Menu



Dogma Mariano. María Corredentora

Corredención Mariana en la Hagiografía Siglo XX.
En un recientemente publicado ensayo teológico sobre hagiografía, muy interesante y bien documentado, se examinan las vitales enseñanzas de un grupo de santos del siglo veinte sobre la corredención.


Por: Rev. Stefano Manelli, F.F.I. | Fuente: Catholic.net



Corredención Mariana en la Hagiografía del Siglo XX.

El padre Manelli es Fundador y Superior General de la Orden de Frailes Franciscanos de la Inmaculada. Es internacionalmente conocido por su distinguida prédica y sus estudios bíblicos y mariológicos. Su mariología bíblica ha aparecido recientemente en Inglés bajo el título: TODAS LAS GENERACIONES ME LLAMARÁN BIENAVENTURADA.*

En un recientemente publicado ensayo teológico sobre hagiografía, muy interesante y bien documentado, se examinan las vitales enseñanzas de un grupo de santos del siglo veinte sobre la corredención. Se trata de un ensayo muy oportuno y, felizmente, demuestra que en el último siglo del segundo milenio, ha habido "un coro hagiográfico...que continuamente se ha ocupado de cantar al unísono la dulcísima gloria de María, nuestra Madre Corredentora y Mediadora universal de todas las gracias." Concluye, con justa razón, que las enseñanzas de los santos son una "enseñanza que ciertamente no es de menor valía y aprecio que la de los sagaces teólogos y profesores de teología."1

Las enseñanzas de los santos constituye una instrucción de doctrina y virtud; es una enseñanza de fe vivida y un testimonio que es llevado hasta el extremo de la heroicidad; es una enseñanza completa que incluye tanto la ortodoxia como la ortopraxis, mismas que están en función de "la edificación del Cuerpo de ,"Cristo," que es la Iglesia (Ef. 4:12).

Podríamos decir también que la enseñanza de los santos es la que puede dar garantía de nuestra fe en un grado máximo. De hecho, solamente los santos poseen el sensus fidei a un nivel de madurez radical, al practicar la virtud en grado heroico y, principalmente, las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Quizás nadie como los santos, vive su vida cristiana con tal plenitud y totalidad "a la luz de la fe y guiados por la Iglesia" (in lumine fidei sub ductu Ecclesiae), citando el antiguo axioma de la teología fundamental, enraizado en el fundamento mismo de la enseñanza más garantizada de la Iglesia.2

Si bien es cierto que un elemento de gran fuerza "en el curso de la definición dogmática de un artículo de fe" es -como escribe De María- "el papel que juega el Pueblo de Dios que con su sensus fidei constituye la plataforma, por decirlo así, de la ortopraxis concreta de la verdad de fe"3, entonces es lícito hacer notar que con mucha mayor razón será decisivo el papel jugado por esa electa porción del Pueblo de Dios que son los santos. Bartam pudo escribir en su tiempo que "todos los teólogos toman el sensus fidei como un argumento válido, en condiciones determinadas, para discernir con certeza la Tradición divina, y de esta enseñanza se valieron para la definición dogmática de la asunción"4.

Podemos añadir que para el magisterio eclesiástico, tiene mayor validez el sensus fidelium de los santos como un "argumento" ,"válido," es decir, de aquellos que, como lo afirma Miotto, ofrecen la mejor garantía del más genuino sentire cum Ecclesia5 y viven cada verdad divina "con una fe ardiente, luminosa, vibrante y firme."6

Es por esta razón que se debería considerar la reflexión de los santos y la certeza de su testimonio, como un asunto de la mayor importancia en relación con la verdad de la corredención mariana. La enseñanza que nos dejan con su sensus fidei, no puede sino tener un valor teológico de la más alta calidad para la Iglesia que, al tiempo que instruye a otros ella misma aprende, va recorriendo el camino del discernimiento y la decisión para definir dogmáticamente la corredención mariana.

De cierto es que en la cuestión del sensus fidelium, considerado como un apoyo de fe para tomar como verdadera la corredención mariana, se activan otros elementos fructíferos, tales como la "amplia extensión geográfica," señala De María, "en donde se encuentran santuarios marianos dedicados a nuestra Señora de los Dolores, la Corredentora, en todas partes del mundo"7; como la Liturgia y la piedad de los fieles que expresa el amor y la oración del Pueblo de Dios hacia la divina Madre de los Dolores, nuestra Corredentora8; como es el caso del movimiento Vox Populi Mariae Mediatrici, que se originó en Estados Unidos bajo la dirección del mariólogo Mark Miravalle, con el objeto de reunir firmas para apoyar la petición de la definición dogmática de la corredención mariana9; así como la pintura y la arquitectura, las producciones musicales y el teatro, las prédicas, las publicaciones y el folklore popular.10

Si reflexionamos en todo esto, comprenderemos porqué es "imposible," citando nuevamente a De María, "no reconocer que la devoción a la Corredentora y Señora de los Dolores ab antiquo, es el patrimonio más valioso de la fe que vive y actúa en el Pueblo de Dios. Esta fe siempre ha identificado de manera espontánea a nuestra Señora de los Dolores con la Corredentora, ya que ha sido animada por el sensus fidei que proporciona la visión interior intuitiva más segura sobre las verdades divinas, en las mentes y corazones de los que son dóciles al Espíritu,."11

Sin embargo, en este rico patrimonio de fe y dominando sobre todos estos elementos, las enseñanzas de los santos sobre la corredención, se sitúan al más alto nivel de la gracia y los carismas. Ellos son en verdad, en la fe, esperanza y caridad, "el camino más seguro" -valiéndome de la expresión del Vaticano II- a seguir para todo el Pueblo de Dios y para la teología, tanto por vía de la ortopraxis como de la ortodoxia. A este respecto, Miotto concluyó de manera inmejorable, un estudio muy preciso que realizó sobre la doctrina corredentiva de un grupo de santos, a saber: "La teología de la corredención mariana no pudo haber tenido una mejor garantía, un apoyo más elevado, valioso y confirmado, que la hagiográfica."12

A la luz de estas consideraciones, uno entiende de mejor manera la utilidad y el valor que tienen la presente investigación y síntesis sobre la corredención en la hagiografía, que surge de estudios ya publicados, ya sea de un grupo de ocho Santos y Beatos (Santa Gemma Galgani, Beata Isabel de la Trinidad, San Pío X, Santa Francisca Javier Cabrini, Beato Bartolo Longo, Beato Luis Orione, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Beato José María Escrivá),13 o específicamente de San Maximiliano María Kolbe,14 o San Leopoldo Mandic,15 el Beato Ildefonso Cardenal Schuster,16 el Beato Pío de Pietrelcina,17 el Venerable Gabriel Allegra,18 o el Venerable Santiago Alberione.19

Este ensayo es un trabajo sucinto y trata únicamente sobre las meditaciones de un grupo de Santos, Beatos y Venerables del siglo veinte, sobre la corredención. La razón principal de esta selección, es la abundancia de investigaciones y estudios realizados sobre los santos y beatos de siglos pasados, empezando por la época patrística20. La segunda razón la constituye el hecho significativo de que las reflexiones de los santos, beatos y venerables del último siglo del segundo milenio de la cristiandad, representa el desarrollo más maduro y completo de la doctrina corredentiva, tanto a nivel de investigación y reflexión teológica, como del sensus fidei más puro y mejor garantizado, el de los "elegidos," que son los más calificados de entre los que conforman el Pueblo de Dios.

Obviamente, la investigación también tenía que limitarse a un número restringido de santos, beatos y venerables del siglo veinte y no podía referirse a muchos otros siervos de Dios, sin que esto prolongara lo que ya de por sí es una larga lista. "En nuestro siglo veinte," escribió Miotto, "ha habido una verdadera constelación de santos, beatos, venerables y siervos de Dios, que predicaron y escribieron, proclamaron y defendieron, el grandioso patrimonio doctrinal de la corredención y la mediación marianas."21

Dentro de esta "constelación" de santos, beatos y venerables del siglo veinte, el presente estudio se enfoca en ejemplares muy selectos, es decir, en seis Santos, seis Beatos y dos Venerables, que son los más representativos y significantes de entre el Pueblo santo de Dios. Se trata pues, tanto de hombres como de mujeres, un Papa (San Pío X) y un Cardenal (Beato Ildefonso Schuster), siete Sacerdotes y Religiosos (San Maximiliano María Kolbe y San Leopoldo Mandic, Beatos Luis Orione, Pío de Pietrelcina y José María Escrivá, Venerables Santiago Alberione y Gabriel Allegra), dos fieles Laicos (Santa Gemma Galgani y el Beato Bartolo Longo), una Misionera (Santa Francisca Javier Cabrini) y dos Contemplativos (la Beata Isabel de la Trinidad y Santa Teresa Benedicta de la Cruz); de este grupo, dos de ellos son muy jóvenes (Santa Gemma Galgani y la Beata Isabel de la Trinidad) y en conjunto representan a siete naciones diferentes (San Maximiliano María Kolbe: Polonia; San Leopoldo Mandic: Yugoslavia; la Beata Isabel de la Trinidad: Francia; el Beato Ildefonso Schuster: Alemania; Santa Teresa Benedicta de la Cruz: Israel; el Beato José María Escrivá: España; y los ocho restantes: Italia).

Esta representación hagiográfica, muy variada y extensa, incluso étnicamente hablando, tiene un valor muy particular, en tanto que afirma una verdad divina que es parte de nuestra fe, por lo que debería ser defendida por todas las escuelas e ideologías, las mentalidades y tradiciones que hay en la Iglesia, ya que serán católicas solamente en la medida en que estén unidas con la perenne y universal doctrina de la Iglesia peregrina que avanza hacia la eternidad, donde cada verdad será descubierta y contemplada en su esencia más pura, que es Dios mismo.

Comencemos ahora nuestra breve revisión sobre la manera en que pensaban los seis Santos seleccionados en primer término, seguidos de los seis Beatos y, posteriormente, de los dos Venerables, habiendo organizado cada grupo en orden cronológico según su fallecimiento. Este ensayo presenta síntesis breves de sus doctrinas sobre la corredención. Se pueden encontrar estudios más profundos y extensos tratados sobre el pensamiento de cada uno en las obras citadas a lo largo de esta exposición. Nuestras reflexiones y conclusiones finales servirán para explicar con claridad y mediante una síntesis, la credibilidad interna, consistencia y constancia de la doctrina de la corredención, en virtud de la importancia y fecundidad que tiene para la vida de la Iglesia, que siempre busca descubrir y poseer "la verdad completa." (Jn 16:13)



Los Santos.
Santa Gema Galgani (+ 1903)

Las enseñanzas de Santa Gema Galgani acerca de la corredención, se expresan en términos generales, en un contexto y terminología ascético-mística, lo cual va muy de acuerdo con su carácter y era de esperarse, en virtud de las extraordinarias experiencias místicas que tuvo la Santa acerca del misterio de la redención, y que se vieron acompañadas de fenómenos místicos, espirituales y corporales del más alto nivel. Podríamos decir que su soteriología es eminentemente afectiva, característica de lo que se llama theologia cordis, permeada por el más profundo sensus fidei y por un sufrimiento intenso, vital y muy concreto, que unió a los inefables sufrimientos que la Santísima Virgen de los Dolores seguramente soportó en su misión como Corredentora universal.

Primeramente, Sta. Gema afirma con claridad que la encarnación del Verbo fue un acto redentor, y que la Santísima Virgen estaba consciente, aún desde la anunciación, del plan divino de la redención en su totalidad, y que tenía que ver con la crucifixión del Hijo: "¡Oh, qué gran dolor," escribe la Santa a su director espiritual, "debió de haber sido para la Madre, después de que Jesús nació, pensar que tendrían que crucificarlo! ¡Qué tormentos debió haber tenido siempre en su corazón! ¡Cuánto habrá suspirado, y cuántas veces habrá llorado! Sin embargo, nunca se quejó. ¡Pobre Madre!"22 Por lo tanto, su "fíat" (Lc. 1:38) que se extiende desde Nazaret hasta el calvario, incluye de una manera operativa, el misterio universal de la redención.

En segundo lugar, y como consecuencia, la Santa afirma la unidad de los sufrimientos de la Madre con aquellos de su Hijo, y la imposibilidad de separarlos. Escribe que: "cuando ella ve que está siendo crucificado, fue verdaderamente entonces...que esa pobre Madre fue traspasada por muchas flechas...Por lo tanto, mi Madre fue crucificada junto con Jesús."23 Esta afirmación de la crucifixión de nuestra Señora "junto con Jesús," coloca a María precisamente en el corazón de la redención llevada a cabo por su Hijo. ¿Cómo podríamos describir esta unión íntima y personal con el Jesús de María, la Virgen de los Dolores, "crucificada junto con Jesús," si no es con el término que semántica y teológicamente es el más sencillo y más significativo, que el de corredención?24

Más aún, en uno de sus éxtasis dolorosos, Sta. Gema confirma la realidad de la unión indisoluble que existe entre el Hijo y la Madre en el sufrimiento del calvario por la salvación de los pecadores, al exclamar: "Oh pecadores malvados, dejen de crucificar a Jesús, porque al mismo tiempo también están traspasando a la Madre"25. La crucifixión del Hijo y la transfixión de la Madre constituyen de manera simultánea, la obra salvífica del Redentor y la Corredentora.

En otros dos maravillosos y dolorosos éxtasis, Sta. Gema parece conducirnos todavía más lejos, hacia un área más profunda e interior del "efecto" que tuvo la redención por medio de los sufrimientos del Hijo y de la Madre: "Oh Madre mía, ¿dónde te encuentro?" exclama la Santa en éxtasis, "Siempre al pie de la cruz de Jesús...¡Oh qué dolor el tuyo!...¡Ya no veo un solo sacrificio, sino dos: uno para Jesús, otro para María!...Oh Madre mía, si alguien te viera con Jesús, no sería capaz de decir quién es el primero en expirar: ¿eres tú o Jesús?"26; y en el segundo éxtasis exclama una vez más: "¡Cuánta compasión me demuestras, oh Madre mía, al verte cada sábado al pie de la cruz!...¡Oh! Ya no veo solamente una Víctima, sino dos."27.

En estos dos éxtasis, Sta. Gema no pudo haber expresado con mayor simplicidad ni, al mismo tiempo, con mayor fuerza, la realidad de la inmolación redentora de Cristo y la inmolación corredentora de María para la salvación universal: en la unidad y singularidad de esta ofrenda de sacrificio, la inmolación de cada uno le parece a la Santa algo tan real y concreto, que ella no puede pretender que ve "un sólo sacrificio" sino "dos: ¡uno de Jesús y otro de María!...," o en forma tal, que sostiene que no ve "sólo una Víctima, sino...dos." Según Sta. Gema, la inmolación corredentora de la Madre está configurada por dos de las realidades más expresivas de la obra de la redención, a saber, el sacrificio y la Víctima.

Sin embargo, vemos a Sta. Gema ir todavía más lejos al exclamar: "Oh Madre mía, si alguien te viera con Jesús, no sería capaz de decir quién es el primero en expirar: ¿eres tú o Jesús?" Esta pregunta de la Santa en éxtasis, es verdaderamente original, por no decir sublime. Revela el enorme peso del sufrimiento redentor que inmola al Hijo y a la Madre, el cual parece preceder definitivamente, con el sacrificio de la Madre, así como el pecado de Eva precedió al de Adán. Cornelio Fabro afirmó atinadamente que "este puede ser considerado como un texto clave"28 para entender la misión corredentora de María: una misión ontológica y no meramente funcional; una misión operativa -siempre subordinada al Redentor, obviamente: "con Él y bajo Él," según lo expresa Lumen gentium n. 56- ligada al "cumplimiento" de la única y misma redención.

En cuanto a la mediación mariana y la dispensación de todas las gracias que se otorgan a cada persona en particular para su salvación, Sta. Gema también nos deja otra enseñanza en una carta que escribió a su director espiritual, en la que describe una de sus más inefables visiones marianas, la de la coronación de la Santísima Virgen María, quien recibe del Padre Eterno una corona de " espléndido oro, toda encendida," con un signo especial que indicaba y daba gloria a aquella que es la "Dispensadora de los tesoros del Paraíso."29

A estas alturas podemos concluir con Miotto que: "la enseñanza de Sta. Gema sobre la corredención, en su esencia y simplicidad, es completa: María Santísima es la ´víctima crucificada con Jesús´ (la Corredentora); María Santísima es la ´Dispensadora de los tesoros del Paraíso´ (la Medianera de todas las gracias)."30

Papa San Pío X (+1914)

Razonablemente se ha escrito que "la autoridad doctrinal pontificia, decorada con el halo de la santidad, constituye la máxima garantía, carismáticamente hablando, de la verdad más pura, bañada con el ejercicio de la caridad llevada hasta el extremo."31 De hecho con San Pío X, nos encontramos en la escuela de un gran Papa y Santo que luchó y defendió la verdad de la corredención de María, si no de una manera solemne, sí con la del magisterio ordinario, que también debe de ser aceptado con "religioso respeto de la voluntad y el entendimiento," conforme a la enseñanza del concilio Vaticano II (L.G. 25). De esta forma, el Papa San Pío X no sólo confirma la enseñanza común y perenne de la Iglesia, sino que lo hace de manera sistemática y fija, creando así un instrumento de primera clase para insertar el título de Corredentora al vocabulario oficial de la Santa Sede.32

En su encíclica "Ad diem illum," escrita para celebrar el 50 Aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción, el Papa San Pío X presenta el misterio de la encarnación redentora, como estricta e inseparablemente ligado a la misión maternal y corredentora de la Santísima Virgen María, a aquella que, según afirma el Papa, tendría "la tarea de engendrar y alimentar a la Víctima, poniéndola en el altar, de donde se deriva la comunión de vida y aflicciones entre la Madre y el Hijo, aflicciones éstas a las que se les puede aplicar, de manera conjunta y de igual manera, las palabras del Profeta: ´Pues mi vida se consume en aflicción y en suspiros mis años´ (Sal 30:11)."33

Aquí el Papa habla de "comunión de vida y aflicciones" entre Jesús y María, que se prolongan a lo largo de la existencia terrena del Hijo, esto es, desde la anunciación hasta la crucifixión, o, como dice San Pío X en su texto, "desde la casa de Nazaret al lugar del calvario."34 Es por lo tanto en el calvario, al pie de la cruz, donde esa comunión de aflicciones alcanza su máxima expresión y la Santísima Virgen María, dice el Papa citando a San Buenaventura, "participó de tal manera en los sufrimientos (del Hijo), que de haber sido posible, con gusto habría padecido ella misma todos los tormentos que el Hijo soportaba."35 En esta enseñanza no es difícil entender la manera en que la misión corredentora de María estaba ontológicamente unida con la misión redentora de Jesús, estando siempre "Con Él y bajo Él," según la precisa definición del Vaticano II (L.G. 56).36

La explicación del Papa prosigue para encontrar en esa "comunión de aflicciones y de voluntades entre María y Cristo," la raíz de la gracia por la cual la Santísima Virgen María concretamente "mereció convertirse en la más digna Reparadora del mundo pecador (Eadmer, De excellentia Virginis Mariae,c.9), y por lo tanto, Dispensadora de todas las gracias que nos mereció Jesús por su muerte y por su sangre."37 Este es un texto espléndido y fundamental.

Es importante notar que el Papa San Pío X especifica cuáles son los elementos que constituyen la mediación salvífica de María: principalmente la "reparación," equivalente a la corredención por la que pagó el precio del sufrimiento y la inmolación, y así volver a adquirir la gracia perdida por nuestros primeros padres, y la "dispensación" de la gracia, equivalente a la mediación universal que distribuye todas las gracias a todas y cada una de las personas redimidas, para su salvación. En la enseñanza de San Pío X, "el pasaje que va de Reparadora a Dispensadora," según comentarios de Miotto, "sigue la línea de un antecedente y su consecuencia: habiendo sido formada como Reparadora de la raza humana, el resultado ("atque ideo") es que la Santísima Virgen María justamente se convierte en la Dispensadora de todas las gracias que obran para la salvación y santificación de cada hombre."38

Por lo tanto, basándose en esta lógica, San Pío X une la ortodoxia y la ortopraxis, insertando por primera vez el término Corredentora en tres documentos oficiales de la Santa Sede. El primero de éstos fue publicado por la Congregación de los Ritos, mientras que los otros dos salieron del Santo Oficio (hoy llamada Congregación para la Doctrina de la fe). En los tres documentos se nombra expresamente a nuestra Señora como "la misericordiosa Corredentora de la raza humana,"39 "nuestra Corredentora,"40 y la "Corredentora de la raza humana."41 Este es un factor excepcional seguramente de gran relevancia, porque muestra claramente que ni la propia Santa Sede encontró dificultad alguna en adoptar un término teológico que alguna vez resultaba complicado por sus implicaciones, y expresivo de una soteriología mariana.

Si éste hubiera sido un asunto meramente de opinión teológica, hubiese ocasionado amargas discusiones, pero la realidad es que siendo doctrina común, fue pacíficamente aceptada aún a los niveles más altos de la jerarquía eclesiástica y los órganos educativos.

En resumen, la doctrina clásica sobre la corredención, lanzada en el magisterio ordinario por el Papa San Pío X, es una doctrina completa. La misión salvífica de María comprende dos fases de desarrollo: la primera, como Reparadora, quien ha corredimido a la humanidad con el Redentor, y la segunda, como Dispensadora, quien da a cada hombre las gracias de salvación y santificación. La primera fue la misión histórica, la doctrina de la salvación, que se extendió desde Nazaret hasta el calvario; la segunda es la misión metahistórica que continuará incluso hasta el final de los tiempos.

Todo lo expuesto anteriormente también se confirma y está garantizado en la conclusión de la tesis doctoral de L. Pillet, que trata de la corredención mariana en la enseñanza de San Pío X: "Los diversos aspectos de esta doctrina, expresamente tratada por Pío X en sus documentos magisteriales, ya sea de manera directa (especialmente en la encíclica Ad diem illum) o por medio de las congregaciones romanas, muestra que esta doctrina puede ser, por lo menos objetivamente, muy probable, si no es que indiscutiblemente cierta. Se debe ubicar (al Papa) de entre aquellos que apoyan la corredención mariana, entendida ésta en sentido estricto. María, según el Papa, al haberse unido a las angustias, el sacrificio y las intenciones de salvación de Cristo, participó activamente en la redención que nos trajo Él mismo: ella fue "nuestra Corredentora," "se convirtió junto con Él en la Reparadora del mundo caído,´ ´ella mereció para nosotros, con un mérito inferior (de congruo), pero en el mismo plano redentor, las mismas gracias del ser que Cristo mereció para nosotros de condigno.´"42

Santa Francisca Javier Cabrini (+1917)

Esta Santa Fundadora y ardiente misionera salida de un grupo de inmigrantes, nos ha dejado un patrimonio de fe pura y profunda, tanto por su ejemplo como por sus enseñanzas. En una antología de dichos de la Madre Cabrini, compilada por el perceptivo teólogo Giuseppe De Luca,43, encontramos una cosecha doctrinal simple pero esencial, animada por una "fe teológica," señala Miotto, "vivida ad intra en esa íntima dinámica de amor con el Espíritu Santo, y manifestada y radiada ad extra, en una dinámica labor de amor, que se traduce en obras de caridad, en un activo apostolado y en esa incansable pasión por las misiones, incluso hasta el fin."44

Como parte del patrimonio de su enseñanza, se encuentra una perla preciosa, la de su enseñanza sobre la corredención mariana. De hecho, Sta. Francisca Javier Cabrini subraya la importancia central de la presencia de María en el plan salvífico de Dios quien, otorgada a nosotros por Cristo, "es la Mediadora entre Dios y el hombre, nuestra Madre muy amable."45 Basándose pertinentemente en una referencia bíblica, define a Santa María como la "nueva Eva, verdadera Madre de los vivientes,"46 como aquella "escogida por Dios para ser Corredentora de la raza humana."47 De Eva a María, de la madre pecadora a la Madre Corredentora: estos pasajes son explícitos e ilustrativos. La misión salvífica de María está enraizada en Génesis 3:15, esta profecía bíblica tan celebrada, que presenta a la Madre y el Hijo indisolublemente unidos en la obra de la redención.

Más aún, a esta referencia bíblica, la Madre Cabrini sabiamente une la referencia de la enseñanza pontificia que brinda una base segura y garantiza una verdad como infalible. En la época de la Santa, el Papa San Pío X era el principal Maestro en la fe, y a él se refiere explícitamente cuando explica el misterio de la corredención mariana, escribiendo que "si a ella perteneció la gloria de haberle dado la vida a nuestro Redentor, así también le perteneció, como lo mencionó atinadamente nuestro Santo Padre, la tarea de engendrar y preparar a la sagrada Víctima de la raza humana para el sacrificio. María fue la Madre de Jesús no sólo en las alegrías de Belén, sino también, y con mayor razón en el calvario...y fue allí donde mereció ser nuestra digna Corredentora."48

Esta es también una espléndida página de doctrina y fe, ejemplar por su sencillez de expresión y por su contenido esencialmente teológico. La Madre Cabrini, con un fuerte y profundo sensus fidei, ve la misión salvífica de María como Corredentora, estrictamente unida con la de su divino Hijo. Ve a la divina Madre totalmente consagrada, durante toda su vida, a la obra redentora del Hijo por la salvación del linaje humano, preparando ella misma "la sagrada Víctima" a ser ofrecida en el calvario, en una inmolación compartida, tan interior y personal, tan real, que de hecho le merecen convertirse en "la más digna Corredentora."

En estas afirmaciones de la Madre Cabrini, la verdad de la corredención mariana se presenta clara y firme en su substancia, ligada a sus raíces bíblicas, alimentada por el magisterio de la Iglesia, esposada a la serenidad y la seguridad de la fe, que no encuentra obstáculo alguno en creer y transmitir una doctrina que forma parte del perenne y grandioso patrimonio de fe de la Iglesia. De la enseñanza de Sta. Francisca Javier Cabrini, se puede apreciar lo obvio: que no tenía necesidad de defender la verdad de la corredención de María. Muy al contrario. No había nada que defender. Ella escribe y habla de esta valiosísima verdad de nuestra fe, con la preocupación maternal de encomendar a la Madre Corredentora toda la obra de apostolado y evangelización que ella y sus hijas tenían como misión a través del mundo.

Miotto escribe que, incluso para la Madre Cabrini, nuestra Señora "es la Madre Corredentora inseparablemente unida a su Hijo Redentor, que coopera en que se lleve a cabo y llegue a su cumplimiento el plan universal de salvación, siempre ´sirviendo al misterio de la redención, con Él y bajo Él,´ como lo resumió el Vaticano II. (L.G. 56) Esta es la substancia de la más genuina soteriología mariana que, actuando bajo la clave de la corredención, descubrimos en la santa vida de fe, intrépida y ardiente, de la Madre Cabrini, quien zarpó sin descanso a través de los océanos de un continente al otro."49

San Maximiliano María Kolbe (+1941)

El Papa Paulo VI ubicó a San Maximiliano María Kolbe "entre los grandes Santos y espíritus iluminados que entendieron, veneraron y cantaron el misterio de María"50 y el Papa Juan Pablo II resaltó la visión profética y el gran valor de la vida de San Maximiliano y su mariología para la Iglesia de hoy.51 Consecuentemente, la doctrina mariológica de San Maximiliano, ya ha sido objeto de diversos estudios al más alto nivel de la investigación sistemática y del círculo erudito.52 En particular, en lo tocante a su doctrina sobre la corredención mariana, existe un detallado estudio escrito por L. Iammorrone.53

Las reflexiones de San Maximiliano María Kolbe sobre de la corredención, son de un gran valor por varias razones. Fue nuestro contemporáneo, y lo más importante es que fue un gran místico y teólogo mariano, aparte de ser un extraordinario apóstol y misionero de la Inmaculada, llamado "el tonto de la Inmaculada,"54 y definido por el Venerable Padre Gabriel Allegra, su contemporáneo, como "el apóstol del fin de los tiempos,"55 evocando asimismo el criterio de San Luis María Grignion de Montfort.56

En primer lugar, cabe aclarar que San Maximiliano no sólo propagó y defendió la verdad de la mediación universal de la Santísima Virgen María, sino que escribió, oró y deseó con vehemencia, la solemne definición dogmática de María como Mediadora de la salvación (= Corredentora) y Mediadora de todas las gracias (= Dispensadora). De hecho, en cuanto supo que el Papa Pío XI había nombrado tres comisiones para estudiar la definibilidad de María como Mediadora, escribió un artículo en el que exhortó a toda la gente a orar para "que nuestra Madre Santísima pueda acelerar el momento de la proclamación solemne de éste, que es su privilegio."57

Además de la famosa tesis franciscana de que María fue eternamente predestinada con Cristo,58 San Maximiliano también basó la mediación corredentora y distributiva de la Santísima Virgen María sobre el fundamento de la tradición bíblica patrística, que apunta a María como la nueva Eva. De este modo, al reflexionar sobre la primera caída de nuestros primeros padres, Adán y Eva, San Maximiliano mantiene que "desde ese momento, Dios prometió un Redentor y una Corredentora, diciendo: ´Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje; ella te pisará la cabeza´."59 "Los Padres y Doctores de la Iglesia," escribe el Santo en otra parte, "proclaman que Ella, la segunda Eva, reparó aquello que la primera había arruinado; que Ella es el canal por el que fluyen las gracias divinas, Ella es nuestra esperanza y nuestro refugio; que recibimos la gracia de Dios a través de Ella."60 En este contexto, uno puede fácilmente discernir la equivalencia que existe entre la reparación y la corredención, en contraste con la acción devastadora de la antigua Eva y la acción salvadora de la nueva Eva: ambas Evas presentadas como protagonistas, respectivamente, tanto de la caída y ruina de la humanidad (la primera Eva), como de su rescate y salvación (la segunda Eva.)

De los escritos de San Maximiliano, resalta el hecho de que para él la verdad más certera, la doctrina más segura e indiscutible y por lo tanto, la que menos necesita de demostraciones, es la de la corredención mariana; tanto por la clara referencia que existe de la obra devastadora que causó la primera Eva, neutralizada por la obra reparadora de la segunda Eva (María), o en virtud la propia vida de nuestra Señora, profundamente enlazada, gastada y consumida en una inquebrantable conformidad con la de su divino Hijo en la obra de la redención universal de principio a fin, esto es, desde la anunciación hasta la crucifixión, desde Nazaret hasta el calvario.

Por otro lado, a San Maximiliano le parecía que la doctrina que más necesitaba de una profunda elaboración teológica, era aquella de la mediación mariana, que comprende la distribución de todas las gracias, una doctrina consecuente de la corredención, y que él relaciona, sobre todo, con el misterio de la inefable mancomunidad que existe entre el Espíritu Santo y la Virgen Inmaculada, una unión esponsal, que crea la perfecta colaboración en la economía de la distribución de todas las gracias para la salvación y santificación del hombre.61

Sin embargo, San Maximiliano sí tomó en cuenta las complejas discusiones teológicas en torno a la corredención mariana, que a la sazón estaba en proceso de ser clarificada y desarrollada. Escribió que, "Es claro que nuestra relación con María Corredentora y Dispensadora de las gracias, en la economía de la redención, no fue entendida desde el principio en toda su perfección. Pero en éstos, nuestros tiempos, la fe en la mediación de la Santísima Virgen María continúa creciendo más y más cada día."62

En cuanto a su manera de pensar específicamente sobre la corredención, podemos decir en resumen que San Maximiliano, en sus reflexiones, llegó a comprender profundamente tanto el valor cristológico específico de la corredención mariana, como el valor pneumatológico de la mediación de María para obtener todas las gracias; él afirma que "María, como Madre de Jesús el Salvador, se convierte en la Corredentora, mientras que como Esposa del Espíritu Santo, forma parte en la distribución de todas las gracias."63 De acuerdo con la reflexión mariológica de San Maximiliano, estaba en el plan de Dios "que su propia Madre, la Inmaculada," según escribe el padre Domanski, "formara parte de la obra de la redención, así como también había formado parte de la obra de la encarnación."64 Y la demostración que San Maximiliano tomó de un estudio de Bittremieux, afirma que "...así como la primera Eva que, eligiendo con verdadera libertad, contribuyó a nuestra ruina en cuanto a que ejercía una influencia real, así también María, por sus propias acciones, colaboró en la reparación...: de esta manera está contenida una auténtica mediación en el propio sentido de la palabra y, actualmente, de una manera perfectamente evidente."65

La doctrina de San Maximiliano se muestra lógica y luminosa en la solidez de su método y desarrollo: "En el pensamiento del padre Kolbe," escribe el padre Iammorrone, "Cristo es el único Mediador universal entre la humanidad y el Padre...María es escogida por Dios como Madre del Hijo y, por lo tanto, Mediadora de la gracia, ya que deberá acompañarlo inseparablemente en el cumplimiento de la redención. Hijo y Madre trabajan juntos iniciando la vida de gracia (redención y corredención) y en distribuir esa vida a los hombres."66 Respetando siempre la total subordinación de la Madre con respecto al Hijo, la referencia que la tradición bíblica patrística hace de la primera Eva con el primer Adán, describe nuevamente de manera atinada y precisa, las operaciones contrarias: o sea, la acción de nuestra ruina, que tuvo como su principal y absoluto hacedor al primer Adán con la primera Eva como su compañera y co-operadora dependiente; y la acción de nuestra salvación, que tuvo como su principal y absoluto hacedor al segundo Adán, Jesús, con la segunda Eva, María, como su compañera y co-operadora dependiente.

Según San Maximiliano, éste es el plan de Dios. El padre Iammorrone escribe una vez más, "En el plan divino de la salvación, María es la nueva Eva que colabora junto con el nuevo Adán, Jesús su Hijo, en la redención del género humano. En las consideraciones del padre Kolbe, la cooperación de María está subordinada a la de Cristo el Redentor pero ésta es inmediata y próxima, activa y directa... María, según el padre Kolbe, participó en la redención de manera objetiva (en cuanto a que adquirió la salvación por medio de su actividad en particular, unida y asociada a aquella actividad original del Hijo) y participa en la redención de manera subjetiva, esto es, distribuyendo las gracias de salvación a cada persona a lo largo de la historia hasta que llegue el Señor en gloria," y de esta forma "María realiza plenamente su maternidad mediante la compasión maternal en el calvario."67

En términos generales, es obvio que en las meditaciones de San Maximiliano, la doctrina de la corredención de María y su mediación en la distribución de las gracias, es sólida y está bien fundamentada. En cuanto a su experiencia personal, no puede considerarse menos que superlativa, cuando uno trae a la memoria su terrible martirio en los campos de muerte de Auschwitz, asimilándolo, de una manera extraordinaria al ofrecimiento corredentor de la Madre Santísima. De hecho, nadie se acerca y se asemeja más a la Corredentora como el mártir. La verdad es que la gloria suprema de la Corredentora, es precisamente la de ser la Reina de los Mártires, y he aquí que San Maximiliano nos ha dejado su ortodoxia (la doctrina sobre la corredención) perfectamente unida con su ortopraxis (la imitación más concreta de la Corredentora, derramando la propia sangre).

Maestro y modelo de la doctrina y espiritualidad de la corredención mariana, ése es San Maximiliano María Kolbe.68 Por ello, en cuanto a la mediación corredentora y distributiva de María, podríamos decir que, según San Maximiliano, no hay mucho que discutir, ya que hay más necesidad de orar para que la Inmaculada "pueda acelerar el momento de la proclamación solemne" de este dogma por parte de la Iglesia.

San Leopoldo Mandic (+ 1942)

Se ha escrito que San Leopoldo Mandic "profesaba una atención especial, vivo interés -y uno podría añadir- que una verdadera y profunda pasión personal, por María Santísima como ´Corredentora de la raza humana´."69 En efecto, uno podría decir que la vida de San Leopoldo se presenta de lleno, vivida bajo una clave corredentora, especialmente los cuarenta años que pasó ejercitando el ministerio de la reconciliación. Si de verdad la Corredentora cooperó reconciliando a la humanidad con Dios, entonces San Leopoldo, como confesor, no hizo otra cosa que "reconciliar" al hombre con Dios, liberándolos de la culpa y llenándolos con nuevas gracias.70

Y si es verdad que el estudio de nuestra Señora, como lo escribe un biógrafo, "fue su tema favorito a lo largo de su vida,"71 y que llevaba de continuo en el corazón "afirmar los fundamentos teológicos de su devoción mariana," como lo escribe otro biógrafo, y buscó mostrarse siempre "teológicamente austero en sus motivaciones,"72 también es cierto que su pasión particular por el misterio de María como Corredentora, llegó a tal grado de fervor, que propuso escribir un libro o tratado sobre la verdad de la corredención mariana. Asimismo, un biógrafo subraya que San Leopoldo "tuvo grandes deseos durante toda su vida de lograr su intención de escribir un libro sobre nuestra Señora, para mostrarla como Corredentora de la raza humana, el canal de las gracias provenientes del Señor."73

Tomando en cuenta estas afirmaciones de sus biógrafos, el padre Stemman comenta en sus escritos que es claro entonces "qué importante es reconocer las bases del pensamiento de San Leopoldo sobre la corredención mariana, considerada in actu primo, esto es, en la adquisición de la gracia salvífica, y considerada in actu secundo, o sea, en la distribución de gracias a cada persona. Podríamos también referirnos a la Mediación corredentora de María a través de la adquisición de la gracia, y la mediación distributiva de María por medio de la distribución de esa gracia."74

Desafortunadamente, San Leopoldo no pudo escribir el libro que se habría propuesto sobre nuestra Señora como Corredentora. El flujo continuo de penitentes a su confesionario hacía imposible cada deseo y esfuerzo de recolectar y concentrarse en el estudio necesario para escribir. "Fue de verdad un pecado," escribe un biógrafo, "porque con su aguda inteligencia y su ardiente amor por nuestra Señora, seguramente nos habría dado una obra de gran valor."75

De cualquier manera, hay suficiente material para conocer las ideas de San Leopoldo acerca de la corredención. Existen dos volúmenes conteniendo cartas y escritos del Santo, en los que mantiene y confirma una y otra vez, la verdad de la corredención mariana.76 Baste con afirmar que la expresión "Corredentora de la raza humana" se repite trece veces en sus escritos; incluso en algún texto la llama "nuestra Redentora"77; y en otras ocasiones utiliza expresiones equivalentes. Para San Leopoldo, la base de la corredención mariana se encuentra también en la tesis de la tradición bíblica patrística de la nueva Eva (María) y el nuevo Adán (Jesús), quienes juntos, restauran aquello que la primera Eva y el primer Adán juntos, habían destruido: "Yo creo," escribe San Leopoldo, "en este dogma de la fe católica: la Santísima Virgen es una segunda Eva, así como creemos que Cristo el Señor es un segundo Adán."78 Y en el calvario, en el acto de dar cumplimiento a la redención universal, la nueva Eva, la Corredentora, es proclamada por el Redentor como la Madre de todos los hombres que se unen para formar la única Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios, y esto "de acuerdo con el mandato del Hijo que moría en la cruz."79

Sin embargo, su apasionado esfuerzo por mantener la verdad de la corredención mariana tenía dos metas muy particulares y admirables: la primer meta era la de "cooperar de alguna manera," escribe el padre Bernardi, "en adornar la frente de nuestra amada Madre con una nueva corona, la de la proclamación dogmática: María Mediadora universal de todas las gracias."80 ¡De qué manera, los verdaderos hijos de María, no pueden sino desear glorificar cada vez más a su divina Madre!

La segunda meta digna de admiración, era la de obtener, específicamente de la Corredentora, la ansiada reunificación o reconciliación entre la Iglesia de Roma y las iglesias cristianas orientales, poniendo así un fin al doloroso cisma causado por la acción de Photius y Caerularius, que por casi un milenio ha estado desgarrando "la túnica sin costura" de Cristo. Esta intención ecuménica de San Leopoldo es verdaderamente novedosa, no se diga extraordinariamente valiosa. Hoy en día algunos dirían que la verdad de la corredención mariana se muestra de por sí, como antiecuménica y, por lo tanto, sería mejor dejarla de lado o abandonar cualquier otra discusión posterior sobre el asunto. Sin embargo, tal racionalidad se antoja particularmente grotesca en comparación con la meta de San Leopoldo y por ello es evidente que algo así pondría el asunto de cabeza.

De hecho, San Leopoldo sostenía que si la Corredentora es aquella que ha sido, en unión con el Redentor -Hijo- "con Él y bajo Él," como lo establece el Vaticano II (L.G.56) nombrada la Madre de la reconciliación, entonces siempre continúa siendo la Madre de cada reconciliación, incluyendo la de las iglesias cismáticas. La Corredentora es aquella que "místicamente nos engendró al pie de la cruz," escribe San Leopoldo, "por medio del martirio más espantoso que el corazón de una madre pueda jamás experimentar. Somos en verdad hijos de sus lágrimas." "Uno puede entender intuitivamente," reflexiona el padre Stemman, "que para San Leopoldo, la corredención mariana, lejos de separarnos, en realidad sirve para reunir de mayor y mejor manera, a todos los redimidos en el único y absoluto Redentor y Mediador, Jesucristo (cf. Tm 2:5)."81 "Es un hecho que el fruto de la corredención ha sido nuestra reconciliación con Dios en Cristo."82 El padre Stemman continúa su comentario sobre la exposición del Santo: "¿De dónde vienen, en realidad, las gracias de la reconciliación si no es de la Corredentora-Mediadora de todas las gracias de la redención de Cristo? La corredención y la reconciliación son siempre correlativas. Uno no puede olvidar esto. Si uno se va por otro camino, llegará a un callejón sin salida."83

San Leopoldo estaba tan profundamente convencido de esta verdad que, con miras a obtener el milagro de la unificación de las Iglesias Orientales con Roma, quería ofrecer de lleno su ser y su vida como víctima en atención a la Corredentora. De su puño y letra escribió literalmente: "En verdad, ante Dios y la Santísima Virgen, confirmándolo todo bajo juramento, yo mismo estoy obligado, en atención a la Corredentora de la raza humana, a empeñar todos mis esfuerzos durante mi vida, al margen de la obediencia que debo a mis superiores, por la redención de todos los pueblos orientales disidentes que caen en cisma y error."84 Y en 1927, en la parte superior de una de sus imágenes, escribió este hermoso pensamiento: "Yo, fraile Leopoldo Mandic Zarevic, creo firmemente que la Santísima Virgen, en cuanto a que ella fue la Corredentora de la raza humana, es la fuente moral de toda gracia, ya que todos hemos recibido de su plenitud."85 El padre Stemman comenta: "En ello, San Leopoldo especifica lógicamente y con brillante lucidez, la diferencia que hay entre la corredención y la mediación de las gracias. Nuestra Señora es Corredentora como lo entendió San Leopoldo y, por lo tanto, es la ´fuente moral de todas las gracias´; dicho de otro modo, en virtud de que la Inmaculada fue Corredentora de la humanidad (´en cuanto a que ella fue la Corredentora de la raza humana´), se ha convertido con justa razón en la ´fuente´, el manantial de la gracia y la Distribuidora de todas las gracias; ha venido a ser nuestra Señora de las gracias, y de esta manera es bien amada entre el Pueblo de Dios."86

Las enseñanzas de San Leopoldo sobre la corredención se presentan como una obra de arte que es tan atractiva como lo es ardiente, en su pasión de sufrir por la reunificación de las iglesias separadas. Los elementos esenciales de la mediación corredentora y distributiva, saltan a la luz y exponen una buena definición del Santo. Él "cree firmemente" en la verdad de María como "Corredentora de la raza humana." Que su "yo creo firmemente" sea también el nuestro.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz (+ 1942)
(Edith Stein)

Una de las obras espirituales más apreciadas y significativas de Santa Teresa Benedicta de la Cruz o, de otra manera, esta "ilustre hija de Israel," como la definió el Papa Juan Pablo II en su discurso al beatificar a Edith Stein en Colonia el 1° de mayo de 1987, es la del ensayo teológico sobre San Juan de la Cruz intitulado "Scientia Crucis."87

Solamente con el título, este trabajo sugiere ya un programa de vida iluminado y sellado por la cruz, un título que promete ser una exposición, o para ser más precisos, la exposición de esa ciencia suprema que da posesión al amor más grande: amor crucificado, amor que impulsa a cualquiera y lo lleva a la inmolación: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos." (Jn. 15:13)

Se podría afirmar y con razón, que la propia vida de Sta. Teresa Benedicta de la Cruz fue un libro, un texto completo sobre la "Scientia Crucis." Un biógrafo de Edith Stein no pudo haber recopilado de mejor manera su vida de sufrimiento "de la universidad al campamento de Auschwitz"88 de la que lo hizo, siguiendo una serie de dramáticas persecuciones y huídas, torturas y encarcelamientos sufridos por Edith Stein hasta su muerte en ese campo de horrores: Auschwitz.

Pero la "Scientia Crucis" inmediatamente nos trae a la mente la montaña de la cruz, el calvario, y transporta al alma, casi por impulso, al pie de esa cruz a la que fue clavado nuestro divino Redentor, Jesucristo. Y allí, a los pies de Jesús crucificado, el alma la encuentra a ella, la Señora de los Dolores, Corredentora, María Santísima, la Madre crucificada de corazón con su adorable Hijo. Se podría decir que ella personifica la "Scientia Crucis" más elevada, eso que en términos teológicos es "corredención mariana."
"Como Corredentora," escribió el padre Miotto, "María Santísima, traspasada y crucificada con Cristo en el calvario, es un espejo de luz, especialmente para las almas víctimas que han conformado su vida y muerte con la de Cristo crucificado, ´renovando en ellos mismos su muerte´. Sta. Teresa Benedicta de la Cruz, hija del pueblo hebreo, fue una de estas almas víctimas, escogida y amada por Dios, para revivir el misterio de la pasión de Cristo, prolongando en su propia persona la compasión de la Madre divina y Corredentora universal."89

Sta. Teresa Benedicta de la Cruz, habiendo adquirido los niveles más altos de formación filosófica, nunca hizo un tratado directo sobre la corredención mariana. Pero sí conocía la doctrina y dejó algunos apuntes aquí y allá de entre sus escritos, que tocan el punto temáticamente, algunas veces incluso teológica y espiritualmente. De los textos más significativos, tenemos uno que habla expresamente de María Corredentora involucrada en la obra de la redención universal junto con Cristo su Hijo, con quien ella está ligada "uno eodemque decreto," esto es, "por el único y mismo decreto," según la fórmula adoptada por el Papa Pío IX, o "con un vínculo estrecho e indisoluble," como se expresa en el Vaticano II (L.G. 53).

El breve texto de Sta. Teresa Benedicta de la Cruz es éste: "María deja el orden natural y se sitúa como Corredentora al lado del Redentor." Estas pocas palabras son teológicamente densas y luminosas. Presentan a María en la luz superior de la mente de Dios y de Su plan amoroso. María, una creatura humana e hija de Adán por naturaleza deja, sin embargo, el "orden natural"; en otras palabras, ella lo sobrepasa y lo trasciende porque, podríamos decir, ella pertenece más a Cristo que a Adán, más al segundo que al primer Adán.

De hecho, la teología católica nos enseña que la Santísima Virgen María, y sólo ella, en cuanto a que ella es la Madre del Verbo encarnado, pertenece al orden de la unión hipostática: "María Santísima," escribe el mariólogo Domenico Bertetto, "pertenece, en el plan divino, al orden hipostático, esto es, a la economía divina que nos da la unión hipostática o personal del divino Hijo con la naturaleza humana y la cual es la manifestación suprema de la liberalidad misericordiosa de Dios, más allá y por encima de esa economía divina que nos dio la condición de naturaleza elevada en nuestros primeros padres y, en nosotros, la condición de naturaleza caída y redimida."90

Por lo tanto, la Santísima Virgen María, "deja el orden natural," dice Sta. Teresa Benedicta de la Cruz, para ser insertada en un nuevo orden, un orden excepcional, "un orden hacia ella misma (a sé)," afirma el padre Miotto, "que la constituye como el punto principal entre lo natural y lo sobrenatural, como un ser ´teándrico´ ya que ella es la Madre del Verbo encarnado."91

En este nuevo orden de la unión hipostática, nuestra Señora se asocia con Cristo el Salvador con la misión de "Corredentora junto con el Redentor." Así es como Sta. Teresa literalmente lo describe, y sus palabras también sacan a relucir con suficiente claridad que la corredención mariana, como la maternidad divina, no pertenece al orden natural; más bien la corredención siendo una con María, es elevada con ella al orden de la unión hipostática, puesta por lo tanto "al lado del Redentor." Y ya que hay sólo una Corredentora, la Corredentora es verdaderamente única: la divina Madre María.

La expresión "al lado del Redentor," quizás nos podría llevar a pensar en una complementariedad entre el Redentor y la Corredentora en la obra de la salvación. Sin embargo, Sta. Teresa Benedicta entiende bien y muy al contrario, que la corredención mariana es una cooperación directa e inmediata por parte de María, pero en virtud de que es cooperación se dice que siempre estará subordinada y dependiente del único Operador, Jesús, el único, Redentor absoluto. De hecho, en otra parte, la Santa llama a María la "Colaboradora de Cristo el Redentor."92

Incluso, Sta. Teresa Benedicta de la Cruz nos ofrece una valiosa pista en relación a la maternidad espiritual de María Santísima, en la que la corredención mariana está íntimamente ligada a la maternidad espiritual, teniendo una interdependencia connatural en el sentido de que su maternidad espiritual brota precisamente de la corredención, y su virginidad, fecundada por la cruz, se convierte en la maternidad de la gracia (en harmonía con el Vaticano II que llama a María precisamente "Madre en el orden de la gracia": (L.G. 61). He aquí el texto de la Santa, que es tan breve como brillante y denso en su contenido: "Al pie de la cruz, la Virgen de las vírgenes se convirtió en la Madre de la gracia."93 Virginidad, corredención, maternidad: es un maravilloso tríptico, un diamante verdaderamente único y espléndido de tres caras. Sta. Teresa Benedicta nos presenta "la cruz y la gracia," escribe Miotto, "la corredención y la maternidad: estas son las coordenadas de nuestra regeneración en Cristo y María."94


Los Beatos
Beata Isabel de la Trinidad (+ 1906)

Se ha dicho acertadamente que la Beata Isabel de la Trinidad "contempla esencialmente a María con los ojos de un alma contemplativa."95 La Beata Isabel de la Trinidad, habiendo poseído una extraordinaria alma contemplativa, observó y habló del misterio de la corredención bajo una luz transfigurada, en una nota mística que entra al interior, que penetra profundamente. "El conocimiento de María Santísima como Corredentora al lado del Redentor," nos dice Miotto, "tiene una característica particular en la Beata Isabel, una característica muy análoga a un alma contemplativa como la suya. Esta es la característica de la interioridad más profunda, del escondite más silencioso."96

La Beata Isabel prefería llamar a María al pie de la cruz la Madre de los Dolores y Reina de los Mártires, y con sus ojos contemplativos ella observa: "Esta Reina de las Vírgenes es también la Reina de los Mártires, pero es siempre ´adentro de su corazón´ que la espada penetra. ¡En ella todo ocurrió desde dentro!... Qué hermoso es contemplarla durante su largo martirio, serenísima en su majestad, pero que al mismo tiempo respira fortaleza y dulzura... Ella permanece allí, cerca, al pie de la cruz, fuerte y heroica."97

El santo y anciano Simeón le había predicho a María en el templo: "¡y a ti misma una espada te atravesa







Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |