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Jesús y sus enemigos

Los parientes dudan, los fariseos se oponen
Entre los que no creen están los parientes de Jesús que al enterarse fueron a llevárselo.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net



De vuelta en Cafarnaúm

Después de la comida ofrecida por Simón el fariseo, Jesús vuelve a Cafanaúm. Allí es recibido con gozo por la gente del pueblo. Los recuerdos de los milagros y de la predicación llenan los corazones de muchos. Las conversiones al nuevo camino son frecuentes, la oposición es también cada vez más frontal.

"Entonces llega a casa; y se vuelve a juntar la muchedumbre, de manera que no podían ni siquiera comer"(Mc). Es posible palpar la alegría de Jesús ante aquellas multitudes; no importa que no haya tiempo para el descanso, ni casi para el alimento. Jesús se da, ve en cada uno lo que es: un alma creada por Dios para la eternidad. Y esta reacción del pueblo, va a continuar durante bastante tiempo, antes de que calen las críticas de los que no quieren creer.

Los parientes dudan
Entre los que no creen están los parientes de Jesús que "al enterarse fueron a llevárselo, porque decían que había perdido el juicio". Duro es sentirse incomprendido entre los seres queridos: pero los hechos son como son, ya los consideraremos más adelante.

Los fariseos, la oposición mayor
Pero la oposición mayor se encontrará entre los fariseos que habían ido a Jerusalén, habían tomado parte en la polémica sobre el sábado, y vuelven dispuestos a plantar cara. Para ello pasan de no creer, y de las críticas veladas, a denunciar que la causa de sus milagros y de su palabras es que está endemoniado.

"Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebul, y en virtud del príncipe de los demonios arroja a los demonios".


Jesús responde

Jesús no rechaza la confrontación y responde con claridad. "¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido en su interior, no puede mantenerse en pie aquel reino; y si una casa está dividida en su interior, no podrá mantenerse en pie aquella casa. Y si Satanás se levanta contra sí mismo, entonces se encuentra dividido y no puede mantenerse en pie, sino que ha llegado su fin. Pues nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear sus bienes, a no ser que antes ate al fuerte; entonces podrá saquear su casa"(Mc).

El argumento es irrefutable, pues Satanás no puede luchar contra sí mismo, y todo lo que ha hecho Jesús ha sido un lucha incesante contra el demonio y contra el pecado, contra el dolor y contra la muerte, consecuencia del pecado. La calumnia de los escribas viene de intentar explicar torcidamente lo que sólo se puede explicar como efecto del dedo de Dios. Precisamente la calumnia surgió cuando Jesús curó a un endemoniado mudo.

La blasfemia contra el Espíritu Santo
Además de la explicación de que un reino dividido no puede subsistir, Jesús añade la más honda de sus disposiciones: su mala voluntad. "Por tanto, os digo: todo pecado y blasfemia se perdonarán a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. A cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero".

"O tenéis por bueno el árbol y bueno su fruto, o declaráis malo el árbol y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbol. Raza de víboras, ¿cómo podéis decir cosas buenas, siendo malos? Pues de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno del buen tesoro saca cosas buenas, pero el hombre malo del tesoro malo saca cosas malas. Os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. Por tus palabras, pues, serás justificado, y por tus palabras serás condenado"(Mt).

Comienza la predicación en parábolas
Y, a partir de entonces Jesús predica utilizando parábolas, a causa de la mala voluntad que lleva a ver mal en el bien. Por eso no puede hablar con tanta claridad, aunque las parábolas están tan llenas de contenido. Hace ya un año que Jesús recorre los caminos de Palestina, predicando el Evangelio del Reino y confirmando su doctrina con innumerables milagros. Muchos creen, otros no, y aunque las tinieblas se cierran a la luz, Jesús no quiere "quebrar la caña cascada ni apagar la mecha que aún humea"(Mt), por eso habla del Reino de Dios con tacto y utiliza parábolas en las que, sin ocultar que está diciendo cosas nuevas incita a los oyentes a interesarse y les advierte: "¡quién tenga oídos para oír, que oiga!". Entenderán los que tengan un corazón dispuesto a la conversión a Dios con el rechazo del pecado, también en sus formas más sutiles.

 

 

 

 

 





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