Menu



Sugerencias para la homilía del domingo

C - Domingo 1o. de Adviento
Primera: Jer 33, 14-16; Salmo 25; Segunda: 1Tes 3,12 - 4,2; Evangelio: Lc 21, 25-28.34-36


Por: P. Antonio Izquierdo | Fuente: Catholic.net




Sagrada Escritura:

Primera: Jer 33, 14-16
Salmo 25
Segunda: 1Tes 3,12 - 4,2
Evangelio: Lc 21, 25-28.34-36




Nexo entre las lecturas

La venida del Señor está presente en los textos de la actual liturgia; mediante esta expresión la liturgia quiere mostrarnos el sentido cristiano del tiempo y de la historia. Vienen días, se nos dice en la primera lectura, en que haré brotar para David un Germen justo. Jesús, en el discurso escatológico de san Lucas, dice que los hombres verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. En la primera carta a los Tesalonicenses san Pablo les exhorta a estar preparados para la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos.


Mensaje doctrinal

1. Memoria y profecía. En estas dos palabras se sintetiza toda la concepción cristiana del tiempo. Cuando habla del tiempo, el cristiano piensa en el tiempo presente con sus vicisitudes y circunstancias. Es el presente del tiempo de Jeremías (año 587 a. de C.) en que Jerusalén yacía bajo el asedio de Nabucodonosor; es el presente de la comunidad cristiana de Tesalónica o de los destinatarios del Evangelio según san Lucas. Desde ese presente se lanza la mirada hacia atrás y se hace memoria: la promesa de Dios a David acerca de un reino hereditario, que ahora corre peligro; la venida histórica de Jesucristo que con su pasión, muerte y resurrección ha inaugurado el fin del tiempo, del que los cristianos participan ya en cierta manera. Pero los cristianos no son hombres del pasado. Desde su vida presente echan también una mirada hacia el futuro, ese futuro encerrado en el relicario de la profecía, en el libro sellado con siete sellos y que sólo el Cordero de pie (resurrección) y degollado (pasión y muerte) puede abrir y leer (cf Apc. 5). La profecía tiene que ver con la segunda venida de Jesucristo, con su parusía triunfante, rodeado de todos los santos, venida para proclamar definitivamente la justicia y la salvación; una profecía que conmoverá los cimientos del orbe y hará surgir un mundo nuevo. El cristiano vive entre la memoria y la profecía, entre la primera venida de Cristo y su futura venida al final de la historia. Navidad y Juicio final de salvación son la dos columnas sobre las que los hombres construyen el puente de la decisión y de la responsabilidad. Con ese puente, la segunda venida no es sino la prolongación y coronamiento de la primera, de la Encarnación y del Misterio Pascual.

2. Fisonomía del que viene. ¿Quién es el que viene? Ante todo, es un Retoño, un Germen justo. Es decir, un descendiente del tronco de David, que practicará el derecho y la justicia (virtudes propias de un buen rey). En una lectura cristiana, ese Germen es Jesucristo que ha venido al mundo para traer la justicia de Dios, es decir, la salvación por medio del amor (primera lectura). El que viene es el Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Es una persona, por tanto, que habita en el mundo de Dios y que participa de su poder y de su gloria. El que viene en Navidad y el que vendrá en el juicio final es el Verbo encarnado en el seno de María (Evangelio). El que viene es nuestro Señor Jesucristo, es decir, Cristo glorioso, vencedor de la muerte y del pecado, que vive en la eternidad pero que se hace presente en el tiempo histórico (segunda lectura).

3. Actitud del cristiano. El Evangelio nos indica dos actitudes: estar en vela y orar. La vigilancia es muy oportuna para que cuando llegue el Verbo a nosotros en la carne de un niño, sepamos aceptar y vivir el misterio. La oración más oportuna y necesaria todavía, porque sólo mediante la oración se abre a la mente y al corazón humano el misterio de las acciones de Dios. Por su parte, san Pablo señala a los tesalonicenses otras dos actitudes: Crecer y abundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos; comportarse de modo que se agrade a Dios. ¿Qué mejor manera de prepararse a la venida del Amor sino mediante el crecimiento en el amor? Jesucristo en su vida terrena no buscó otra cosa sino hacer lo que es del agrado de su Padre, por eso, una manera estupenda de prepararse para la Navidad es buscando agradar a Dios en todo.


Sugerencias pastorales

1. El sentido del tiempo. Para nosotros, los cristianos, no hay sentido del tiempo sino en Jesucristo. El es el centro de la historia y de los corazones. La historia tiene en él su punto de partida (Cristo es el alfa) y su punto de llegada (Cristo es la omega). El tiempo y la historia culminan en Él, alcanzan en Él su plenitud absoluta y su sentido supremo. Sin Jesucristo el tiempo y la historia son sólo un puro accidente. Con Cristo, son un designio de Dios, una historia de salvación, un yunque en el cual forjar nuestra decisión en la libertad y responsabilidad. Para nosotros el tiempo no es una simple sucesión de segundos, minutos y horas; una cadena de días meses y años; una sucesión y una cadena sin rumbo fijo, a la deriva de fuerzas impersonales dominadoras que llevan al caos. Para nosotros, el tiempo con sus siglos y milenios es una historia, dirigida y timoneada por Dios; para nosotros, el tiempo tiene un principio de unidad y armonía, de coherencia y cohesión, no en los imperios o en las ideologías, tan caducos como los mismos hombres, sino en Jesucristo, que es de ayer, de hoy y de siempre. Nuestra vida diaria con sus tópicos, su monotonía, sus mismas vulgaridades, forma parte de un proyecto divino, es una tesela dentro del gran mosaico de la historia de la salvación planeada por Dios. En el sentido del tiempo está incluido inseparablemente el sentido de mi tiempo. ¿No da esta realidad de nuestra fe un gran valor a la vida de cada cristiano, a tu vida?

2. Crecer y abundar en el amor. San Juan de la Cruz concluía una de sus poesías: "Que sólo en el amor es mi destino". La venida primera de Cristo en la Navidad es una venida de amor, y es igualmente venida de amor su retorno al final de los siglos, su parusía. Entre el amor de Cristo que viene y que vendrá se intercala la vida humana que, como en una sinfonía, desarrollará el tema del amor con el que comienza y concluye la pieza musical. Crecer resalta el aspecto dinámico del amor: crecer en el amor a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el amor a María y a los santos. Crecer en el amor a la propia familia, a los parientes, a los amigos, a los desconocidos, a los necesitados, a los enfermos, a los pecadores... ¿Cómo? Piensa a ver qué se te ocurre, que sin duda serán muchas cosas. Abundar pone de relieve la generosidad en el amor, ese rasgo típico de la existencia cristiana. ¿Eres generoso en el amor o lo andas midiendo con el metro de tu egoísmo? Bienaventurados los generosos en el amor porque ellos tomarán parte en el cortejo al momento de la parusía de Jesucristo.

 

 

 



 

 

 

 

 



 

 

 







Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |