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Lectio Divina

Lectio Divina. Domingo 24o. Tiempo Ordinario.
Tiempo Ordinario Ciclo C. Oración con el Evangelio.


Por: P. Martín Irure | Fuente: Catholic.net






1. INVOCA


  • Desde el primer momento, organiza tus cosas, para que no te distraigas en este rato tan importante, en el que el Señor te va a dirigir su Palabra, te va a manifestar su voluntad.
  • Orar es: recibir el Amor del Padre y confiar, abandonándote en Él.
  • Orar es: aceptar la cruz como un gesto de Amor y respuesta al Padre y a Jesús.
  • Orar es: hacer la ofrenda de ti mismo y unirla a la ofrenda de Jesús en la Eucaristía.
  • Invoca al Espíritu de Amor. Él te inspirará el sentido de la palabra: Veni, Sancte Spiritus

    Ven, Espíritu Santo,
    te abro la puerta,
    entra en la celda pequeña
    de mi propio corazón,
    llena de luz y de fuego mis entrañas,
    como un rayo láser opérame
    de cataratas,
    quema la escoria de mis ojos
    que no me deja ver tu luz.

    Ven. Jesús prometió
    que no nos dejaría huérfanos.
    No me dejes solo en esta aventura,
    por este sendero.
    Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
    mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
    Te necesito en mi noche
    como una gran tea luminosa y ardiente
    que me ayude a escudriñar las Escrituras.

    Tú que eres viento,
    sopla el rescoldo y enciende el fuego.
    Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
    Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
    Tengo las respuestas rutinarias,
    mecánicas, aprendidas.
    Tú que eres viento,
    enciende la llama que engendra la luz.
    Tú que eres viento, empuja mi barquilla
    en esta aventura apasionante
    de leer tu Palabra,
    de encontrar a Dios en la Palabra,
    de encontrarme a mí mismo
    en la lectura.

    Oxigena mi sangre
    al ritmo de la Palabra
    para que no me muera de aburrimiento.
    Sopla fuerte, limpia el polvo,
    llévate lejos todas las hojas secas
    y todas las flores marchitas
    de mi propio corazón.

    Ven, Espíritu Santo,
    acompáñame en esta aventura
    y que se renueve la cara de mi vida
    ante el espejo de tu Palabra.
    Agua, fuego, viento, luz.
    Ven, Espíritu Santo. Amén.
    (A. Somoza)


    2. LEE LA PALABRA DE DIOS (Lc 15, 1-32) (Qué dice la Palabra de Dios)


    1. Éste anda con pecadores y come con ellos (v. 2)

     
  • El capítulo 15 del Evangelio según san Lucas nos relata tres parábolas de Jesús, que quieren reflejar la misericordia de Dios Padre: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. Van dirigidas a los fariseos y a los maestros de la ley que criticaban a Jesús por acercarse a los que ellos con desprecio llamaban “pecadores”.
  • Desde la clave de la misericordia de Dios con los pecadores, podemos entender estas tres parábolas. Jesús también actúa como el Padre. Por eso, es criticado. De ahí que Él también quiera justificar su proceder. Y así razona: obro así porque el Padre así también actúa. Me preocupo y ando con los “pecadores”, porque Dios se preocupa por ellos, de una manera especial.

    2. Alégrense conmigo… (vs. 6 y 9)
     
  • Las dos primeras parábolas reflejan la alegría y el gozo del dueño y de la mujer que encontraron la oveja y la moneda perdidas. Si el dolor fue grande por la pérdida, el gozo de recuperarlas fue mayor.
  • La oveja perdida tiene especiales atenciones por parte del pastor. Éstos son algunos detalles:
    - deja las noventa y nueve, por buscar a la única perdida;
    - la carga sobre sus hombros, por ser un animal débil; el pastor busca a la más débil;
    - lleno de alegría, reúne a los amigos y vecinos para compartir el gozo del encuentro de la oveja perdida.
  • Conclusión de la breve parábola: En el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse (v. 7).
  • Dios se alegra de nuestro regreso a su amistad, dejando nuestro apego al pecado. Es el mismo Dios el que viene a nuestro encuentro, curando nuestras heridas, olvidando el mal que hemos hecho, alegrándose por nuestro regreso, convocando a los amigos para celebrar gozosamente tal acontecimiento.
  • La fuerza de la parábola está en la invitación a la alegría por un pecador que se convierte.
  • Lo mismo cabe destacar en la segunda parábola: la mujer que ha perdido una moneda, se pone de inmediato a buscarla, con toda dedicación y detalle: enciende una lámpara, barre la casa, la busca con cuidado. Y, al final, la invitación a alegrarse por la moneda recuperada.
  • Se llenarán de alegría los ángeles de Dios por un pecador que se convierta (v. 10).

    3. Celebremos un banquete de fiesta (v. 23)
     
  • La parábola del hijo pródigo (mejor llamada, del padre misericordioso) expone la enseñanza de Jesús con un lujo de expresiones que difícilmente pueden explicarse mejor. Una joya de estilo literario, de fina psicología y de total misericordia y ternura por parte del padre.
  • El personaje central y más importante es el padre, que refleja un retrato vivo de lo que es Dios Padre y Jesús con el pecador arrepentido. Centremos nuestra mirada en la acogida del padre a su hijo, que regresa a la casa, hambriento y harapiento. Observemos estos detalles:
    - cuando aún estaba lejos, su padre lo vio (v. 20). Dios no nos olvida nunca.
    - profundamente conmovido (v. 20). El regreso del pecador conmueve a nuestro Padre.
    - salió corriendo a su encuentro (v. 20). El Padre desea tenernos cerca cuanto antes.
    - lo abrazó y lo cubrió de besos (v. 20). Nos da el abrazo de paz y de perdón.
    - el mejor vestido (v. 22). El Padre nos reviste de su misma vida. ¡Nueva criatura!
    - anillo en la mano (v. 22). Es la relación de amor esponsal que nos une con Él.
    - sandalias en los pies (v. 22). Para poder avanzar por los caminos del Amor.
    - banquete de fiesta (v. 23). Invita al banquete de la Eucaristía. Estar con el Padre, vivir en su casa, es una fiesta continua.
    - ¡El hijo ha vuelto a la vida! El pecador se reintegra totalmente a la vida y a la amistad con Dios. No hay corrección, ni advertencias, ni amenazas, ni castigos. ¡Así es nuestro Padre Dios! ¡Así nos ama, nos reconcilia, nos perdona en Jesús el Hijo!
  • El Amor del Padre, manifestado en Jesús, se refleja en los sentimientos, actitudes y conducta del padre del hijo pródigo. Nuestro Dios es mucho más que lo que puede vislumbrar nuestra imaginación. Nuestro Dios está lleno de amor, misericordia, perdón, que nunca hemos merecido.
  • Jesús, el Hijo, nos dejó en los sacramentos de la Iglesia el acontecimiento privilegiado del abrazo de perdón (reconciliación o confesión) y del banquete de fiesta (Eucaristía), que son signos eficaces del amor que el Padre en Jesús nos manifiesta y nos regala.


    3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)

     
  • Dios es Amor, misericordia y perdón. Dios no se cansa nunca de esperarnos, de recibirnos, de celebrar fiesta con nosotros, pecadores arrepentidos. Nuestro Dios está por encima de toda pedagogía humana, que enseña normas para corregir, atemorizar e incluso castigar al que se ha portado mal. Nuestro Dios tiene otro modo de comportarse con el hijo que se marchó de casa y malgastó la mitad de la herencia: el abrazo de amor, el revestimiento nuevo, el banquete, la fiesta y la alegría. Éstos son los modos a que nos tiene acostumbrados nuestro Padre, manifestados en Jesús, para atraernos a su amistad.
  • Gracias, Padre. Gracias, Jesús. Gracias, Iglesia. Quiero vivir siempre con: alegría y amistad, en la casa del Padre, en una fiesta continua, que no tenga fin.


    4. ORA (Qué le respondo a la Palabra de Dios)
     
  • Padre, Jesús, Espíritu. Que nunca me separe de vuestro infinito Amor. Que experimente vuestro Amor en mis limitaciones y caídas. La memoria viva de vuestro Amor nunca me apartará de vuestra misericordia. ¡Gracias, Santa Trinidad de Amor!


    5. ACTÚA

     
  • Quiero experimentar y agradecer siempre el perdón, fruto del Amor del Señor.
  • Quiero escuchar siempre tus palabras de Amor: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo (Lc 15, 31).



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  • P. Martín Irure












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