Dirección: Chen Kaige. Guión: El mismo y Xue Xiaolu. Fotografía: Kim Hyljngkoo. Música: Zhao Lin. Intérpretes: Tang Yun, Liu Cheng, Chen Hong, Wang Zhiwen, Chen Kaige, Chen Qiang, Zhang Jing, Kin Hye-ri.


Si el cine chino es de por sí poco conocido en España, cuando se le conoce mediante dos autores tan sólo, resulta chocante que venga a contarnos historias de marginación con un talento y un cine pobre de calidad narrativa y artística.

Se puede afirmar que todos los films que ha realizado este director no entran en los parámetros del mundo occidental por más que él se esfuerce en introducirlo.

Y no logra entrar porque sus historia no interesan muy poco y, además, porque son de una estética inadecuada a la europea. Le falta la originalidad, es decir, no sabe transmitir una historia del agrado de los espectadores ni tampoco convence su forma peculiar de hacer cine.

La historia- que podía haber sido interesante- se mueve en torno a un niño de 13 años que toca el violín. No tiene muchas aptitudes, pero el padre le busca los mejores especialista para que le enseñen y, de este modo, aliviar la maltrecha economía familiar y la fama que tanto anhela su familia.

La narración, a medida que se va viendo la obra, es muy cursi en su ambición de planificar sin ton ni son momentos de la vida de este niños y del ambiente que reina en los conciertos, la gente que va a escucharlo y lo melindre de los diálogos.

De verdad, este cine no llegará nunca a gustar en occidente. Sin embargo, el de su compatriota Zhang Yimou sí que llega y con aplausos de bienvenida para su buen cine.


Efectivamente, siguiendo con esta línea, ninguna de sus películas estrenadas por estos lares ha gustado a casi nadie. Debería encerrarse junto Yimou y aprender a contar unas historia cercanas, sencillas y no tan alambicadas y ñoñas.