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México y su identidad Guadalupana
El Presidente Calderón declaró en sus palabras: “Para muchos mexicanos, la mayoría de los mexicanos, Nuestra Señora de Guadalupe es un signo de identidad y de unidad”. Y añadió: “Somos Guadalupanos”


Por: Luis Alfonso Orozco | Fuente: Catholic.net



El pasado 12 de octubre de 2011, el presidente de México, Felipe Calderón, inauguró en la Capital del país la nueva Plaza Mariana adyacente a la basílica de Guadalupe. Se eligió una fecha cargada de particular simbolismo por festejarse el “Día de la hispanidad” o “de la raza”, como popularmente es conocido en México, además de celebrarse las festividades marianas del Pilar y de Aparecida, en España y Brasil respectivamente.

Que el primer mandatario de la nación inaugure una magna obra al servicio de los ciudadanos no resulta ninguna novedad, ni a nadie le altera el hecho. Lo novedoso ha sido lo que el Presidente Calderón declaró en sus palabras: “Para muchos mexicanos, la mayoría de los mexicanos, Nuestra Señora de Guadalupe es un signo de identidad y de unidad”. Y añadió: “Somos Guadalupanos”.

Ningún otro mandatario antes había declarado en público de modo tan abierto este signo de catolicidad nacional. Solamente hay un precedente parecido y fue en el 2000 cuando Vicente Fox resultó elegido presidente de México, y en uno de sus primeros gestos se dirigió a la basílica de Guadalupe para rezar ante la imagen de la Virgen. ¿Simples coincidencias o gesto calculado? Me parece que hay algo más de fondo, porque si los dos últimos presidentes de la segunda nación con más católicos en el mundo muestran su respeto por la religión es señal de que en México los tiempos están cambiando.

Lo anacrónico sería volver obstinadamente la mirada hacia atrás, cuando en el discurso oficial estaba vetado hacer referencias a lo sagrado y actuar de espaldas al sentimiento religioso de la nación. Pero México camina en pleno siglo veintiuno y tampoco puede volver atrás; mira hacia delante, pues ante los muchos retos que debe afrontar su prioridad es fortalecerse en los valores comunes para reforzar la propia identidad como nación. Sólo en unidad de esfuerzos y de voluntad se pueden enfrentar los graves problemas internos, como la lucha despiadada del narcotráfico, la corrupción endémica y en varia escala, las amenazas contra la vida y las fuerzas disgregadoras que actúan contra la familia.

Identidad guadalupana

En este sentido las palabras de Felipe Calderón gozan de un amplio crédito, porque Nuestra Señora de Guadalupe es tal vez el signo más claro de la identidad y de la unidad nacional mexicana. En efecto, no se puede concebir el México actual, ni el de ayer ni el de mañana, sin su referencia esencial al acontecimiento guadalupano de 1531, con todo lo que ha significado desde entonces para el país. Las apariciones de Guadalupe de diciembre del 1531 y el vidente elegido, san Juan Diego, forman en su conjunto una verdad histórica y cultural, además de religiosa, que son patrimonio de la nación.

¿Qué significa afirmar “Somos Guadalupanos”? Significa que México surgió como nación en 15211, a partir de la fusión dolorosa de las sangres hispana e indígena, y diez años después se vio confirmada en el rostro dulce y mestizo de la Morenita del Tepeyac. Las apariciones de María en el cerro Tepeyac en 1531 fueron providenciales para el porvenir de la nueva nación, porque después de la conquista militar las cosas iban bastante mal entre españoles e indígenas; el foso de enemistad y resentimientos se ahondaba más, por lo que la reconciliación estaba muy lejos de lograrse. La intervención del cielo, con las apariciones de la Virgen María a san Juan Diego Cuauhtlatoatzin2, en el invierno de 1531, propició después el progresivo bautismo en masa de los habitantes aztecas del Anáhuac y de otras etnias de aquel inmenso territorio que comenzó a llamarse Nueva España y tres siglos más tarde México, al consumarse su independencia3.

En 1531 había aún muy pocas personas mestizas, fruto de la unión de los españoles con las indias, y las que había eran más bien niños o jovencitos. En el dulce rostro mestizo de la Virgen Madre, españoles y naturales vieron confirmada la fusión de las razas por la Madre común y su voluntad de que convivieran unidos bajo el mismo credo católico. Fue así que la presencia matera de María logró el milagro de pacificar los ánimos alterados y heridos de los indígenas quienes al contemplar el rostro de la Morenita conocieron a la Madre del verdadero Dios por quien se vive. Y desde entonces María de Guadalupe4 pasó a ser la Madre común de españoles, indios y mestizos, en la nueva nación que resultaba de la fusión de sangres y culturas. Lo mejor de México está admirablemente sintetizado en el sagrado icono de Guadalupe. El bautismo católico de México ocurrió en 1531.

A finales de este 2011 hay otro dato interesante a considerar y es que se cumplen 480 años de las apariciones de Guadalupe, por lo que se entra ya en el clima de preparación cercana al 500 aniversario de este evento. México ha celebrado el pasado año, por todo lo alto, el bicentenario del inicio de la Independencia. En efecto, la Independencia nacional inició en 1810 con el Grito de Dolores del Cura Miguel Hidalgo, quien usó el estandarte y protección de María de Guadalupe. Hidalgo sabía bien lo que hacía al tomar la imagen sagrada por ser un símbolo de unidad y de identidad patria, aunque de hecho la independencia se haya consumado once años más tarde.

Por tanto para el 2021 y el 2031 México vislumbra dos fechas importantísimas en agenda: la celebración, ahora sí, del bicentenario de la independencia como nación, y unos años más tarde del medio milenio de su bautismo católico, bajo el amparo y protección de Santa María de Guadalupe.

Corazón espiritual de la nación

“Somos Guadalupanos” significa también que el corazón espiritual de México late en el Santuario nacional de Guadalupe5, el más visitado del mundo con cifras en torno a los 20 millones de peregrinos anuales. Quienes alguna vez hayan participado en las celebraciones en torno al 12 de diciembre de cada año, saben que la Villa y sus alrededores se transforman en una marea humana de fieles que se dirigen hacia el interior de la basílica para ponerse delante de la sagrada tilma y rezarle a la Morenita, al menos durante unos segundos. Una espera paciente que puede prolongarse durante horas si no incluso días. En este sentido, la reciente inauguración de la nueva Plaza Mariana responde a la necesidad de dotar de más espacios a las multitudes que acuden a la Villa y a la basílica, que es como un oasis espiritual en medio de la gigantesca y caótica capital mexicana.

La basílica de Guadalupe es el gran crisol en que se ha fundido lo mejor del pueblo indígena y criollo de México para sacar de allí el oro de una fe de altísimos kilates, que ha dado santos, mártires, confesores, fundadores, pastores y el río caudal de pueblo cristiano, sencillo y fiel. El “México siempre fiel” ha sido forjado en el crisol de Guadalupe6.

“Somos Guadalupanos” recalca además la importancia capital de la familia en la sociedad mexicana. La familia es el núcleo propulsor de las relaciones humanas auténticas y de los valores que han constituido la identidad de México como pueblo, y en general a la cultura latinoamericana. Los modelos de nuevos y extraños tipos de familia o de convivencia, que se quieren imponer a los ciudadanos, son ajenos a toda la tradición cultural, moral y religiosa de la nación. La causa de violencia e inseguridad que azotan como plaga a México hay que buscarla precisamente en la descomposición de los lazos familiares, en el debilitamiento de los valores religiosos y morales que se transmiten en el seno de las familias unidas y estables.

Por su protección del valor de la familia y del amor conyugal, la sagrada tilma de Guadalupe es también un icono elocuente de la defensa de la vida desde su primer origen, pues el respeto por la vida naciente es el primero y principal de los derechos humanos, sin el cual todos los demás derechos se derrumban. El amor y respeto a la madre es un valor calado hasta la médula en los mexicanos. Es indudable que estos valores han crecido en el alma de México bajo el amparo y protección de Santa María de Guadalupe. Bajo su amparo y protección creemos que no se perderán. Es también el augurio del beato Juan Pablo II7, quien al término de su cuarta visita pastoral por tierras mexicanas declaró con palabras contundentes:

Al concluir, quiero dirigir mi pensamiento hacia el Tepeyac, a Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la primera y de la nueva evangelización de América. Bajo su cuidado maternal pongo a los jóvenes de esta patria, así como la vida e inocencia de los niños, especialmente los que corren el peligro de no nacer. Confío a su amorosa protección la causa de la vida: ¡Que ningún mexicano se atreva a vulnerar el don precioso y sagrado de la vida en el vientre materno!8.

Signo de unidad nacional

Ninguna otra realidad como la Virgen de Guadalupe ha contribuido y contribuye en México a unir a los mexicanos de todas las clases y condiciones sociales, incluso fuera de sus fronteras nacionales. La imagen de Nuestra Señor de Guadalupe se ve representada de mil modos diversos en cuadros, fotografías, esculturas, tallas, tejidos llenos de colorido, etc. Se puede afirmar que hay todo un arte guadalupano, con su sello autóctono. Pero por encima de su valor artístico Guadalupe es un símbolo patrio querido por los hijos, fuera y dentro del país, y reconocido en todo el mundo como seña de identidad del mexicano, incluso independientemente de la fe religiosa que profese.

No está de más recordar que la Virgen de Guadalupe no sólo es Reina de México, sino también Emperatriz de América, por definición pontificia9, y por lo mismo su devoción está muy difundida en las hermanas repúblicas hispanas, además de Brasil. Incluso fuera del continente latinoamericano por todo el mundo católico se encuentran numerosas iglesias, parroquias y capillas bajo su advocación10. Roma, centro de la catolicidad, alberga nada menos que tres de ellas –dos parroquias urbanas y la capilla de las criptas vaticanas, bajo el altar de San Pedro— dedicadas a Nuestra Señora de Guadalupe.

Este Papa percibe en lo hondo de su corazón los vínculos particulares que te unen a ti con este pueblo y a este pueblo contigo. Este pueblo, que afectuosamente te llama ‘La Morenita’. Este pueblo –e indirectamente todo este inmenso continente— vive su unidad espiritual gracias al hecho de que Tú eres la Madre. Una Madre que, con su amor, crea, conserva, acrecienta espacios de cercanía entre sus hijos. ¡Salve, Madre de México! ¡Madre de América latina!11

Y este signo de identidad no resulta ningún agravio, sino al contrario. Si hoy algunos mexicanos no se identifican como católicos, no por eso se puede renunciar a la identidad Guadalupana de la nación, ni debería molestar a nadie la referencia del presidente del pasado 12 de octubre. Porque declarar que “Para muchos mexicanos, la mayoría de los mexicanos, Nuestra Señora de Guadalupe es un signo de identidad y de unidad”, a nadie ofende, ni está pronunciando una falsedad. Nuevamente unas palabras del beato Juan Pablo II revisten toda su autoridad al respecto cuando afirma que

Pensar en México es referirse a una tierra bendecida por la predilección de la Madre del Señor. La acendrada piedad y devoción que tiene la Iglesia en México a Nuestra Señora de Guadalupe es un testimonio de la honda religiosidad de sus hijos y, al mismo tiempo, un justo reconocimiento de la participación que la madre de Nuestro Señor ha tenido en la obra evangelizadora, como guía de la fe de vuestro pueblo12.

Sí, los tiempos cambian. También en México. Que un Presidente haga alusión a su fe católica en una nación donde la gran mayoría de sus habitantes se profesan tales13, hasta es un signo de progreso cívico y político. De respeto por las mayorías. “El respeto al derecho ajeno es la paz”, esta frase la conocen los mexicanos desde la escuela primaria. Así pues, el señalar una verdad histórica y un elemento de identidad cultural, implícitamente se apoya en este principio de la convivencia.

1 La caída de la capital del imperio azteca, Tenochtitlán, ocurrió ese año ante las fuerzas coaligadas de los españoles comandados por Hernán Cortés y los numerosos aliados tlaxcaltecas y de otras etnias que eran enemigos mortales de los aztecas. Antes de 1521 México como nación no existía, sino un inmenso territorio poblado por muchas etnias y culturas diversas, algunas de las cuales enemigas a muerte, los aztecas por ejemplo, que hacían la guerra a muchas otras tribus. No existía ningún tipo de unidad política ni social. Es después de la conquista de Cortés cuando comienza a surgir la nueva realidad socio-política que se llamó Nueva España, germen del México actual.
2 Juan Diego Cuauhtlatoatzin (“águila que habla” o “el que habla como águila”, en lengua náhuatl) nació en 1474 en Cuautitlán, poblado del reino de Texcoco, en los alrededores de la actual capital mexicana. Era de etnia chichimeca y fue bautizado por los primeros misioneros franciscanos en 1524, tres años después de la conquista de Tenochtitlán, y un lustro después asumía la muerte de su mujer María Lucía, con quien tuvo dos hijos. En el tiempo de las apariciones, Juan Diego era un hombre maduro, de unos 57 años, y vivía humildemente con su abuelo. Aún después del Acontecimiento Guadalupano, Juan Diego llevó una vida austera. En sus últimos años dejó sus posesiones terrenas para servir en el templo de la Virgen. Murió el 30 de mayo de 1548, pero antes narró cómo había ocurrido su encuentro con la Madre de Dios en el Tepeyac. Juan Pablo II al canonizarlo en la basílica de Guadalupe de México, el 31 de julio de 2002, lo convirtió en el primer santo indígena de México y señaló en su homilía: “Encomiendo a la valiosa intercesión de san Juan Diego los gozos y esperanzas, los temores y angustias del querido pueblo mexicano, que llevo tan dentro de mi corazón”.
3 En 1821 se logró la independencia, bajo el libertador Agustín de Iturbide, personaje que ha quedado denostado por la historiografía oficial mexicana. Es común en México el dicho: “La conquista la hicieron los indios. La independencia los españoles”.
4 Su coronación solemne como Reina de México fue hecha por el entonces arzobispo de México, Próspero María Alarcón, el 12 de octubre de 1895, con la autorización del Papa León XIII.
5 La actual basílica de Guadalupe se inauguró el 12 de octubre de 1976, fruto en su mayor parte de una gran colecta nacional. El interior del templo puede albergar cerca de diez mil fieles.
6 De un artículo de Javier García, Guadalupe en la religiosidad del pueblo México (parte segunda), publicado en Ecclesia XXV, 2011, nº 2, p. 189.
7 No es mera coincidencia que el gran Papa viajero comenzara en 1979 la primera de sus grandes visitas pastorales, a los pies de la Virgen de Guadalupe, en México (“Cuán profundo es mi gozo… porque los primeros pasos de mi peregrinaje me traen precisamente aquí”), y que concluyera su andadura en agosto de 2004, precisamente en otro gran santuario mariano, en Lourdes, Francia. Juan Pablo II murió en Roma, en abril de 2005.
8 Juan Pablo II, Cd. de México, 24 de enero de 1999.
9 Juan Pablo II durante el transcurso de su cuarta visita pastoral a México, en 1999, promulgó que el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, fuera de fiesta continental. El gran Papa viajero visitó México cinco veces. Fuera de Italia, solamente su patria Polonia y algún otro país recibieron una atención tan cercana y frecuente de su parte.
10 Un caso singular es el Santuario de N. S. de Guadalupe que se encuentra en la pequeña localidad de Santo Stefano d’Avento, provincia de Génova, Italia. Allí se venera una preciosa y antigua copia de la Virgen de Guadalupe, una de las primeras en realizarse en México a partir del original, que fue donada por Alfonso de Montúfar, segundo obispo de México, al rey español Felipe II, quien a su vez la regaló al almirante italiano Andrea Doria. Este almirante participó en la batalla de Lepanto en 1571 y en la cabina de su galera tenía la imagen de la Virgen donada por el rey. En 1811 el cardenal Giuseppe Doria, secretario de Estado de Pío VII donó a la Iglesia del pueblo de Santo Stefano d’Avento esta imagen de la Virgen de Guadalupe, donde se encuentra desde entonces.
11 Juan Pablo II, Cd. de México, 27 de enero de 1979.
12 Juan Pablo II, Cd. de México, 12 de mayo de 1990.
13 Datos recientes señalan que México tiene cerca de 114 millones de habitantes, de los cuales cerca del 84% se declaran católicos. Numéricamente es el segundo país con más católicos, solo detrás de Brasil.

 







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