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Curso Espiritualidad Renovada

Capítulo Cuarto: La Lucha por la Santidad
Medios para conseguir la santidad.


Por: P Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net




INTRODUCCIÓN

La experiencia de muchos santos en la Iglesia, a lo largo del tiempo, que se han esforzado por vivir el amor a Dios y al prójimo, aconseja unos medios que facilitan el camino de la santidad.

Dios puede hacer milagros, aunque no pongamos los medios. Pero, de ordinario quiere que nosotros pongamos nuestra parte, nuestro uno por ciento. Él pondrá el noventa y nueve por ciento. Hay un dicho en español que dice: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Por tanto, la santidad es obra de Dios con nuestra ayuda y colaboración 2.

Señalaremos unos medios intrínsecos, aquellos que cada uno tiene que aplicar; y medios extrínsecos, aquellos que requieren la participación de otras personas.


I. MEDIOS INTRÍNSECOS


1. La oración


Es la elevación de nuestra alma a Dios, para alabarle y pedirle gracias para ser mejores para su mayor gloria. Esta elevación se llama coloquio.

Hay dos tipos de oración:

a) Mental o meditación: conversación interior con Dios. En esta oración hay que llevar todo lo que somos y tenemos (alegrías, tristezas, proyectos, penas), llevar mi mente, mi corazón y mi voluntad. Lo que hay que hacer es: ponerse en presencia de Dios y preguntarle qué quiere de nosotros. Después, abrimos los santos evangelios y leemos detenidamente un párrafo haciéndonos estas preguntas: ¿Qué dice Jesús aquí?; ¿Qué me dice a mí en particular? ¿Qué le respondo hoy yo a Cristo? Termino con un propósito, con una resolución concreta para ese día. Lo importante en la oración no es la sensiblería o el emocionalismo, sino las decisiones de la voluntad. La oración mental o meditación debe siempre terminar con cambios profundos en nuestra vida, con la conversión de tal o cual aspecto de mi vida que no está de acuerdo con la ley de Dios.

b) Vocal: se expresa por medio de palabras o gestos. Empleamos nuestra voz, boca y labios para cantar las alabanzas de Dios. Se ayuda uno con devocionarios, oraciones escritas.

Son hermosos los frutos que obtenemos con la oración: nos vamos desapegando de las criaturas y de las cosas de aquí abajo, nos vamos uniendo cada vez más con Dios, tratando de hacer del día y del trabajo una oración constante, por medio del ofrecimiento a Dios de cuanto hacemos; nos vamos transformando poco a poco en Él.


2. Los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía

Buscamos la santidad en nuestra vida. Sin sacramentos sería imposible. En la Eucaristía Cristo nos une a Cristo, nos alimenta, nos quita los pecados veniales, forma el carácter. En la Confesión Dios nos limpia, nos renueva, nos libra del pecado, nos reviste de su fuerza y nos ilumina.

Estos temas se verán ampliamente en la materia del Catecismo de la Iglesia Católica.


3. El sacrificio

Es verdad que la vida espiritual no debe consistir en quitar defectos, en autocastigarse, sino en desarrollar el verdadero amor a Dios y al prójimo. Pero esta visión positiva de la vida espiritual no significa que no haya que sacrificarse. El camino del amor es exigente, sobre todo porque se opone directamente al camino de nuestro egoísmo. La identificación con Dios coincide con el abandono del apego a nosotros mismos, de nuestro egoísmo. Es natural entonces que haya que sacrificarse. Sacrificar el juicio severo, la pasión de la venganza o del orgullo herido, la pereza cómoda.

San Juan de la Cruz dice: “Quien busca a Dios queriendo continuar con sus gustos, lo busca de noche y, de noche, no lo encontrará” (Cántico espiritual 3,3).

El sacrificio tiene sus ventajas: es medicina para mis tendencias desordenadas; es reparación de mis pecados; es medio maravilloso para colaborar con Cristo en la obra de la redención.


4. El apostolado

Es un medio importantísimo para la propia santificación. Sólo cuando somos capaces de entregar a los demás lo que profesamos con los labios y el corazón, podemos decir que estamos realmente identificados con Cristo. El apostolado es ser apóstol, predicar el evangelio y confirmarlo con el testimonio de la caridad.

El apostolado debe ser concreto y lleve resultados concretos. Tiene que ser una aportación exigente que ayude a una necesidad de la Iglesia.

El apostolado enseña a luchar y sufrir por Cristo y la salvación de los hombres, nuestros hermanos. Enseña a ver cuánto es dura la resistencia y oposición a la gracia por parte del egoísmo del hombre y también a apreciar la obra maravillosa del Espíritu Santo en el alma de cada hombre. Enseña a comprender un poco más la cruz del Salvador y a identificarse con su amor maravilloso, gratuito y generoso.

El apostolado enseña a desprendernos de nosotros mismos, a tener que superarnos, hacer un lado nuestros intereses, a hacer a un lado nuestros puntos de vista y manera de ser, a limar nuestros defectos, para encontrarnos realmente con los demás. La actividad apostólica acelera los progresos en la vida cristiana.

El primer apostolado se realiza, sin duda, en el propio ambiente: en la familia, en la escuela y en el trabajo. Pero también se puede encontrar tiempo para realizar compromisos apostólicos que abarquen a más personas y grupos.

Hay diversos tipos de apostolado: apostolado de la catequesis, de la caridad solidaria, misionar, medios de comunicación social, de la enseñanza, etc...


II. MEDIOS EXTRÍNSECOS

1. La dirección espiritual


Es un diálogo formal y periódico con un sacerdote o con una persona de confianza, avanzada en la vida espiritu y designada para esta tarea, con el fin de buscar y descubrir la voluntad de Dios para la propia vida.

No es un refugio para consolarse y contar las propia penas y tampoco es la sede adecuada para entablar discusiones doctrinales.

En la dirección hay tres agentes: el director espiritual, el dirigido y el E.S., quien debe ser el verdadero protagonista. Tanto el director como el dirigo buscan la voz del E.S. su luz, para ver la voluntad de Dios.

El director espiritual procede en todo con gran respeto a la persona que acude al coloquio, sabiendo que hay progreso espiritual solamente en la libre aceptación de la voluntad de Dios. El director, en ocasiones, cuando haya contradicciones, ilustra lo que está de parte de Dios, motiva a abrirse a Él y siempre respeta la libre voluntad de la persona. En otras ocasiones ayuda al dirigido a descubrir él mismo, siempre a la luz del E.S., la voluntad de Dios sobre su vida, ampliando horizontes, preguntando oportunamente, etc.

Conviene que la dirección espiritual tenga como base un programa de vida redactado por el dirigido, en el cual se expresen los puntos principales del trabajo espiritual de la persona y los medios más importantes que va a aplicar. Al final de la dirección es conveniente sintetizar unos propósitos concretos, recalcando los puntos principales del trabajo espiritual que se está llevando.

Es importante que la dirección se realice en un clima de formalidad: es decir, en un lugar adecuado, con cita y preparación previa de parte de quien acude. Todo esto ayuda a la intencionalidad y a darse cuenta de que es un evento en el cual Dios actúa de modo especial. Ayuda a formular propósitos concretos y a tomar en serio los frutos de la dirección espiritual. Cuanto más se banaliza el encuentro, tanto menos atención y fruto procurará. Todo esto no quita la cordialidad, la alegría y amistad, sino que incluso las acrecienta y ennoblece.


2. Participación en una comunidad eclesial

Nuestra vida espiritual y el camino hacia la santidad nos lleva a ser cada vez más parte activa de la Iglesia, a vivir en comunión con nuestros hermanos y a ser testigos comprometidos de Cristo. La santidad no nos aleja de los demás, sino, por el contrario, nos impulsa a comunicarnos con ellos, a abrirnos y a luchar juntos.

Esto nos lleva a formar parte de movimientos, asociaciones o grupos parroquiales. Hay que buscar un grupo eclesial donde reine el amor a Jesucristo, el aprecio por la vida sacramental y litúrgica, el espíritu de oración, una metodología claramente inspirada en el evangelio y en la sana tradición de la Iglesia y al Papa, un programa concreto de trabajo apostólico.

Estos grupos ayudan a la perseverancia en la vida cristiana, estimula a una mayor generosidad, abre nuevos horizontes y sobre todo se transforma en un trampolín de lanzamiento para llevar a cabo iniciativas apostólicas.

Ese movimiento o agrupación tiene que ser una comunidad de oración, de formación y de trabajo concreto en favor de los demás, en orden a la predicación y difusión del mensaje de Cristo y de ayuda a los más necesitados espiritual y materialmente.


III. OTROS MEDIOS DE SANTIFICACIÓN

1. Deseo de perfección
2. El conocimiento de Dios y de sí mismo
3. La conformidad con la voluntad de Dios
4. Lecturas y pláticas espirituales


CONCLUSIÓN

Quien quiera alcanzar la santidad tendrá que echar mano de estos medios, al igual que quien quiera ganar la batalla tiene que llevar escudo, yelmo, espada. Si no, el enemigo llevará la delantera y nos vencerá.


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  1. Valdría recordar el ejemplo de Naamán, el sirio, en 2 reyes capítulo 5.regresar













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