Para quien ha vivido en pocos meses un amanecer en medio del Amazonas peruano, el canto de las vísperas en una iglesia plurisecular en la Selva Negra de Alemania y la adoración eucarística nocturna entre los miembros de las castas más pobres de la India, no es fácil transmitir la experiencia de una Iglesia viva.

El servicio a la Iglesia, a través de la formación de religiosas (monjas de vida activa y monjas de clausura), así como la formación de jóvenes y de los profesores de estos jóvenes me ha llevado a dónde jamás hubiera imaginado. A veces no sé, digo la verdad y lo confieso, si ha sido mi espíritu aventurero o el espíritu de Dios quien ha guiado mis pasos. Siendo sincero, creo que ha sido una sinergia que ha puesto a disposición del Señor mi habilidad nata por viajar. Lo que no puedo negar es el enriquecimiento que estos viajes me han traído. Puedo decirme y sentirme más católico después de estas experiencias en dónde he recibido más de lo que posiblemente haya podido dar. He tratado de transmitir mi experiencia de Cristo, de mi vida consagrada y de mi investigación teológica en todos aquellos lugares en los que me han llamado. Me enriquecido con la religiosidad popular, fuerte del Perú, que hunde sus raíces en la sangre de los misioneros, comenzando por el obispo San Toribio de Benavente que con los medios de aquel entonces recorrían de sur a norte, toda la diócesis. Me he contagiado de la alegría del Caribe al ver más de 400 religiosas celebrar la fe católica al ritmo de la “cumbia al Espíritu Santo”. Mi esperanza se ha engrandecido en Cochabamba dirigiendo los programas de pastoral vocacional de más de 200 religiosas, religiosos y sacerdotes. Me he emocionado hasta las lágrimas al ver una religiosa de 80 años redactando su programa de pastoral vocacional, porque no quería morirse dejando su lugar vacío. He visto la tolerancia religiosa en India al compartir el té de la mañana con musulmanes, hindis y evangélicos, después de que cada uno asistió a su culto religioso.

Me han dicho que la formación que doy ha ayudado a muchos a encontrar un punto de referencia en estos tiempos de relativismo. Algunos me han felicitado porque su vocación se encontraba peligrando y el curso les habría ayudado a recobrar nuevas energías para seguir luchando por la evangelización como personas consagradas. Hay quien me ha dicho que el curso le ha servido como recordatorio de tantas verdades que conoció de la vida consagrada y que no había escuchado desde hacía mucho. Soy consciente que no he sido yo ni mi equipo de trabajo el que ha obrado en muchas religiosas a lo largo de estos doce años que hemos ido por el mundo tratando de compartir una experiencia formativa. Ha sido Él y su espíritu los que han obrado a través de nosotros como instrumentos.

Pero estos instrumentos viven en el mundo y sufren también las vicisitudes del mundo, especialmente financieras. Muchos de estos viajes, sino es que todos, han sido financiados en su mayoría por asociaciones caritativas europeas. Ahora, efecto de la crisis económica que estamos viviendo y que está llevando por lo menos a Europa a la recesión, existe el riesgo que la aventura de la fe, la de compartir le fe con las religiosas o con los jóvenes y sus profesores, quede truncada en forma irremediable. Bueno, no exagero. Dios sabrá encontrar otros medios e instrumentos para que la formación llegue a todos ellos. Si quieres compartir la aventura de la fe, si quieres participar de las sonrisas de tantas religiosas jóvenes, son casi trescientas, que se preparan cada año para su profesión perpetua; si quieres vivir la alegría de cientos de jóvenes de la India que conocen lo que son los valores humanos y quieren vivirlos; si quieres acompañarme en esta aventura, puedes participar haciendo posible que estos cursos continúen.










 

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