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Los seis mártires de León
Uno de los episodios más valientes de la epopeya cristera en México fue escrita con sangre, en honor y homenaje a Cristo Rey, por los seis jóvenes mártires de León


Por: Luis Alfonso Orozco | Fuente: libro



Uno de los episodios más valientes de la epopeya cristera en México fue escrita con sangre, en honor y homenaje a Cristo Rey, por los seis jóvenes mártires de León, Guanajuato, que murieron juntos, el mismo día y en iguales circunstancias.

Los jóvenes de la ACJM (Asociación Católica de la Juventud Mexicana) contaban en León con uno de sus baluartes nacionales para defender los derechos del pueblo católico a expresar libremente su fe religiosa. José Valencia Gallardo, uno de los jóvenes católicos con mayor liderazgo, y sus compañeros fundaron en León un periódico popular al que dieron el nombre de “La Voz del Pueblo”, donde denunciaban los múltiples atropellos que se hacían contra la Iglesia, los obispos y sacerdotes y contra la libertad de los fieles en diversas partes de la República.

Delataba la expulsión arbitraria del territorio nacional de los sacerdotes extranjeros, como si fueran peligrosos criminales; mencionaba los casos de templos e iglesias católicos clausurados; la situación angustiosa de conventos y comunidades religiosas, los asilos de huérfanos que se veían privados de la asistencia angelical de las buenas monjitas, y los atropellos contra sacerdotes y fieles católicos, que era cosa ya cotidiana.

“Ya es tiempo de que los católicos mexicanos despertemos de ese vergonzoso letargo en que hemos permanecido; ya es tiempo de que arrojemos lejos de nosotros el ignominioso yugo que se nos ha impuesto por un grupo de individuos sin escrúpulos, que han sabido aprovecharse de nuestra cobardía. Ellos han sabido aprovecharse de nuestra pasividad, pero la culpa es nuestra por quedarnos de brazos cruzados en vez de defender nuestros más sagrados derechos.”

El boicot

Tal era la situación terrible en aquellos años de persecución abierta contra la Iglesia católica en nuestra Patria mexicana, cuando un grupo minoritario en el poder, pero de orientación completamente anticatólica, sometía con la fuerza y con leyes inicuas a la inmensa mayoría católica de la nación, que no había votado esas leyes constitucionales de 1917, ni mucho menos aprobaba la fatídica Ley Calles del año 1926. Dos millones de firmas de ciudadanos mexicanos, que protestaban contra las leyes injustas, fueron rechazadas como basura por el presidente Plutarco Elías Calles, quien no estaba dispuesto a ceder ni un centímetro en su lucha por “desfanatizar” al pueblo mexicano, como él pensaba.

Los católicos en las ciudades optaron por la resistencia pasiva, que llamaron “El boicot”. O sea, la abstención de todo gasto superfluo, concretándose el pueblo a no realizar consumo ni gastos, más que de lo absolutamente necesario para la vida, como las provisiones diarias, y prescindiendo de todo lujo y todo género de diversiones.

¿Qué se pretendía con El boicot? Vestirse de luto toda la nación por los crímenes que se habían cometido contra los católicos, y crear una situación económica insostenible para el Gobierno central, que lo haría doblegarse y respetar la voluntad expresa del pueblo. Los acejotaemeros de León, como los de otras partes de México, no se contentaron con invitar de palabra, por medio de volantes y billetes impresos a El boicot; deseaban que fuese efectivo y que toda la gente lo secundase, pues sólo así podría conseguirse el objetivo. Por desgracia el éxito del boicot no fue homogéneo en todo el país, y el admirable esfuerzo de los acejotaemeros se vio truncado.

En noviembre de 1926, Valencia Gallardo y sus valientes compañeros leoneses, observaban que del El boicot no surgía el efecto previsto, mientras que ya se habían levantado en armas en diversas localidades del país algunos grupos de católicos, campesinos en su gran mayoría, para ejercer su legítimo derecho a la defensa contra el tirano opresor. Ellos decidieron imitarles y unirse también a los cristeros que andaban por las cercanías de León.

Sangre generosa

Después de una noche de angustias y zozobras, de cruel incertidumbre, llegó la alborada del día 3 de enero de 1927, día del triunfo y de libertad para aquellos mártires de la industriosa ciudad de León. A la aurora fueron sacados de su prisión y minutos después se escuchó la fuerte detonación de la fusilería que les arrancó la vida.

El sol de la mañana envió sus rayos sobre los ensangrentados cuerpos de las víctimas tendidas en el polvo, que yacían inermes en uno de los arrabales de la ciudad. Pero no habían de quedar sus cuerpos ahí tirados, hasta que alguien se encargara de darles cristiana sepultura, porque sus verdugos tenían otros planes: al poco tiempo los levantaron del camino polvoriento y los llevaron a la plaza principal de la ciudad para exponerlos a los ojos de todos lo pasantes, frente al Palacio de Gobierno.

¿Quiénes eran aquellos muertos y por qué habían tenido un fin tan trágico? Se trataba de un nuevo grupo de mártires de Cristo Rey. Jóvenes generosos, verdaderos héroes de la Patria mexicana, que habían muerto por la defensa de su ideal sublime, pues entregaban sus vidas por la causa de Cristo Rey y de su Iglesia perseguida.

Temple de mártires

José Valencia Gallardo, Salvador Vargas, Ezequiel Gómez, Nicolás Navarro, Agustín Ríos y José Gasca, son los nombres de los mártires que se habían enrolado en la defensa de la santa causa viendo los incontables atropellos contra los católicos que todos los días se sucedían en México. Cuando los católicos se vieron orillados a echar mano del último recurso que les quedaba en aquellas circunstancias, es decir, el uso de la legítima defensa armada para reclamar sus derechos, también los jóvenes acejotaemeros de León decidieron luchar por los sagrados derechos de la Iglesia y la libertad de profesar su fe.

Este artículo es parte del libro "Madera de Héroes" Semblanza de algunos
héroes mexicanos de nuestro tiempo, de Luis Alfonso Orozco.
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“Mejor nos es morir que mirar impasibles los males de nuestra Patria”, habían dicho al asumir su compromiso como cristeros".

 

 

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