Desde la primera infancia
Por: Alfonso Aguiló | Fuente: interrogantes.net
Ya en los primeros años, algunos niños se muestran agudamente conscientes de los sentimientos de los demás, y otros, por el contrario, parecen ignorarlos por completo. Y esas diferencias se deben, en gran parte, a la educación.
—¿Y cómo se aprende?
Es importante, por ejemplo, que al niño se le haga tomar conciencia de lo que su conducta supone para otras personas.
Hacerle caer en la cuenta
de las repercusiones
que sus palabras
o sus hechos tienen
en los sentimientos
de los demás.
Para lograrlo, hay que prestar atención a la reacción del niño ante el sufrimiento o la satisfacción ajena, y hacérselo notar, con la correspondiente enseñanza, en tono cordial y sereno. Por ejemplo (y aunque también podría aplicarse, mutatis mutandis, a adolescentes o adultos), en vez de referirse simplemente a que ha hecho una travesura o una cosa buena, será mejor decirle: «Has hecho mal, y mira que triste has puesto a tu hermana»; o bien: «Papá está muy contento de lo bien que te has portado». De ese modo se fijará en los sentimientos que los demás tendrán en ese momento como consecuencia de lo que él ha hecho.
—¿Y por qué a veces son tan distintos los sentimientos de dos hermanos que han sido educados casi igual?
Además de la educación hay en juego muchos otros factores, y por esa razón hay que dejar siempre un amplio margen a causas relacionadas con el temperamento con que se nace, decisiones personales que cada persona toma a lo largo de su vida, etc. De todas formas, la educación es un factor de gran peso, y por eso lo más frecuente (sobre todo durante los primeros años) es que los hermanos se parezcan bastante en cuanto a su educación sentimental.
Además, aunque la educación
no sea el único factor,
es sobre el que los padres
más pueden actuar.
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