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Una vida llena de sentido, para volar en alas de la alegría
Reflexiones sobre: Conciencia, libertad, felicidad, desde: Sta. EDITH STEIN


Por: María del Carmen Fernández | Fuente: Sociedad Tomista Argentina



María del Carmen Fernández es profesora en Filosofía y pedagogía. Dedicada al estudio especulativo en Antropología Filosófica desde 1970, en los Seminarios dirigidos por el Profesor Dr.: Emilio Komar. Docente. Expositora en Congresos de Filosofía Cristiana, en la Semana Tomista, en las Jornadas del Centro de Estudios filosóficos Eugenio Pucciarelli, de la Academia Nacional de Ciencias, autora de varias publicaciones.

La vida del espíritu

“El espíritu es sentido y vida en plena realidad, una vida llena de sentido. Una vida llena de sentido, es una fuerza desbordante e irradiante: tiene la forma del ser que llamamos espiritual.” Edith Stein.(1)

Es una vida desbordante, sobre ésta dirá la autora en “Mundo y Persona”, 156: “La
entrega de sí mismo, es el acto más libre de la libertad.”

Esta vida se genera en el alma, en la más profunda interioridad se origina la irradiación del ser propio, el no-deliberado brindarse de uno mismo. Cuanto más recogido vive el hombre en la interioridad profunda del alma, tanto más vigorosa resulta la irradiación que sale de él y atrae a los demás en su órbita, y también, tanto más fuerte es el sello propio, peculiar, y tanto más enérgicamente queda plasmado su cuerpo y con ello mismo espiritualizado. Aquí está el verdadero punto central del ser corporal-anímico-espiritual.(2)

La voz de la conciencia



“El centro del alma es el lugar donde se hace oir la voz de la conciencia, y el lugar de laslibres opciones del hombre”. (3)
En la interioridad del alma es donde se dejan oir las voces de la conciencia, que guía al
alma hacia los actos justos, y la retiene frente a las injusticias.

La conciencia revela cómo los actos están arraigados en lo hondo y retiene al yo a pesar de su libre movilidad, en esta profundidad la voz que sale de lo profundo la llama sin cesar a su lugar, para responder allí su acción y para comprender, lo que produjo la acción.(4)

La fuerza de movilización de los valores

Nos dice Santa Edith Stein: “La vida personal y espiritual del alma, está injertada en un gran complejo que tiene una significación, que es al mismo tiempo, complejo funcional; cada sentido una vez comprendido, exige una conducta correspondiente y posee al mismo tiempo una fuerza motora, para mover al alma a realizarse.”(5)

Lo que penetra en la interioridad del alma es ‘siempre’ un ‘llamado’ a la persona, un llamado a su ‘libertad’, que desde el sentido la conduce a una respuesta llena de sentido y fuerza.



Un llamado al corazón, al verdadero centro vital, con el cual se designa el órgano vital de cuya actividad depende la vida corpórea. Pero suele entenderse bajo este nombre, el interior del alma, porque el vínculo estrecho entre el cuerpo y el alma, no se puede percibir en otro lugar, con mayor claridad.(6)

El valor llama al hombre en su corazón, desde su condición de ser personal, libre. No se impone como las cosas útiles al animal, se propone respetuosamente, se ofrece. La suprema libertad consiste en poder amar el valor por sí mismo. La acción por tanto, lleva en sí su razón de ser y el hombre que por la libertad es imagen de Dios, deviene semejante a Dios, por la afirmación del valor.

La valoración es un acto de contemplación amorosa, que conciente de sus exigencias ulteriores, aprueba la dignidad del valor. Así el mismo se encarna en el mundo, y su reconocimiento se convierte en realización.
Por el compromiso valoral el hombre se realiza como hombre, desde su elección libre, responsable, solidaria.

La motivación entendida como movilización del alma por un móvil, lleno de sentido y fuerza (7), lleva al alma hacia una conducta llena de sentido y fuerza.

Lo importante es destacar que en la vida espiritual, están unidos íntimamente el sentido y la fuerza, no se trata aquí sino, de una toma de posición frente al llamado, desde un alma libre que es quien decide. Así lo entenderá Santa Edith Stein: “Actos libres son algo que cada uno debe llevar a cabo por él mismo y no lo puede hacer comunitariamente con otros. Así cada uno lleva su responsabilidad, él solo para sí y para los demás. Además esta responsabilidad recíproca, es en el más alto grado sociógena. Sobre ésta descansa la Iglesia.” (8)

Transmitir a otros los frutos de la contemplación…

En una carta dirigida al filósofo polaco, Roman Ingarden, le dice la gran filósofa y
pedagoga del Siglo XX, Edith Stein:

“No sé si los libros pueden ayudarle a comprender mejor mi camino. Me parece como si el primero debiera servirse de las vías intelectuales, hasta los límites de la razón, y con ello, situarse a las puertas del misterio. Estoy profundamente convencida de que hay tantos caminos que llevan a Roma, como cabezas y corazones humanos. Quizá en la exposición de mi camino he dejado que lo intelectual saliera tan mal parado. Mas, en el largo tiempo de la preparación ha contribuido de forma decisiva. No obstante, decisivo de forma conciente, fue el hecho real, no su sentimiento; de topar con la imagen concreta del cristianismo auténtico, en testigos elocuentes(Agustín, Francisco, Teresa).

Pero, ¿cómo describirle en un par de palabras, la imagen de aquél hecho real?

Es un mundo infinito que se abre como algo absolutamente nuevo si uno comienza en lugar de vivir hacia fuera, hacia adentro. Todas las realidades con las que uno tenía que habérselas antes, se hacen transparentes, y propiamente se llega a sentir las fuerzas que sustentan y mueven todo. ¡Qué insignificantes aparecen los conflictos con los que antes uno tenía que luchar! ¡Y qué abundancia de vida con sufrimiento y alegrías, como no conoce el mundo ni puede conocer, contiene en un solo día, casi insignificante desde fuera, de un ser humano nada virtuoso!

Y qué raro parece que si uno vive como entre personas que sólo ven la superficie y que no lo barruntan, ni lo notan, todo esto tiene en sí y para sí, otro significado.” (9)
Ella habla de un camino que ha recorrido, a través de la interioridad, de una interioridad objetiva, aquella de la cual dice Federico Sciacca: “Aquí la interioridad implica trascendencia, presencia de Alguno que está en nosotros, sin ser nosotros, de modo que en la expresión de Guillermo de Saint Thierry, nadie está menos solo que el solitario que medita en su celda. La interioridad o espiritualidad como presencia de la verdad en la mente.” (10)

Esto nos lleva a preguntarnos desde Santa Edith Stein, cómo es ese mundo interior, en el cual vive el alma, y en el cual se encuentra con la verdad? Nos dirá que en la interioridad se capta la esencia del alma. Si el yo vive en esa interioridad, sobre el fundamento de su ser, allí en donde él está totalmente como en su casa y habita, adivina en parte el sentido de su ser, experimenta su fuerza concentrada en ese punto, antes de su división en fuerzas separadas. Y cuando su vida la alimenta de esa interioridad, vive plenamente, y alcanza el grado más elevado de su ser. (11)

Los elementos recibidos desde el exterior, no subsisten sólo a título de recuerdos, sino que éstos pueden transformarse en carne y sangre. Y esto es posible porque en la interioridad del alma, ella puede llegar a habitar, es decir, permanecer a buen recaudo, en lo libre de toda cosa, llevándola a su esencia.

Sólo tener un hogar, le permite al alma habitar; éste para ella es su castillo, el que le permite tener suelo nutricio, intimidad, raíces. Sólo desde allí puede luego irradiar al aire libre del espíritu.

El yo es el habitante de ese castillo, en el que establece su morada para poseerse primero, y renunciarse luego en el don de sí a los demás.
Es en el castillo del alma donde se recibe la fuerza para llegar a ser lo que debe ser, porque allí dentro de la vida del yo es llena de sentido, y en consecuencia, una vida que se difunde e irradia.

La vida y la fuerza del alma

La autora muestra muy bien, desde su propio testimonio, que la fuerza del ser humano reside en el alma.
Fuerza que surge desde el sentido hacia el cual se dirige el alma. Algo que puede verse bellamente en el Fedro de Platón, cuando dice Sócrates: “...Al divisar al cabo del tiempo al Ser queda contenta y en la contemplación de la verdad se nutre y disfruta, hasta que el movimiento de la rotación la transporta circularmente al mismo punto.”(12)

Esta fuerza renovadora por la contemplación de la verdad, renueva esa fuerza potencial, que es la que ha de llevar al alma a ser lo que debe ser.

Esa fuerza psíquica se transforma en una pluralidad de fuerzas que conserva y luego elabora interiormente. El alma ha de adquirir la misma en el curso del desarrollo, porque la vida le lleva a consumir fuerzas permanentemente desde lo profundo de sí. Por ello debe renovar la vida interior, nutriéndose en las fuentes más diversas, que contribuyen a alimentarla.

Pero fundamentalmente es el sentido, el logos profundo de lo real, el que está cargado de energía potencial, que ella toma para continuar desplegándose libremente, en todo aquello que es necesario.

El alma requiere volver al manantial renovador, porque como bien lo señala, todo acto libre es una producción que consume fuerzas, pero también sabe, por la vía de la fe, que Dios no exige nada al ser humano, sin dar al mismo tiempo, la fuerza necesaria para hacerlo. Así en uno de sus escritos, en un tiempo cercano a su experiencia de la CIENCIA DE LA CRUZ, dice:

“Este aflujo vital me parece ascender de una Fuerza que no me pertenece, pero que llega a hacerse activa en mí. La única suposición previa necesaria para un tal renacimiento espiritual, parece ser esta capacidad pasiva de recepción, que está en el fondo de la estructura de la persona.” (13)

Es el espíritu de Dios, el que es para ella, sentido y fuerza. Ese Dios que le permitió arribar a Puerto, cuando lee la vida de Teresa de Jesús: “Si el alma saborea una sola gota de este Reino, le da hastío todo lo terreno; cuánto más, si se sumerge completamente en esas aguas.”(14)

En esa vida nueva la hace capaz de actividades, a las que no hubiera podido pretender nunca según su naturaleza. Como ella misma lo explica, en el fondo de toda exigencia plena de sentido que se presenta el alma con una fuerza de obligación, hay una palabra de Dios.
No existe ningún sentido que no tenga en el Logos su patria eterna. Todo crecimiento de gracia, constituye también un fortalecimiento espiritual, y abre al alma, una comprensión más rica y más fina para la palabra divina, para el sentido sobrenatural. Por eso el alma que en virtud de su propia libertad, se apoya en el espíritu de Dios, o en la vida de la gracia, es capaz de una renovación y de una transformación total.(15)

Allí en la interioridad, surge la fuerza anímica que le permite a quien la posee, ser capaz de sacrificarse, de soportar un enorme sufrimiento, o experimentar una gran alegría, sin ser sacudido en lo más mínimo, en el más íntimo estrato de su personalidad.(16)

Al vivir en semejante profundidad sabe que posee algo que le permite enfrentar las grandes dificultades, desde la fuerza anímica que allí reside, y que el alma ha descubierto, gracias a la capacidad de poder habitar en lo más profundo de sí, en la interioridad del alma.

Una vida espiritual llena de sentido y la capacidad de volar en alas de la alegría

Si volvemos a traer a presencia a Fedro de Platón, vemos la capacidad del alma, para volar en alas de la alegría. Leemos en el Diálogo: “La propiedad natural del ala es la de levantar lo pesado a lo alto, elevándolo a la región donde habita el linaje de los dioses, y de un modo o de otro, es dentro de las partes del cuerpo lo que más ha participado de la naturaleza divina. Pero lo divino es bello, bueno y reúne cuantas propiedades hay y semejantes. Con ellas precisamente se crían y crecen en grado sumo las alas del alma”.(17)

El alma tiene ese poder gracias a su espíritu. Santa Edith Stein explica que al hablar sobre el interior y lo profundo, no puede separarse del todo que siente, piensa y quiere, y que hace del cuerpo humano, vivo y dotado de configuración personal. Para designar esa instancia interior, el idioma alemán dispone del término “ánimo”. Cuando se refiere a él también con “alma”, está aludiendo al “alma del alma”, esto es a aquella región en la que el alma está cabe a sí misma, al punto en el que se encuentra a sí misma, tal y como ella es, y en el estado en que se halla en cada caso.

El alma que conoce, que sale de sí con el querer y que en el ánimo está cabe sí, y se enfrenta interiormente con lo que recibe, es siempre una y la misma. En el alma que vive en todos los actos espirituales, y cuya vida interior es espiritual. El alma del alma es de naturaleza espiritual, y el alma como un todo es de naturaleza espiritual. Lo peculiar de ella es que posee una dimensión interior un centro del que tiene que salir para encontrarse con objetos, y al que trae todo cuanto obtiene fuera de ella, pero desde el que también se entrega ella misma hacia fuera.

Aquí es donde se sitúa el centro de la existencia humana.

El espíritu es una potencia del alma. Spíritu significa lo mismo que el término griego cuyo significado original es hálito. Como ella nos lo dice, el que se diese tal nombre al espíritu, se debió a la concepción materialista de los más antiguos filósofos griegos, que no podían entender por espíritu otra cosa que una cierta materia, por mucho que ésta fuese máximamente ligera y sutil. Pero al utilizar esta denominación acertaron con algo que pertenece a la esencia del espíritu:
su falta de fijación, su ligereza, su movilidad .(18)
La falta de fijación implica algo más que la ausencia de vínculos espaciales. Un ser espiritual ligado a un cuerpo (como es el caso del alma humana) tiene por tanto indirectamente una cierta vinculación espacial. Pero puede abandonar espiritualmente, el lugar en el que está corporalmente, o bien dirigirse a otro lugar, sin abandonar el que ocupa realmente, de manera
que puede estar simultáneamente en diversos lugares.
Esto le permite al espíritu salir libremente y soplar donde quiere. Gracias a su poder alado, puede el alma volar hacia su ser, su verdad, su centro. Y puede hacerlo con un mínimo de esfuerzo, porque va en alas de la alegría!

 

Notas
1 STEIN, Edith. Ser finito y Ser eterno. F.C.E., 1996. p: 446.
2 STEIN, Edith. Op. cit. p: 454.
3 STEIN, Edith. Op. cit. p: 446.
4 STEIN, Edith. Op. cit. p: 455.
5 STEIN, Edith. Op. cit. p: 452.
6 STEIN, Edith. Op. cit. p: 451.
7 STEIN, Edith. Op. cit. p: 452.
8 STEIN, Edith. Welt und Person. p: 163.
9 STEIN, Edith. Cartas a Roman Ingarden. Edit. de Espiritualidad. Madrid, 1998. p: 209.
10 SCIACCIA, Federico. La interioridad objetiva. Rialp. Madrid, 1963. p: 69.
11 STEIN, Edith. Ser finito y Ser eterno. Op. cit. p: 451.
12 PLATÓN. Fedro. Instituto de Estudios políticos. Madrid, 1957. p: 34.
13 MIRIBEL, E. de. E. Stein. Taurus. Madrid, 1956. p: 64.
14 aMATRE DEI. Teresia. E. Stein. En busca de Dios. Edit. del Verbo Divino. Stella Navarra, 1974. p: 77.
15 STEIN, Edith. Op. cit. p: 458-459.
16 STEIN, Edith. La estructura de la persona humana. B.A.C., 1998. p: 235.

17 PLATÓN. Op. cit. p: 33. FERNÁNDEZ 7.

18 STEIN, Edith. Op. cit. p: 182-183.

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