Milagros
El ciego Bartimeo
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
Camino de Jerusalén pasaron por Jericó. Allí en aquella antiquísima ciudad se producirá la curación de dos ciegos uno de ellos llamado Bartimeo. "Llegan a Jericó. Y al salir él de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, ciego, estaba sentado junto al camino pidiendo limosna". "Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a gritar y a decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí". Es la verdadera oración, el clamor de un necesitado que clama desde su oscuridad. No fue fácil pues "muchos le reprendían para que se callase, pero él gritaba mucho más: Hijo de David, ten compasión de mí". El clamor de la oración llega a los cielos, y, en este caso, son verdaderos gritos los que llegan al Señor. Se detuvo Jesús y dijo: ´Llamadle´. Llaman al ciego diciéndole: ¡Animo!, levántate, te llama. El arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús"(Mc). Deja su seguridad para las noches su único cobijo para ir decididamente al encuentro de la voz que le llama. Por fin, llega ante Él; siente su presencia y su respiración. Entonces, "Jesús, preguntándole, dijo: ¿Qué quieres que te haga?"(Mc). Eran tantas cosas las que podía pedir, una limosna, un cobijo, una ayuda familiar, un consuelo. Pero El ciego le respondió: "Rabboni, que vea". Pide lo que sólo se puede pedir desde la fe, pide lo imposible, pide la vista. "Entonces Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino"(Mc). Lo primero que vieron sus ojos, antes muertos, fue el rostro de Jesús que le mira con gozo, y la alegría inunda sin límites su alma: ha sido objeto de la misericordia de Dios. Ve con el cuerpo y con el alma; percibe todos los matices de la realidad, antes sólo accesibles por el oído, y da gloria a Dios con un entusiasmo sin barrera.
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