¿Cuándo puedo ir a recoger mi corazón?
Por: Laura Arellano | Fuente: Catholic.net
Para empezar a hablar sobre las Islas Marías debo confesar que deseo estar allá y no aquí (por muchas razones) que el regreso no ha sido bien recibido por mi integridad humana y que constantemente me veo “llamándome la atención” porque no estoy concentrada en lo que estoy haciendo, sino recordando... Confío en que algún día pueda regresar a recoger mi corazón.
Confieso también que la primera misa que asistí de regreso al “continente” fue valiosa por la Fiesta de la Resurrección y Cristo Eucaristía, pero que lloré por estar celebrándola aquí y no en María Madre.
Creo que escuchamos y leemos que las palabras son inadecuadas, insuficientes y limitantes para describir todo lo que vivimos, yo estoy segura de eso… Mi mejor esfuerzo para “desmenuzar” todo lo que viví, es éste:
Es verdad que todos los isleños adjudicaban a los misioneros la alegría que se sintió durante esa semana, la esperanza que se respiró y la vida que nació de la monotonía. Desde mi vista de misionera, lo cierto es que cada uno de los preciosos seres humanos que viven ahí tienen las orejas “paradas”, los ojos abiertos y el corazón dispuesto a percibir el aire del cambio y la mejora; a encontrar una nueva oportunidad y a descubrir que es real, que pueden (con todo su ser) alcanzar algo Mejor, algo bueno, la Felicidad plena.
Sí, encontré a muchos no muy convencidos de que estar en esa Isla, era muy parecido a seguir encarcelados y que no es lo mejor que pueden tener; pero ellos mismos admitieron que éste lugar es su pista de despegue y, si bien no tienen grandes planes aún, saben que el punto para “re-iniciar” está ahí, y no en la vida que los llevó ahí, en primer lugar y tampoco en la vida que les espera. Deben despegar ahí.
Me encontré con personas dispuestas a seguir a aquél que de un ejemplo, no de riqueza ni de poder, sino de humanidad, de amor. A aquél hombre que radica su éxito en servir a los demás, a aquél líder que los guía por el sendero del bien.
En Balleto, durante la representación del Via Crucis, “el Barrabás” dejó el escenario gritando “¡soy libre, soy libre!”, todos se rieron –ya quisieras- Pero, me hizo reflexionar que esa ansia de ser-libre-por-ser-libre (no estar tras las rejas) no se compara en nada con el ser-libre que pueden encontrar aún dentro de las Islas Marías.
Es decir la pasión con el que “¡soy libre!” suena a un grito de Libertad y no de libertarismo puede sonar con más honestidad al salir de María Madre que de cualquier penal, porque será un grito PLENO. Para dimensionar: Una vez, fuera del reclusorio femenil de Santa Martha Acatitla, esperábamos sentadas el autobús, cuando las puertas de la cárcel se abrieron de nuevo y salió una señora aún vestida de azul marino dando alabanzas al Señor ¡era el día de su libertad! Esas mismas alabanzas las escuché en el Campamento de Morelos, en las Islas Marías, mientras un señor recibía la Primera Comunión… A eso me refiero.
Hace mucha falta tocar de casa en casa y hablar con las mujeres que, cargando con una maleta y sus hijos, se fueron a vivir al lado de su marido… Hace falta acercarse a los chiquillos y enseñarlos a persignarse; hace falta enseñarles a todos a buscar y encontrar el Sentido de sus vidas. Recordarles o decirles por primera vez que no hay dos como cada uno de ellos y que no habrá otro. Enseñar los Sacramentos y mostrarles que hablar de religión es mucho más que sólo los Diez Mandamientos; explicarles que un Rosario no es un collar y que Cristo no está solamente en los misioneros. Sí, hacen falta muchas cosas, pero creo con todo mi corazón que ya hay una gran parte del camino recorrida y ganada porque cada uno de estos diamantes que viven ahí, aún cubiertos de roca y polvo de las cuevas oscuras de las que fueron extraídos, ya están con la Esperanza al borde, los ojos abiertos y el corazón dispuesto.
Comenarios a la autora: