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Devocionario. Oraciones Principales Via Crucis niños

Jesús es sepultado
Decimocuarta Estación


Por: Guillermo Urbizu | Fuente: Catholic.net





Benjamín se baja del carro y ayuda a trasladar el Cuerpo de Jesús al sepulcro excavado en la roca. Es niño, pero ayuda. María, mientras tanto, les acompaña, apoyada en Juan y Cayo. Entramos dentro. Hay una gran paz. José de Arimatea deja el Cuerpo de Jesús con sumo cuidado. Huele muy bien. “María Magdalena y María la de José miraban dónde se le ponía”. Antes de salir Juan quiere decirnos algo:

- Dejamos aquí su Cuerpo sin vida, es verdad, pero Él nos dijo que al tercer día resucitaría. Confiad en el Señor, en Jesús, no dudéis de su palabra. Veremos cosas muy grandes. “Para Dios todo es posible”, nos dijo un día camino de Judea. Así que tened fe. Esto no es el fin.

- ¿Y ahora qué hacemos, adonde vamos?, pregunta Cayo.

- Vosotros a casa, que vuestros padres ya deben de estar preocupados. Venga, vamos.

Salimos todos. José y Juan empujan la pesada piedra que cierra el sepulcro. Ahí dentro queda el Cuerpo de Cristo, como en un sagrario. A todos nos cuesta irnos de aquí. Benjamín y Cayo se resisten. Se les acerca José de Arimatea, a quien ya conocen de vista, pues es un hombre muy importante, miembro del consejo de sacerdotes, del Sanedrín:

- Os acompaño a casa.

- Vale, contestan los dos.

Y mientras descienden hasta Jerusalén José les dice:

- Me ha dicho el discípulo Juan que habéis sido muy valientes, ¿es cierto?

Cayo y Benjamín no responden nada. Sólo piensan en Jesús. No dejan de ver su rostro, esos ojos... De pronto echan a correr.

- ¡Esperadme!, les grita José.

Pero es en vano. Corren veloces, entran en la ciudad, y sólo ya muy cerca de la casa de Cayo se detienen. Apenas pueden respirar.

- Benjamín, quedamos mañana aquí. Iremos al sepulcro.

- De acuerdo.

- Mira, dice Cayo.

Y le muestra, en la palma de su mano, uno de los clavos con los que sujetaron a Jesús a la Cruz. Los dos se abrazan. Saben que Jesús es su mejor amigo. Y no le dejarán.


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