Una cultura de la esperanza (2)
Por: P. Juan García Inza |

Comenzamos hablando de la visi?e la cultura posmoderna que nos ofrece el Cardenal Poupard. En esa cultura que se va imponiendo paulatinamente, y sin descanso, cabe tambi?la esperanza, siempre que no se olvide, o se recuperen, los valores humanos y espirituales que exige nuestra dignidad, y al mismo tiempo la sostiene.
No hace mucho conced?una entrevista en un peri?o de gran tirada, la catedr?ca de ?ica y Filosof?Pol?ca de la Universidad de Valencia, Adela Cortina. Esta mujer intelectual se caracteriza por su machacona y feliz insistencia en la necesidad de un rearme moral de los individuos y de la sociedad. Ella es optimista ante el futuro, y en esto coincidimos m?de uno. Aunque ella no parte de una visi?strictamente cristiana de la vida, s?iene muy bien asumida la visi?e una ?ca, de una moral basada en los principios inamovibles de la ley natural.
Ella afirma que se est?ando un cambio de la concepci?ol?ca del universo. Todo se est?lobalizando, y van perdiendo terreno los localismos, los nacionalismos. Hay un evidente movimiento progresivo hacia la cacareada aldea global. Cada vez el mundo se hace m?chico, nos comunicamos al instante los polos opuestos, la humanidad entera cabe en las reducidas dimensiones de una sala de estar, en las tertulias de mesas de camilla. Lo sabemos todo de todos, y al instante. Esto no s?i es bueno, pues a m?n concreto me crea una cierta sensaci?e agobio. Ya no puedes dar primicias. Cuando quieres contar algo lo saben ya todos los vecinos. Las paredes se hacen de cristal. La intimidad vuela por los cerrojos de los chismorreos de los medios, y por las p?nas WWW de Internet.
Es una realidad que la econom?lleva bien cogidas las riendas de la vida diaria. La profesora dice que no se trata de echarle a la econom?la culpa de todo, pero es un deber de los pol?cos el controlarla. Los ciudadanos de a pie se sienten impotentes ante un mundo levantado sobre fajos de billetes. Adela Cortina afirma que si los pol?cos se dedicaran al bien com?as cosas ser? diferentes, pero parecen m?interesados por el bien particular, por el ?to de su programa, de su partido, de su gesti?¿Qu?odemos hacer ante el poder que se atrinchera en los nuevos castillos levantados en la gesti??ca, rodeados de fosos infranqueables de burocracia? El pobre hombre de la calle se siente impotente a la hora de defender el bien com?los derechos ciudadanos. S?te queda a veces el derecho al pataleo, o la carta en el peri?o que te la quiera publicar. Conozco a muchos que han enfermado del mal del no hay derecho.
La esperanza est?n el asociacionismo en defensa de la justicia social, en el empe?or defender la verdad, la dignidad humana. Hay que empezar poco a poco, pero empezar y, sin odios y acritudes enfermizas, no dejar de gritar a favor del ser humano. Hay que exigir a los pol?cos que se entreguen a la cosa p?ca, y que la econom?est?l servicio de las personas. ¿Por qu?iempre pensamos mal cuando desde el poder se habla de presupuestos astron?os, de proyectos fant?icos, de programas atractivos, de empresas adjudicatarias... Pienso que ya estamos hartos de ver desfilar por delante de nuestras narices la sombra de la corrupci?
Pero no todo es negativo, ni mucho menos. Positivo es el hecho de que las relaciones globales lleven a una ciudadan?cosmopolita, a esa sociedad de ciudadanos del mundo con la que se so? desde antiguo. Lo peor son actitudes de la vida cotidiana o privada, como puede ser la p?ida de la dosis de honradez, la corrupci?., la violencia en los colegios, que lleva a los profesores m?vocacionados a ser los m?desanimados, porque no cuentan con el apoyo de los padres. Los profesores cada vez cuentan con menos apoyos para conseguir el orden en las escuelas.
Hacen falta orden y autoridad. Y los valores que en el siglo XXI deben permanecer intocables son la libertad para todos, la igualdad como construcci?e las desigualdades, la solidaridad que mueve a tantas personas y gracias a las cuales el mundo funciona. Algo muy importante es el respeto que debemos tener unos con otros. Se debe respetar al que piensa diferente, pero tambi?tener en cuenta ese respeto en la vida cotidiana en el sentido de no gritarnos, no mentirnos, no instrumentalizar a los dem?..El di?go, la integridad y la honradez son fundamentales....¡Que tranquilidad respiramos cuando encontramos a alguien en la calle que respeta todo eso!
La ?ca y la moral son imprescindibles. Y hay que fomentarla y vivirla, pues en ello nos jugamos el futuro. Una sociedad deshumanizada se hunde y termina por desaparecer. Esto le ocurri?los grandes imperios paganos y corruptos. El mundo hay que levantarlo a pulso, y esto s?lo pueden hacer los hombres y mujeres que tienen en su alma la fuerza de la moral, con todo su complejo de virtudes. Hay que empezar poco a poco, pero empezar porque el tiempo corre y nos jugamos la dignidad, e incluso la vida misma.
El Padre Juan Garc?Inza es sacerdote de la Di?is de Cartagena-Murcia (Espa?y Vicario Judicial del Tribunal Eclesi?ico
Parte 1: Una clave de lo que ha de ser la trayectoria de la Iglesia en este nuevo siglo
Parte 3: Ha llegado la hora de pensar en los dem?/a>


