La oración de Bernardita fue muy sencilla, igual que su vida. Nace del silencio. Bernardita cultivó mucho el silencio en su juventud y en el convento de Nevers; el silencio lleva al recogimiento y ayuda a encontrar a Dios.

La oración de Bernardita fue verdaderamente interior, profunda, alejada de todo gran discurso. En el tiempo de las Apariciones, no sabía más oración que el "Padre-nuestro", el "Avemaría" y el "Credo", los enunciados fundamen-tales de la fe. Tan sólo sabía eso, pero es lo esencial. También le gustaban las invocaciones o jaculatorias improvisadas, lanzadas hacia el cielo como saetas: "DIOS MÍO, MISERICORDIA...", "DIOS MÍO, OS LO OFREZCO...", "DIOS MÍO, OS AMO..."

A Bernardita le gustaban, sobre todo, los gestos sencillos de fe como la señal de la Cruz. El aspecto más importante de la oración de Bernardita era, quizás, su intercesión por los pecadores. Sin duda ese era otro fundamento de su oración: la solidaridad con los hombres de su tiempo. Rezar por los pecadores significa amarlos y compartir su sufrimiento.
 

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