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Lectio Divina

Lectio Divina. Domingo 34o. Tiempo Ordinario
Tiempo Ordinario Ciclo C. Oración con el Evangelio.


Por: P. Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net





Lc 23, 35-43


1. INVOCA



  • Haz la preparación adecuada para entrar en el ámbito de la oración.
  • Lo primero, prepara tu ánimo, pues el Señor va a dirigirte su Palabra.
  • Ábrete a la inspiración que el Espíritu te va a dar para interpretar correctamente la Palabra. Y para animar tu corazón, a veces despistado o perezoso.
  • Recitemos: Señor, te damos gracias

    Señor, te damos gracias
    porque nos reúnes una vez más
    en tu presencia.

    Señor, tú nos pones frente a tu Palabra,
    ayúdanos a acercarnos a ella
    con reverencia,
    con atención, con humildad.

    Envíanos tu Espíritu
    para que podamos acogerla
    con verdad, con sencillez,
    para que ella transforme nuestra vida.

    Que tu Palabra penetre en nosotros
    como espada de dos filos.

    Que nuestro corazón esté abierto,
    como el de María, Madre tuya
    y Madre nuestra.

    Y como en ella la Palabra se hizo carne,
    también en nosotros esta Palabra tuya
    se transforme en obras de vida
    según tu voluntad. Amén.



    2. LEE LA PALABRA DE DIOS (Lc 23, 35-43) (Qué dice la Palabra de Dios)

    Contexto litúrgico

     
  • Éste es el último domingo del Año litúrgico. El próximo comenzará el Adviento, como tiempo destinado a nuestra preparación a la venida del Señor en Navidad.
  • Quiere ser este domingo: un reconocimiento a la soberanía de Jesús, constituido por el Padre Rey de todo lo creado. Y además, una enseñanza práctica para nosotros: la glorificación de nuestra vida pasa necesariamente por la cruz. ¡Como Jesús! Jesús realiza en sí mismo el plan de Dios (Reino de Dios). Gracias a Jesús este plan se va realizando en nosotros y en la humanidad. Él es Rey al servicio de la salvación de los hombres.

    Contexto bíblico
     
  • Lucas nos describe la escena con un admirable juego de presentación de los personajes. Como una cámara fotográfica, que va tomando todos los planos, de lejos y de cerca, nos presenta Lucas a los diversos grupos y personas, en torno a la cruz. Al fondo de la escena está el pueblo, curioseando. En otro plano, vemos a los jefes y soldados, que se burlan de Jesús. Cerca de Jesús, los dos malhechores, con actitudes diferentes. En medio, Jesús, el Rey, en el trono de la cruz, en actitud de servir, no de dominar como los reyes de la tierra.

    Texto

    a.
    El pueblo. Contemplando el espectáculo con curiosidad y morbosidad. Siempre atrae la muerte y más si es la muerte de unos condenados y crucificados. Es el mismo pueblo que aclamó a Jesús el domingo de Ramos, en su entrada triunfal.

    b. Los jefes. Son los que atacaban a Jesús por todas partes. Los que no pueden comprender que un Mesías tenga que morir de esos modos. Esperaban un Mesías milagrero y todopoderoso. Y se encuentran con un Mesías escandaloso y “maldito” de hasta el mismo Dios. Maldito todo el que cuelga de un madero (Dt 21, 33; Gal 3, 13).
     
  • Mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. En cambio, para los que han sido llamados, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo que es fuerza y sabiduría de Dios (Gal 1, 22-24).

    c. Los soldados. Se burlan de tal rey porque no hace nada para librarse de la muerte. No es ésa la referencia que tienen de un rey y menos del emperador de Roma.

    d. Un malhechor. Sigue burlándose de Jesús, buscando su propia liberación de la muerte con la misma mentalidad de los judíos.

    e. El otro malhechor. Reconoce la inocencia de Jesús. Y en sus últimos momentos recibe la luz y la salvación que le viene de su compañero Jesús. Con este “buen ladrón”, Jesús inaugura la nueva época de la historia, ofreciéndole la salvación hoy mismo.

    f. Jesús, el Siervo-Rey. Este Crucificado contradice muchos de nuestros valores:
     
  • La sabiduría de Dios está en la cruz, paso obligado a la Vida y a la Resurrección;
  • La debilidad de Dios está en este Crucificado, el Hijo, que es ajusticiado y sentenciado por ponerse a favor de los “pecadores” y los más desprotegidos socialmente.
  • La sabiduría de Dios que hace ver de otro modo los valores humanos de: la patria, la nación, el estado, la democracia, el dinero, la familia, la salud, el trabajo, la comunidad, la Iglesia...
  • La sabiduría de Dios que nos muestra en el Crucificado un Rey-Siervo.
  • Lo que en Dios parece locura, es más sabio que los hombres; y lo que en Dios parece debilidad, es más fuerte que los hombres (1 Cor 1, 25).
  • He rogado tres veces al Señor para que apartara esto de mí, y otras tantas me ha dicho: `Te basta mi gracia, ya que la fuerza se pone de manifiesto en la debilidad´. Gustosamente seguiré enorgulleciéndome de mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Y me complazco en soportar por Cristo debilidades, injurias, necesidades, persecuciones y angustias, porque cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte (2 Cor, 12, 8-10).
  • La fuerza de Dios se manifiesta en la debilidad del Crucificado. La omnipotencia de Dios se manifiesta en el perdón y en la misericordia del Crucificado.


    3. MEDITA (Qué me dice la Palabra de Dios)
     
  • ¿En qué personaje se refleja mi vida? Tal vez, el que mejor me refleja será el del buen ladrón. Aunque pueda ser que tenga rasgos de fariseísmo al no entender la sabiduría de la cruz.
  • ¿Cómo acepto mi vida: problemas, sufrimientos, enfermedades, contradicciones? ¿Me quejo a Dios o me quejo de Dios?
  • ¿Trato de comprender la “sabiduría de la cruz”? ¿Le pido al Señor que sea capaz de vivirla?
  • ¿Cómo entiendo eso del servir para reinar? ¿Me agrada servir o que me sirvan?


    4. ORA (Qué le respondo al Señor)

    Jesús, que yo aprenda esa difícil sabiduría de la cruz. Quiero ofrecerte todo lo que me hace sufrir y unirme así a tu estilo de vivir el plan del Padre. Sé que, a mirarte y contemplarte en la cruz, me das la lección de la vida y de la resurrección. Por eso, cuando los problemas me aturden, te miraré y te contemplaré, para que paz llegue a mi vida y me una a tu dolor en bien de todos.
    Que siga trabajando para establecer el Reino, el plan del Padre y el tuyo entre mis semejantes.


    5. CONTEMPLA

    Contemplar a Jesús crucificado es la mejor medicina para aceptar mi sufrimiento. Y, confiado como Jesús, diré muchas veces: En tus manos, Padre, encomiendo mis espíritu (Lc 23, 46).


    6. ACTÚA
     
  • Viviré cada día en actitud de servicio gratuito y desinteresado, como Jesús.
  • Recitemos: Gracias, Señor, por tu Palabra

    Gracias, Señor, por tu Palabra
    que hemos escuchado.
    Ayúdanos a comprender
    cuál es la respuesta adecuada
    a lo que tú hablas dentro de nosotros.
    Señor, danos siempre
    tu Palabra cotidiana.

    Ella es como el pan.
    Sacia y a la vez provoca
    más hambre de ti.

    Ella es como el agua.
    Riega, refresca, fecunda, limpia.

    Ella es como la luz.
    Ahuyenta las tinieblas del error y del pecado,
    e ilumina los ojos del alma
    para ver mejor nuestra vida.

    Ella es como una voz misteriosa y penetrante.
    Cuestiona y responde,
    alegra y fortalece.

    Ella es como espada de doble filo.
    Penetra en lo íntimo del ser,
    hiere y sana, angustia y libera,
    inquieta y trae la paz.

    Que no nos falte nunca, Señor ,
    el pan cotidiano de tu Palabra. Amén.





  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Martín Irure








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