiones.

En esta situaci?las religiones, ya sean institucionales, minoritarias o secularizadas, est?llamadas a desempe?un papel fundamental en la recomposici?ultural y moral que vivimos como especie, en la revisi?e la filosof?y los modos de vida que propone Kapuscinski.

Esta revisi?rofunda es la l?a consecuencia de la crisis de civilizaci?ue estamos atravesando y que afecta no s?a los valores seculares, sino tambi?a los religiosos: el florecimiento de los valores espirituales que hemos conocido con el advenimiento de un nuevo siglo y milenio est?fectado tambi?por el 11 de septiembre.

Estos atentados han provocado no s?desesperanza y sed de venganza, sino que tambi?y sobre todo constituyen un intento de encarcelar a nuestra alma en un modelo de creencias que conduce al desamor y la destrucci?br>
Este momento de desconcierto de civilizaci? de agresiones violentas es una invitaci? profundizar en el mundo interior humano en busca de respuestas, lo que explica la afirmaci?e Malraux sobre la necesaria espiritualidad que caracterizar?al siglo XXI.

La constataci?e que lo religioso vuelve a estar presente en la sociedad, de que Dios no s?no ha muerto, sino que sigue formando parte de nuestra cultura y sentimientos bajo las m?distintas formas y mensajes, constituye no s?una novedad para los que cre? que estaba muerto y enterrado en las mentes de los hombres, sino tambi?y sobre todo una oportunidad y una responsabilidad para los te?os de nuestro tiempo, que tienen mucho que aportar a la asignatura pendiente de conciliar modernidad con espiritualidad.

Si hacen un buen trabajo, los te?os ser?considerados y respetados por la sociedad secular porque tienen una gran contribuci?ue realizar en esta reflexi?acia lo m?profundo del Ser y de las personas a la que nos conduce la presente y aguda crisis de nuestra civilizaci?br>
Como dice R?s Debray en su ?mo libro, Dios no ha muerto, sino que se transforma para manifestarse a los hombres en las diferentes etapas de su epopeya evolutiva. Si esto es un consenso entre los soci?os y fil?os de nuestro tiempo, como as?arece ser, debemos hacer un esfuerzo colectivo para construir una espiritualidad compartida que sea un espacio de convivencia y fraternidad, de respeto y solidaridad, en el que las reacciones extremas al laicismo contempor?o pierdan su sentido y significado, y en el que el mundo interior humano pueda desarrollarse y crecer en paz y armon?con el esp?tu del mundo.

De esta forma llegamos al punto central de todas las religiones y que a menudo se olvida: que la naturaleza, la vida, Dios, Al?la fe en el futuro, como quiera que llamemos a la fuerza que impulsa la evoluci?nos invita con m?intensidad que nunca a un compromiso con nosotros mismos y con la sociedad de nuestro tiempo seg?a premisa de aqu?que, hace 2.000 a? habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los am?sta el fin, desarmado, humilde, callado y desnudo.

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Referencias bibliogr?cas

  • Max Weber, Sociolog?de la religi?Istmo, Madrid, 1997.
  • Gilles Kepel, La revanche de Dieu, Seul, Paris, 1991
  • Michel Cl?not, L´etat des religions, La Decouverte/Le Cerf, Paris 1987
  • Mark Juergensmeyer, Terrorismo religioso, S. XXI de Espa?ditores, Madrid, 2001.
  • Peter Berger, Le r?chantement du monde, Bayard, Paris, 2001.
  • Ryszard Kapuscinski, Gazeta Wyborcza, Varsovia, octubre 2001.
  • Harvey Cox, Religion in the Secular City: Toward a Postmodern Theology, Simon & Schuster, NY, 1968.
  • Marcel Gauchet, Le d?nchantement du monde, Gallimard, Par? 1985
  • Paul Balta, L´Islam, Histoire et civilisations, ?itions Le Cavalier Bleu, Par? 2001.
  • R?s Debray, Dieu, un itin?ire, Odile Jacob, Paris 2001.
  • Andrew Sullivan, The New York Times, oct. 2001














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