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Tiempo Ordinario

El Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan
Tiempo Ordinario. Cuidemos el lugar que Cristo nos tiene preparado en el cielo, siempre con humildad y sirviendo a los demás.


Por: Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net



Del santo Evangelio según san Marcos 10, 32-45
Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará» Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: ¿Qué queréis que os conceda? Ellos le respondieron: Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado? Ellos le dijeron: Sí, podemos. Jesús les dijo: La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado. Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Oración introductoria
Señor, gracias por comprender y disculpar mi debilidad, porque al igual que los hijos de Zebedeo, no acabo de entender lo que significa amar desinteresadamente, a Ti y a los demás. Te pido perdón por las veces que me he buscado a mí mismo en la oración y por no servir a mis hermanos por amor.

Petición

Señor Jesús, ayúdame a empezar este día con una nueva actitud de amor sincero a los demás.

Meditación del Papa Francisco

Juan y Santiago, le piden sentarse, en su gloria, uno a su derecha y otro a su izquierda, lo que provocó una discusión entre los demás sobre quién era el más importante en la Iglesia. La tentación de los discípulos es la misma de Jesús en el desierto, cuando el demonio se había acercado para proponerle otro camino. […]

Una Iglesia que solo piensa en los triunfos, en los éxitos, que no sabe aquella regla de Jesús: la regla del triunfo a través del fracaso, el fracaso humano, el fracaso de la Cruz. Y esta es una tentación que todos tenemos.

Recuerdo que una vez, que estaba en un momento oscuro de mi vida espiritual y le pedía una gracia al Señor. Luego me fui a predicar los ejercicios a unas religiosas y el último día se confiesan. Y vino a confesarse una monja anciana, con más de ochenta años, pero con los ojos claros y brillantes: era una mujer de Dios. Al final vi en ella a una mujer de Dios, a la que le dije: «Hermana, como penitencia, ore por mí, porque necesito una gracia. Si usted se lo pide al Señor, me la concederá con toda seguridad». Se detuvo un momento, como si orara, y me dijo: «Claro que el Señor le dará la gracia, pero no se engañe: lo hará a su divina manera». Esto me hizo muy bien. Sentir que el Señor siempre nos da lo que pedimos, pero a su divina manera. Y la divina manera es hasta el extremo. La divina manera consiste en la cruz, pero no por masoquismo: ¡no, no! Sino por amor. Por amor hasta el extremo".

Pidamos al Señor la gracia de no ser una iglesia a mitad de camino, una Iglesia triunfalista, de grandes éxitos, sino de ser una Iglesia humilde, que camina con decisión, como Jesús. Adelante, adelante, adelante... Un corazón abierto a la voluntad del Padre, como Jesús. Pidamos esta gracia. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 29 de mayo de 2013, en Santa Marta).



Reflexión
Jesús sabía que subir a Jerusalén significaba acercarse a la muerte. Los judíos y fariseos ya pensaban matarlo porque no les convenía la doctrina que estaba predicando y además porque los adeptos que se le unían se multiplicaban cada vez más. Es por esto que sus discípulos tenían miedo. Ninguno de nosotros se acercaría a una ciudad donde sabemos que nos sentarán en una silla eléctrica o donde colocarán nuestra cabeza debajo de una guillotina...

Sin embargo, el evangelio nos dice que Jesús iba delante de ellos. Esto es lo más importante y el motivo por el cual venceremos el miedo. No les abandonó ni les dejó a la deriva, más aún, ni siquiera les envío a ellos solos por su cuenta permaneciendo Él en otra ciudad. Sino que Cristo mismo iba delante de ellos, como un capitán que está al frente de su escuadrón para librar el combate.

Cada uno de nosotros camina a su propia Jerusalén. Para unos será la posibilidad de construir una familia, en otros la elección de una carrera o quizás en tantos otros la responsabilidad de dar una buena educación a los hijos. Quizás nosotros también estamos temerosos igual que los discípulos, porque nos acercamos a una ciudad donde no queremos ir. Una ciudad a la que nos dirigimos sin poner resistencia pero de la que quizá tenemos miedo, temerosos de lo que nos sucederá cuando lleguemos a ella. ¿Tendré buen futuro si me caso? ¿Sabré educar correctamente a mis hijos? ¿Tendrá éxito el nuevo negocio? Son temores que a todos nos vienen cuando caminamos solos por esta vida. Pero cuando nos demos cuenta de que el maestro va delante de nosotros y es Él quien guía nuestros pasos, nuestras inseguridades se desvanecerán y nuestra confianza en ÉL aumentará porque ¡Cristo es el amigo que nunca falla!

Por otra parte, ni siquiera los apóstoles estaban a salvo de la ambición. También ellos querían ser los "ministros" de ese nuevo Reino que Jesús anunciaba. ¡Qué lejos estaban de entender el auténtico significado de su mensaje!

Quizás sea uno de los aspectos menos comprendidos del cristianismo. Porque ponerse a servir exige algo de humillación, desprendimiento, entrega y sacrificio. Es más cómodo sentarse a ver cómo los demás trabajan, pero eso no tiene ningún mérito.
Jesús nos dio un ejemplo insuperable de lo que es servir. Imagínese que el mismo Dios, dueño y Señor de todo, se pone al nivel de una de sus criaturas para lavarle los pies. Es el pasaje de la Última Cena que leemos en el evangelio de San Juan. Y eso que el trabajo de lavar los pies estaba reservado sólo a los esclavos. A Cristo no le importa pasar por un esclavo con tal de que los suyos entiendan por fin que es más importante servir que ser servido.

Por eso, conviene ir corrigiendo la orientación natural de nuestro corazón, para hacerlo más disponible y atento a las necesidades de quienes conviven con nosotros.

Propósito
Revisar mi actitud y los motivos por los cuales participo, o no participo, en un apostolado.

Diálogo con Cristo
Padre mío, para servir a los demás con amor, debo luchar incansablemente para dominar mi soberbia, necesito dejarme transformar por Ti. Estoy convencido de que mis proyectos son vanos, si no están respaldados por una vida humilde y un corazón generoso y desinteresado. Me creaste para ser santo, y la santidad no es sino una respuesta de amor en cada momento del día, en lo pequeño y en lo grande.


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Treinta días de oración a la Reina del Cielo. A lo largo del mes de mayo, tengamos a María presente en nuestro corazón y en nuestros hogares, entregándole un ramo de Rosas de oración.





 







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