Padre Chinchachoma
Por: . | Fuente: Catholic.net
El Padre Chinchachoma se llamaba en realidad Alejandro García Durán de Lara, pero los niños de la calle lo empezaron a llamar "Chinchoma", que quiere decir "hombre sin cabello"; el apodo se fue transformando hasta quedar en el nombre con el que se le conoció.
De origen español, mexicano por opción, y con un corazón universal el Padre Chinchachoma fue religioso escolapio y dedicó 30 años de su vida a niños de la calle.
Pastor al estilo de Jesús, conviviendo con sus ovejas descarriadas, comiendo con pecadores, vistiendo al harapiento, visitando al encarcelado mientras buscaba su liberación, dando de comer austeramente al hambriento advenedizo, hospedando con pobreza y tibio corazón al callejero, guiando de las cañadas oscuras a los valles dorados de vida y trabajo digno a la grey que su Señor le confió.
Se comprometió a transformar los rostros de sus "hijos" como así los llamaba, esos rostros deformados, desilusionados, resentidos y de delincuentes —quizá—, en rostro digno, de hijos de Dios.
De escolapio de colegio y parroquia misionera saltó a ser niño de la calle, a entrar voluntariamente en un orfanato para ser como un chavo más, a recoger a los chicos y chicas de la calle, a desarrollar su propio sistema de rehabilitación de las drogas a través de castigarse cada vez que un niño se drogaba en vez de castigar al niño para que el dolor lo "pariera" y se sintiera amado, pero...es imposible intentar plasmar en unas líneas el legado de Chincha, como todos lo conocíamos.
Su fructífera vida en México
El padre Chinchachoma nació en España; llegó a México en 1969 para predicar la palabra de Dios. En 1971, un altercado que presenció en el Metro entre un policía y un niño de la calle que se drogaba, cambiaría su vida para siempre.
Durante los 30 años que dedicó a ayudar a los desposeídos, Chinchachoma fundó 18 albergues. Hoy, en los llamados Hogares Providencia, viven cientos de niños que antes fueron de la calle, ese es su legado más hermoso sin duda, los miles de chicos y chicas que lo llaman papá en el sentido más auténtico de la palabra. Ellos, y a los centenares de educadores (o tíos y tías) de los Hogares Providencia de México, son el testimonio vivo de que su vida, su opción radical por los niños más pobres, ha dado mucho fruto.
Para que podamos entrar en su alma de místico nos deja varios libros escritos, cuyos titulares son ya todo un resumen de su vida:
Mis siete queridas mujeres públicas
La porción olvidada de la niñez mexicana
El Cristo de Chinchachoma
Falleció en la ciudad de Bogotá, Colombia a causa de un paro cardiaco el 8 de julio de 1999